El viejo modelo sindical hace agua: posterior al primer gobierno de Perón hubo divisiones en los Confederales, y en la CGT, divisiones importantes, regidas por el carácter conciliador con las dictaduras o gobiernos antidemocráticos de la UCR, frente a otras posturas sindicales combativas. La política pendular de Perón, a la vez, dotaba de elementos novedosos a esta trama. En relación a las fragmentaciones preperonistas.
Antes del primer gobierno de Perón, cuando el sindicalismo era prácticamente ilegal y muy marginal políticamente, las distintas confederaciones se regían, o sea, se dividían, por cuestiones políticas. Y es que el carácter, digamos, reivindicativo y sectorial estaba restringido en la práctica (dicho académicamente: no les daban bola), por eso la visión política cobraba mayor relevancia.
Hoy existe la CGT Azul y Blanca de Barrionuevo, las 62 Organizaciones Peronistas de Momo Venegas (que actúa de hecho como una especie de mini CGT, aunque no lo sea formalmente), la CTA de Yaski y la ATC de Michelli y la mayoritaria CGT, o bien, la conducción de la Confederal del Transporte (Moyano más las patronales y algunos sindicatos amarillos y otros serios pero minoritarios) de la CGT.
Paralelamente, ha crecido, muchísimo, la práctica concreta del ejercicio del sindicalismo. No sé de números, ni sabría de dónde sacarlos, pero mis amigos sirven para esta evidencia: personas de mi edad que por primera vez ven un delegado gremial en las pequeñas metalúrgicas, en las obras en construcción, en las tercerizadas que proveen al estado, en los comercios. Un fenómeno que, en la microfísica del poder, modifica la mirada -la repolitiza, diría, a mediano plazo- sobre el mundo de nosotros, los trabajadores. Por que yo soy un viejo zorro haragán que me las rebusco para no esforzarme, pero no me queda otra que situarme socialmente en el mundo del trabajo. Más cuando, Cherubito se niega tajantemente a mantenerme, muy mal, querida, desde acá te lo digo. Un hombre de ideas, como yo, que tiene la receta para salvar el mundo, no puede gastar su delicada espina dorsal en cosas tan chabacanas como el trabajo. Dios me libre.
La fragmentación laboral parece un proceso complejo, superpuesto a esta narrativa. Pero en lo social, que no es una totalidad ni es estable, sino que se parece bastante más a la vida, los distintos planos estáticos del análisis se funden confundidos en una vorágine que sin embargo conserva inteligibilidad. Mierda, qué oración me mandé. Y encima tengo que trabajar, un pequeño genio como yo, la puta madre. (Lo de pequeño fue una concesión: vieron, soy humilde).
Los trabajadores de mi edad, mis amigos, la gente del barrio, diseminada por distintas ciudades, siempre estuvieron vinculados al mundo cultural del peronismo, pero existía una especie de no lugar histórico, el menemismo. ¿Hoy son kirchneristas (o antikichneristas) o peronistas?
Creo que se trata de kirchneristas. Que el peronismo es, para nosotros, el menemismo. Que el sofisticado debate de separar la realidad del peronismo, no cuaja en las generaciones intermedias de trabajadores de base. Pero me puedo equivocar. Bah, no, por que soy perfecto, bah, casi perfecto, pues la conciencia de la perfección me trae el defecto de la falta de modestia, oh vieja dialéctica marxista, que me humaniza, porque me impide, esa conciencia del yo en el devenir arrojado del mundo, ser una totalidad perfecta. Gracias, Sartre.
Las cuatro centrales sindicales, o las cinco, son dirigidas por un peronista: Hugo Yaski es peronista de Sabatella y Perón y Evita, Luis Barrionuevo es peronista de Menem y de Perón y Evita, Pablo Michelli es peronista de Hermes Binner y de Perón y Evita, Hugo Moyano es peronista de Kirchner (hasta nuevo aviso) y de Perón y Evita, Tío Tom Venegas es peronista de Duhalde y de Perón y Evita. Traducido, ninguno tiene capacidad de hacer política, en el sentido grande del término, de manera preponderante. Lo digo con mucho amor por todos, eh.
La lucha política, tulipanes delicados, va definiendo el cuadro sindical, a veces con más intensidad, otras con menos.
Sin embargo, Moyano insiste en un doble movimiento: renunciar al cargo en el justicialismo bonaerense y acentuar un perfil sectorial, con reclamos fiscales para los trabajadores de cuello blanco.
¿Cuál es la fuerza que tiene el kirchnerismo en este cuadro de fragmentación sindical? Punto uno: no hay fragmentación sindical, sino repliegue hacia el propio sindicato e impotencia política, que se expresa en la existencia de varias centrales. Pero el kirchnerismo, básicamente, es la única fuerza política que tiene delegados en todas las centrales, y que son mayoría en el conjunto de delegados. Entre otras cosas, por eso no tiene agrupaciones propias. Ni, calculo, las tendrá. No existe la necesidad. Por ahora.
Y en un plano más general, ninguna de las centrales sindicales tiene capacidad de organizar una política abarcativa, no sólo por lo dicho acá, sino por lo dicho en el post anterior, en relación a la incapacidad sociológica de atender reclamos que abarquen una mayoría de los trabajadores, gremios, ramas de actividad y culturas laborales.
Esta situación se acentúa en el detalle: Moyano conduce un gremio particular. Estratégico en su capacidad de presionar todos los eslabones de la producción (la industrial, la de servicios y la legitimidad estatal) pero cuyos trabajadores están estructuralmente aislados unos de otros, por lo tanto, en un marco de relativa debilidad reivindicativa. Trabajan manejando. Se encuentran a almorzar, tres o cuatro veces al trimetre. Y parten a recorrer los caminos. Tienen relación directa con el dueño del camión en muchos casos. Flotas viejas. Empresas grandes de cargas. Familiares que se dedican al mismo oficio. Contacto con despachantes, changarines, productores, jefes de plantas, mafias de las rutas. Dispersión. Mi hermano mayor fue camionero. En su camión. Un mundo autocentrado. De poca legibilidad, digamos, clasista. Donde el mundo laboral no es clásicamente una pirámide (como en la UOCRA, donde uno es maestro mayor de obras y hace el trabajo de la vagancia de arquitectos, pero la mayoría son medio oficial o albañiles llanos) sino algo más diluido, y extenso. Corazones.
Antes del primer gobierno de Perón, cuando el sindicalismo era prácticamente ilegal y muy marginal políticamente, las distintas confederaciones se regían, o sea, se dividían, por cuestiones políticas. Y es que el carácter, digamos, reivindicativo y sectorial estaba restringido en la práctica (dicho académicamente: no les daban bola), por eso la visión política cobraba mayor relevancia.
Hoy existe la CGT Azul y Blanca de Barrionuevo, las 62 Organizaciones Peronistas de Momo Venegas (que actúa de hecho como una especie de mini CGT, aunque no lo sea formalmente), la CTA de Yaski y la ATC de Michelli y la mayoritaria CGT, o bien, la conducción de la Confederal del Transporte (Moyano más las patronales y algunos sindicatos amarillos y otros serios pero minoritarios) de la CGT.
Paralelamente, ha crecido, muchísimo, la práctica concreta del ejercicio del sindicalismo. No sé de números, ni sabría de dónde sacarlos, pero mis amigos sirven para esta evidencia: personas de mi edad que por primera vez ven un delegado gremial en las pequeñas metalúrgicas, en las obras en construcción, en las tercerizadas que proveen al estado, en los comercios. Un fenómeno que, en la microfísica del poder, modifica la mirada -la repolitiza, diría, a mediano plazo- sobre el mundo de nosotros, los trabajadores. Por que yo soy un viejo zorro haragán que me las rebusco para no esforzarme, pero no me queda otra que situarme socialmente en el mundo del trabajo. Más cuando, Cherubito se niega tajantemente a mantenerme, muy mal, querida, desde acá te lo digo. Un hombre de ideas, como yo, que tiene la receta para salvar el mundo, no puede gastar su delicada espina dorsal en cosas tan chabacanas como el trabajo. Dios me libre.
La fragmentación laboral parece un proceso complejo, superpuesto a esta narrativa. Pero en lo social, que no es una totalidad ni es estable, sino que se parece bastante más a la vida, los distintos planos estáticos del análisis se funden confundidos en una vorágine que sin embargo conserva inteligibilidad. Mierda, qué oración me mandé. Y encima tengo que trabajar, un pequeño genio como yo, la puta madre. (Lo de pequeño fue una concesión: vieron, soy humilde).
Los trabajadores de mi edad, mis amigos, la gente del barrio, diseminada por distintas ciudades, siempre estuvieron vinculados al mundo cultural del peronismo, pero existía una especie de no lugar histórico, el menemismo. ¿Hoy son kirchneristas (o antikichneristas) o peronistas?
Creo que se trata de kirchneristas. Que el peronismo es, para nosotros, el menemismo. Que el sofisticado debate de separar la realidad del peronismo, no cuaja en las generaciones intermedias de trabajadores de base. Pero me puedo equivocar. Bah, no, por que soy perfecto, bah, casi perfecto, pues la conciencia de la perfección me trae el defecto de la falta de modestia, oh vieja dialéctica marxista, que me humaniza, porque me impide, esa conciencia del yo en el devenir arrojado del mundo, ser una totalidad perfecta. Gracias, Sartre.
Las cuatro centrales sindicales, o las cinco, son dirigidas por un peronista: Hugo Yaski es peronista de Sabatella y Perón y Evita, Luis Barrionuevo es peronista de Menem y de Perón y Evita, Pablo Michelli es peronista de Hermes Binner y de Perón y Evita, Hugo Moyano es peronista de Kirchner (hasta nuevo aviso) y de Perón y Evita, Tío Tom Venegas es peronista de Duhalde y de Perón y Evita. Traducido, ninguno tiene capacidad de hacer política, en el sentido grande del término, de manera preponderante. Lo digo con mucho amor por todos, eh.
La lucha política, tulipanes delicados, va definiendo el cuadro sindical, a veces con más intensidad, otras con menos.
Sin embargo, Moyano insiste en un doble movimiento: renunciar al cargo en el justicialismo bonaerense y acentuar un perfil sectorial, con reclamos fiscales para los trabajadores de cuello blanco.
¿Cuál es la fuerza que tiene el kirchnerismo en este cuadro de fragmentación sindical? Punto uno: no hay fragmentación sindical, sino repliegue hacia el propio sindicato e impotencia política, que se expresa en la existencia de varias centrales. Pero el kirchnerismo, básicamente, es la única fuerza política que tiene delegados en todas las centrales, y que son mayoría en el conjunto de delegados. Entre otras cosas, por eso no tiene agrupaciones propias. Ni, calculo, las tendrá. No existe la necesidad. Por ahora.
Y en un plano más general, ninguna de las centrales sindicales tiene capacidad de organizar una política abarcativa, no sólo por lo dicho acá, sino por lo dicho en el post anterior, en relación a la incapacidad sociológica de atender reclamos que abarquen una mayoría de los trabajadores, gremios, ramas de actividad y culturas laborales.
Esta situación se acentúa en el detalle: Moyano conduce un gremio particular. Estratégico en su capacidad de presionar todos los eslabones de la producción (la industrial, la de servicios y la legitimidad estatal) pero cuyos trabajadores están estructuralmente aislados unos de otros, por lo tanto, en un marco de relativa debilidad reivindicativa. Trabajan manejando. Se encuentran a almorzar, tres o cuatro veces al trimetre. Y parten a recorrer los caminos. Tienen relación directa con el dueño del camión en muchos casos. Flotas viejas. Empresas grandes de cargas. Familiares que se dedican al mismo oficio. Contacto con despachantes, changarines, productores, jefes de plantas, mafias de las rutas. Dispersión. Mi hermano mayor fue camionero. En su camión. Un mundo autocentrado. De poca legibilidad, digamos, clasista. Donde el mundo laboral no es clásicamente una pirámide (como en la UOCRA, donde uno es maestro mayor de obras y hace el trabajo de la vagancia de arquitectos, pero la mayoría son medio oficial o albañiles llanos) sino algo más diluido, y extenso. Corazones.
a veces tenes cierta lucidez para tratar y desplegar algunos temas, pero cuando se trata de sindicalismo amigo querido, meas un poco fuera del tarro, te quedas a mitad de camino (más por gusto, creo, que por tonto) y terminas cayendo en verdades de poca monta. Es como que te encegueces y perdes perspectiva de lo que estás hablando.
ResponderBorrarsaludos