domingo, febrero 26, 2012

Mi tren. El tren de todos

de Victoria Baratta, el Sábado, 25 de febrero de 2012 a la(s) 18:50 ·
Un vez me dijeron que en cierta época cercana a la que yo nací (a principios de los 80), los anarquistas le ponían a sus hijas como nombre Victoria. Mi historia fue mucho menos pretenciosa. Me llamo Victoria porque mi papá es fanático de Tigre. Pero en el fondo, en realidad, se lo debo a la estación de un tren.

Viajé en todos las líneas de trenes alguna vez, menos en el Sarmiento, mera casualidad. Nací y crecí junto al Mitre. Pensaba que en el Mitre, en sus vías literalmente se acababa el mundo. Miraba desde el andén de la estación Victoria hacia los talleres y atrás solo veía campo. Pero el mundo lejos de terminar en el tren, empezaba ahí.

Aprendí a leer con los carteles de las estaciones cuando viajaba con mi mamá para ir al jardín donde ella también laburaba en Belgrano. El jardín albergaba ricos y famosos y procuraba que leyéramos en preescolar con su método, pero a mi eso me lo dio el tren a los 4 años. Recitaba orgullosa las estaciones de memoria de Tigre a Retiro para entretenerme en ese viaje. Iba a upa de mamá o de la mano de mamá, me gustaba que me subiera hasta alcanzar esa manija circular color crema de los ochenta. Cada domingo esperaba que papá nos llevase a comer a una parrilla del bajo para jugar en la vía muerta de San Isidro con mis primos. Después iba a lo de mis abuelos a la tarde y miraba fascinada la maqueta tamaño habitación con trenes a control remoto de mi abuelo. Era una mesa para mi gigante, con una especie de campo enorme surcado por vías, lomadas, puentes y estaciones. Mi abuelo murió en el 93 y ese tren no lo ví nunca más. Mi abuela hoy tiene casi 90 años y completamente lúcida me responde que ese tren se perdió.

Me sentí feliz cuando en los 90 dijeron que a la vía muerta la revivirían, pero me defraudó que fuera con un tren que parecía de juguete, era caro, se quedaba en la mitad del camino y estaba lleno de turistas. No se parecía al de mi abuelo, no se parecía al que tomaba con mamá y no me llevaba a ningún lado diferente, no abría nuevos mundos. Lo mejor de ese tren, era el no tren. Un shopping que para shopping era muy malo, pero era un lindo lugar de encuentro de amigos, estrenos cinematográficos y primeros amores adolescentes. Ese tren no tenía sentido.

La otra vía sí abría mundos, explotaba burbujas, te llevaba en forma directa a la capital, un lugar en donde todos parecían no estar cortados por la misma tijera. Un día llegó a esa otra vía TBA. Esos trenes vinieron con aire acondicionado, con pinta de nuevos, viaje al primer mundo. Pero poco tiempo después ví cómo esos trenes se llenaban de cartoneros en la estación Victoria en medio de la crisis, mientras yo estudiaba en la universidad pública con lo que podía. Ví como la "gente bien" de zona norte se aplastó con la "gente mal" de zona norte y sus carritos. Buena metáfora de la crisis. Ví cómo a esos cartoneros les hicieron un tren aparte con el peor de los trenes del mundo, luego se lo sacaron y más tarde directamente los echaron. Ví cómo TBA se fue viniendo abajo, sus plasmas cayeron, sus aires que goteaban, los molinetes que se rompían, boletos que ni se pedían, horarios que no se respetaban, trenes que se quemaban, que chocaban. Accidentes y demoras, accidentes y bajar por la ventana. Pero mi mundo estaba a por lo menos dos horas de casa, en Filo, y el único que podía llevarme en ese lapso era el tren.

Un día me fui de casa y me vine a vivir a ese Belgrano del jardín de infantes, pero al lado de otro tren, esta vez el Mitre Suárez, aunque también de TBA. Me subo y veo algo aún peor, trenes que parecen cabalgar sobre las vías, que se incendian más seguido, que están más rotos, más sucios, más colapsados. Pero otra vez, quien más rápido me lleva al instituto donde laburo o a visitar a la familia es el tren. Cuando estoy enferma, tengo fiebre, la estoy pasando mal no puedo dormir y la noche me da miedo, escucho el primer tren y es signo de la vida que vuelve a empezar. Y me duermo.

Pero desde el miércoles no pude dormir bien, recién anoche logré conciliar el sueño antes de las 4 de la mañana. Me muero del dolor cada vez que escucho y veo pasar el tren por la ventana. El tren es de todos. No puede pasar esto. El tren tiene que ser vida, sueños que se juntan, desarrollo, laburo. Gente que se despide, que se encuentra, alegría. Gente que duerme cuando va y vuelve. El tren del pueblo. Hijos de puta devuelvan el tren, nos pertenece.

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