El sábado estaba preparando unos puntos para la charla en la Feria del Libro, sobre Castelli y Monteagudo, una personalidad, fascinante. Presidencia decidió dedicar, en su stand, ese día a Castelli -el anterior a Rodolfo Kusch (algo que me sorprendió gratamente) y el domingo a Leopoldo Marechal- y por esas cosas de la vida o de Franco Vitali, terminé hablando de eso, tirando mis tesis corrosivas sobre la falta de articulación entre el ala jacobina de Mayo y las montoneras y los caudillos federales y el chauvinismo provincial que hicieron tanto por derrotar el proyecto nacional popular de la época; como rasgos con potencia para habalr del proyecto político kirchnerista y sus desafíos actuales, muy actuales. Entonces, la nota editorial que escribo los domingos en Crónica la hice más rápido. No la han subido aún a la web, me da cosa subirla yo porque yo vivo de esas notas, los derechos de autor, en la web, también deberían pertenecerles, algo así. Igual, no importa tanto, me parece, ahora explico el punto. Bueno. El caso es que terminé borrando dos párrafos donde hablaba de lo que consideraba una novedad del acto de Cristina en Velez, la presencia, con otro despliegue, de Máximo. En un acto político y ocupando un rol poilítico, no familiar. Después lo borré, porque pensé que quizás era mejor que hablen, previsiblemente, otros, en contra. Yo soy parte del mismo grupo político y de la misma generación, pero sin canas. Sino quedándome pelado, que es peor. Convengamos.
Acá hay una nota mejor de Martín Granovski en Pág12.
Máximo estaba atrás del Cuervo Larroque, en el palco, todo un dato. Implicaba un manejo de los tiempos, que ha decidido él y evidentemente Cristina, claro. Una cosa: en las transmisiones de Canal 7, a cargo de Carlitos Figueroa, a quién, como ahora se ve, desde la derecha, al pedo subestimaron y ahora tienen que comerse el garrón de su despliegue profesional, mostraba, quizás como pocas veces, banderas de Kolina, del Evita, de la CTA, de distintas agrupaciones. Carlitos es de La Cámpora y encargado de cultura. O sea, no es un cuadro menor de la organización. Cristina, también, nombró a varios. Y es que, a mi nunca modesto juicio, se buscaba, de este modo, equilibrar el dato, que no pasó desapercibido y previsiblemente entusiasmó a los militantes de La Cámpora de la presencia, desde otro lugar gestual y simbólico, de Máximo.
Como la mayoría de las personas informadas también me preguntaba sobre sus silencios públicos. Pero, desde el lugar de quien sabe de su activismo político. De sus horas de trabajo. Es una familia que respira política y los amigos de Máximo son así, militantes, 25 horas detrás de un objetivo político, y con pocos o ningún hobby, casi poco humanos, digamos, más que el fútbol o la lectura por fuera de la política o la economía. Quizás yo confiaba más en el manejo de los tiempos, en la paciencia y la calibración de los humores, confiaba más en su lectura y olfato. Entre otras cosas, porque yo le vengo errando -cualquier lector puede dar fe de eso- en mis vaticinios. Pero también porque he escuchado cosas que me sonaron imposibles y al cabo de un tiempo, se realizan. Y he visto, también, cómo, por poner un solo ejemplo, Patucho, a ido evolucionando en un dirigente más organizado y capacitado y en crecimiento. Y así los que, conociéndolos de hace muchos años, integran los cargos de responsabilidad de la organización.
La presencia de Máximo terminé dejándola en ese artículo sin desarrollar, diciendo, éste es, junto con la ausencia física y presencia simbólica fuerte de Néstor Kirchner, el dato principal del acto, por fuera de todos los componentes estratégicos del mensaje de Cristina (asunto del que ya se ha escrito en todos lados) porque preveía que ésa iba a ser la lectura mayoritaria y para dejar que otros hablen. No resultó tan así. Pensé que le iban a tirar con todas las municiones desde Clarín.
Es que, en el plano semiótico, no escapa -como los ravioles y la coca, tomada dle pico por Axel Kicillof o los modales y vestimenta y maneras del Cuervo- que el mounstruo que pintan que es Máximo escapa a esos gestos de humildad, de militancia, códigos que los que hemos andado, reconocemos enseguida. Que no tienen cualquier dirigente. A mí me chupan un huevo los grandotes que dicen "soy nuevo en la política", eso no es un valor sino tenés 20 años, es falta de compromiso. Me cae bien la gente curtida, la que no se la cree tanto, la que sabe modular, con perspicacia, el angostito límite entre la humildad, el ser uno más y la capacidad y por ende responsabilidad de liderar, que implica, además, dar la tranquilidad de que se tiene la suficiente ambición. Eso mostró Máximo. Eso es lo que un conjunto de gente imaginaba sobre él, sin tener las herramientas prácticas para contrastar el dibujo de infant terrible pero contradictoriamente bobo que pintaban desde las usinas mediáticas de la derecha sobre él.
Llegó, creo, el día.
Regularán los tiempos, dosificarán las apariciones, pero está aconteciendo lo obvio: un dirigente político que no tiene nada que esconder, ni tampoco que demostrar, pero que está en el lugar, a la vez, donde tiene que dotar de la centralidad -que gana por sí misma- la presidenta, en un contexto cultural de desigualdad apabullante de emisores, donde los monopolios necesitan, para bajarle el precio a Cristina, rehacer la teoría del doble comando, hecha trizas por la realidad, siempre empeñada -si será forra, che, la realidad- en dejar en orsai a tanto pelotudo histérico que dictamina el inminente final del kirchnerismo.
Ahí está su continuidad y profundización, tiene el pelo largo, usa remeras militantes. El kirchnerismo va a seguir aún después de que el Rey Juan Carlos consiga cazar un elefante.
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Una pregunta Lucas , abría alguna posibilidad que Máximo te diera un reportaje ? A mi me gustaría que agás el intento , algo cortito aunque sea …, te dejo un abrazo ,
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