Las naranjas, antes, se pelaban con un solo corte: toda la cáscara daba
vueltas en trompo, como la forma que adquieren las uñas cuando están
larguísimas -qué asco- que dan vueltas sobre sí, las cáscaras de
naranja, todo un arte, se cortaban en una sola y larga cáscara que,
después, se ponían a secar sobre la misma soga donde se colgaba la ropa a
secar al sol. Al sol de un otoño que guardo. Adentro de mi cartera del
Jardín de Infantes, donde entraba una casa rodante, un yo-yó y un montón
de soldaditos y dibujos que había hecho para mi mamá.
En esa bolsa, que se colgaba de un piolín y contenía el mundo entero, cabían hasta los duendes que se escondían atrás de las latas de arroz. Y las cáscaras de naranjas se secaban al sol. Aunque el sol otoñal está hecho con cáscaras de mandarina.
Una vez guardé detrás de una hoja una vaquita de San Antonio que -me acuerdo- era roja como los chicles bazooka de fruta, pero con lunares blancos que tenían en el medio un puntito negro.
No podía guardarla en la bolsa del jardín de infantes porque no iba a tener agua para tomar. Si guardaba agua se me iba a caer. Y no me quedaba jugo. Y al otro día volví, al arenero del jardín, a buscar mi vaquita de San Antonio. Y se había ido. Pero no me puse triste. Capaz que la mamá la llamó a tomar la leche. Y mañana volvía.
Secas, quebradizas, las cáscaras de naranja servían para ponerle a la yerba y entonces, en aquel momento que no existían industrialmente las yerbas saborizadas, por la tarde, los mates tenían gusto a naranja. Por la mañana tenían que ser amargos como el frío que resecaba los labios y pegaba contra los botones descosidos del guardapolvo.
Todo lo que vino después, fue mejor.
Pero en ese entonces, no teníamos miedo.
La mamá de mi maestra de jardín de infantes pelaba las naranjas de un tirón, sin sacarse los ruleros y el delantal de cocina, y nosotros le llevábamos naranjas y hacíamos una cola esperando, educados, nuestro turno. Y yo sabía que cuando sea grande iba a aprender a atarme los cordones solo y a pelar así las naranjas. De un tirón.
En esa bolsa, que se colgaba de un piolín y contenía el mundo entero, cabían hasta los duendes que se escondían atrás de las latas de arroz. Y las cáscaras de naranjas se secaban al sol. Aunque el sol otoñal está hecho con cáscaras de mandarina.
Una vez guardé detrás de una hoja una vaquita de San Antonio que -me acuerdo- era roja como los chicles bazooka de fruta, pero con lunares blancos que tenían en el medio un puntito negro.
No podía guardarla en la bolsa del jardín de infantes porque no iba a tener agua para tomar. Si guardaba agua se me iba a caer. Y no me quedaba jugo. Y al otro día volví, al arenero del jardín, a buscar mi vaquita de San Antonio. Y se había ido. Pero no me puse triste. Capaz que la mamá la llamó a tomar la leche. Y mañana volvía.
Secas, quebradizas, las cáscaras de naranja servían para ponerle a la yerba y entonces, en aquel momento que no existían industrialmente las yerbas saborizadas, por la tarde, los mates tenían gusto a naranja. Por la mañana tenían que ser amargos como el frío que resecaba los labios y pegaba contra los botones descosidos del guardapolvo.
Todo lo que vino después, fue mejor.
Pero en ese entonces, no teníamos miedo.
La mamá de mi maestra de jardín de infantes pelaba las naranjas de un tirón, sin sacarse los ruleros y el delantal de cocina, y nosotros le llevábamos naranjas y hacíamos una cola esperando, educados, nuestro turno. Y yo sabía que cuando sea grande iba a aprender a atarme los cordones solo y a pelar así las naranjas. De un tirón.
ya te lo dije por el fb, pero a aquello de los "metros redondos" con que se mide la distancia entre el sol y las naranjas segun Neruda... se le suma acá esto otro de que, basicamente, el pasado es un olor
ResponderBorrarQué talentoso sos, Carrasco, en todos los géneros. Un placer leerte, como siempre.
ResponderBorrarya te lo dije por el fb, pero a aquello de los "metros redondos" con que se mide la distancia entre el sol y las naranjas segun Neruda... se le suma acá esto otro de que, basicamente, el pasado es un olor
ResponderBorrarya te lo dije por el fb, pero a aquello de los "metros redondos" con que se mide la distancia entre el sol y las naranjas segun Neruda... se le suma acá esto otro de que, basicamente, el pasado es un olor
ResponderBorrarMierrrrda,tan pichoncíto y ya te amanecías con unos güenos amargos.Así me gustan los criollos.Se me figura que endispué, justo enantes e´ rumbear pa´la salíta e´cinco te calentarías el garguero con un generoso buche e´ giñebra.
ResponderBorrarCon razón ya de mas grandecíto no tuviste yel pa´ hacerlo finau al Leucu ese.
Gringoviejo(el desalmau)
Bello Lucas.
ResponderBorrarUna belleza leerlo en esta mañana de lluvia.
ResponderBorrarSaludos!
Juan C.
!!!!!!!!!!!!
ResponderBorrarLindo tu blog pero no te veo tan genio como te publicitan. Sin ofender.
ResponderBorrarsi me permitis una anecdota.
Yo aprendí lo de la cascara de naranja de 1m ya grande, la mamá de un amigo me enseño a "quemar" la cascara con la hornalla. yo siempre quería secarla al sol como haciamos en el campo cosa que era facil en el desierto pero no tanto en la humedad de las yungas.
Pero ponerle "eso" al mate era blasfemia para mi papá. Adolecente descubrí con horror que los mates de mi viejo eran horribles.
Lindo tu blog pero no te veo tan genio como te publicitan. Sin ofender.
ResponderBorrarsi me permitis una anecdota.
Yo aprendí lo de la cascara de naranja de 1m ya grande, la mamá de un amigo me enseño a "quemar" la cascara con la hornalla. yo siempre quería secarla al sol como haciamos en el campo cosa que era facil en el desierto pero no tanto en la humedad de las yungas.
Pero ponerle "eso" al mate era blasfemia para mi papá. Adolecente descubrí con horror que los mates de mi viejo eran horribles.
Lindo blog.
ResponderBorrarYo aprendí a sacar la cascara de naranja de 1 m ya grande cuando la mama de un amigo me enseñó a qumarla con la hornalla. Yo siempre quería secarla al sol como habia visto en el campo pero onda que en la ciudad se te llena de hongos antes de secarse.
Para mi viejo era blasfemia ponerle "eso"al mate. Con horror descubrí ya adolecente que los mates de mi viejo eran horribles.
Bien che!! cuanto talento pibe!!!!
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