domingo, abril 29, 2012

La oligarquía explicada a los niños

 Admirable síntesis del pensamiento racista, cruel y vulgar de la oligarquía. Editorial de La Nación, nunca menos. Un resúmen completo, bien escrito y didáctico:

 

Aplaudamos al campo argentino

 
The New York Times es un diario de cuño "progresista". Eso no le impide ser uno de los medios más influyentes y prestigiosos en el mundo. En una edición reciente, crucificó al país de manera cruel, pero incontestable: al referirse al empellón dado por el Gobierno a los españoles de YPF, comentó que la capacidad de los argentinos para cometer errores es insuperable.
Véase que no calificó al kirchnerismo, calificó a los argentinos por la acción del gobierno que han elegido. E hizo bien. Los pueblos tienen los gobiernos que se merecen y los reflejan. La Argentina no ha hecho más que descender peldaños en la relación comparativa con los otros países del mundo desde hace bastante más de medio siglo. Y, sin embargo, parece más propensa, en su melancólico aislamiento universal, a echar las culpas de sus males sobre otras espaldas, antes que sobre la irracionalidad de los propios actos: el populismo irresponsable; la demagogia vociferante; la desaprensión por la inseguridad jurídica y física; la pérdida alarmante de la vieja cultura del trabajo -que generó, entre otras, la grandiosa inmigración europea-, y de la austera y rigurosa educación popular predicada con obsesión por Sarmiento y Avellaneda.
Con sólo la voluntad de revertir la tendencia hacia la disolución a la que han llevado al país tales perversiones, podría plasmarse un plan sano de gobierno. En vez de eso, amplias mayorías se aferran a la supuesta sabiduría de falsos íconos intelectuales, consagran sin chistar la superioridad atribuida por una anacrónica superstición a diletantes de café y a "pensadores" que enjuagan frustraciones individuales en la hostilidad contra instituciones políticas, económicas, culturales, religiosas y militares establecidas desde antiguo, o contrabandean delirios marxistas del pasado en emprendimientos que ocultan, bajo monsergas nacionalistas, el mismo objetivo de destruir las libertades conquistadas desde la Ilustración.
Como lo que importa son los conceptos más que los propaladores de mitos falsos, habrá que detenerse una vez más en el daño mundial ocasionado a los argentinos por la forma en que el país se apoderó de las inversiones españolas en YPF. Pero habrá que hacerlo con el presagio de que eso puede ser un anticipo de más avances sobre la propiedad privada.
La incompetencia intelectual y moral apañada en las estructuras estériles del Estado aspira, como si fuera poco, a medrar aún más de lo que lo hace con los logros de la producción rural argentina. No hay un solo sector de la economía argentina contemporánea que haya dado más pruebas de responsabilidad, de visión empresaria, de apego a la innovación y de capacidad creativa que la suma de los productores, de los industriales asociados a ellos y de los profesionales e investigadores aplicados a cuestiones agrícolas y ganaderas.
Esa constelación estuvo preparada, después de largos períodos de desasosiego, para cosechar la retribución merecida cuando los términos del intercambio giraron a nuestro favor en la economía mundial a comienzos de este siglo, hasta alcanzar valores desconocidos desde hacía una centuria. Esa constelación aportó con esfuerzo y talento los recursos -muchas veces malgastados- sin los cuales los últimos dos gobiernos no habrían podido llevar a la Argentina a la vorágine consumista que comienza a demostrar su agotamiento.
El campo ha duplicado el número de tierras cultivadas y ha cuadriplicado la productividad agrícola. Ha mejorado la genética de las carnes y contribuido a contar con una industria que penetra en mercados exigentes del mundo. Ha incorporado la tecnología más avanzada para la producción y, si no lo ha hecho aún en la medida en que lo hacen otros países, es porque en la aventura del arribismo y el arrebato se ignora que los derechos de propiedad intelectual deben pagarse a quienes han invertido en investigaciones sin las cuales no habría progreso.
Los gastos del campo en fertilización y todo tipo de nutrientes y en combatir las plagas de la naturaleza -aparte de las más onerosas de la política- son enormes. Y podrían serlo más aún, si la política fiscal del Estado suscitara esas inversiones, en lugar de desalentarlas y castigar a cultivos que resultan, como el maíz y el trigo, fundamentales para la rotación y la sustentabilidad productivas.
Los argentinos debemos levantar una vez más las manos para aplaudir al campo que, además de alimentar, se ha convertido en poco tiempo en el tercer exportador mundial de combustibles, con la generación de esa riqueza energética con que multiplica ahora, para un modernísimo y nuevo destino, los recursos renovables fecundados desde sus extrañas. Hacerlo será justicia..

1 comentario:

  1. http://xlsemanal.finanzas.com/web/articulo.php?id=78558&id_edicion=7327

    Queria que veas esto . Claudio J. B.

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