Por motivos diametralmente iguales las dos subculturas políticas argentinas, la radical y la peronista, coinciden en dotar al peronismo de la calificación de máquina de poder. Los peronistas, por su parte, tienen entre sus efemérides -las efemérides son la columna vertebral del movimiento- el día del renunciamiento. Que remite a cuando Perón no pudo, no quiso o no supo poner a Evita como vicepresidente para su reelección. Esa operación -la de recordar esa renuncia- es, al interior del peronismo, la acentuación del rol de Evita para su ala izquierda y la acentuación de su subordinación para el ala conservadora popular. El punto a tratar aquí -el blog que define las grandes luchas históricas- es cómo es posible que un movimiento que es una maquinaria de poder recuerde con énfasis una renuncia. La cosa es más compleja, aún-17 años de proscripción, por ejemplo, o el distanciamiento de Perón con Vandor, que se había acercado a la dictadura de Onganía- para dar por sentado el dato de que el peronismo es la maquinaria de poder.
Alejandro Dolina tiene en Crónica del Angel Gris (creo, cito de memoria) un maravilloso elogio de la renuncia. La renuncia tiene épica, es cierto. Pero, en los primeros días. Después, simplemente, es una cagada. Renunciaste y no pasó nada o lo que pasó es peor a lo que esperabas. La renuncia, mis amores, es una cagada. Un poco de eso hay en el denunciamiento. Define, el denunciamiento, al día exacto -oh, esa compulsión por fechar y fichar-en que un kirchnerista, en nombre, claro, de Perón, o de Néstor Kirchner, abandona el barco y pasa a la oposición. El día que renuncia. El impreciso día que quema las naves, que rompe los puentes, que la foto y la película, que las metáforas remanidas. El día de la bestia. El día que renuncia suele ser con, además, una denuncia. Es el día, olvidable, del denunciamiento. Día que será importante en la biografía de Alberto Fernández, en la Hugo Moyano, en la de Brito o Lavagna o Ezquenazi u Ocaña o Luis Juez o Duhalde o Magnetto o Redrado o Hermes Binner, pero a nadie más que a ellos, les importa.
El día del renunciamiento de Evita aún se conserva en la memoria popular porque tiene un sujeto social que lo sustente.
El día del denunciamiento de los nuevos -y más efectivos- opositores, no es importante ni será recordado, más allá de que posteriormente les vaya, a cada uno, bien. No será recordado, no tiene hoy relevancia, por carecer de un sujeto social que lo sustente. Esa es la clave, mis amores.
Alejandro Dolina tiene en Crónica del Angel Gris (creo, cito de memoria) un maravilloso elogio de la renuncia. La renuncia tiene épica, es cierto. Pero, en los primeros días. Después, simplemente, es una cagada. Renunciaste y no pasó nada o lo que pasó es peor a lo que esperabas. La renuncia, mis amores, es una cagada. Un poco de eso hay en el denunciamiento. Define, el denunciamiento, al día exacto -oh, esa compulsión por fechar y fichar-en que un kirchnerista, en nombre, claro, de Perón, o de Néstor Kirchner, abandona el barco y pasa a la oposición. El día que renuncia. El impreciso día que quema las naves, que rompe los puentes, que la foto y la película, que las metáforas remanidas. El día de la bestia. El día que renuncia suele ser con, además, una denuncia. Es el día, olvidable, del denunciamiento. Día que será importante en la biografía de Alberto Fernández, en la Hugo Moyano, en la de Brito o Lavagna o Ezquenazi u Ocaña o Luis Juez o Duhalde o Magnetto o Redrado o Hermes Binner, pero a nadie más que a ellos, les importa.
El día del renunciamiento de Evita aún se conserva en la memoria popular porque tiene un sujeto social que lo sustente.
El día del denunciamiento de los nuevos -y más efectivos- opositores, no es importante ni será recordado, más allá de que posteriormente les vaya, a cada uno, bien. No será recordado, no tiene hoy relevancia, por carecer de un sujeto social que lo sustente. Esa es la clave, mis amores.
muy bueno.
ResponderBorrary el libro? publicá lucas.
saludos
ariel