Golpe de Estado a Fernando Lugo

Aún no se concretó y el final es abierto. Puede suceder. El golpe de estado exitoso en Honduras demuestra -si se está dipuesto a cualquier carnicería y a trasferir ingresos, de manera salvaje, de los más pobres a los más ricos- que es posible sobrevivir, como país, a los golpes de estado. El fracasado intento de golpe de estado en Venezuela, que sólo duró 48 horas y, para decirlo con toda la crudeza posible, tuvo un sólo error, nacido de evitar la técnica argentina de desaparición del cuerpo de Chávez -que en esas condiciones prolongaría la esperanza de que esté con vida- o su asesinato, para no recrear, una tumba desde donde reagrupar al chavismo. En 2002, Estados Unidos y España, los financistas y sostenes del golpe, tanto de Venezuela como posteriormente de Honduras y hoy de Paraguay y un par de años antes, en el fallido intento de golpe de estado en Bolivia y Argentina en 2008, en 2002, estaba en pleno genocidio en Irak y Afganistán y los Aviones No Tripulados, que hubiera sido la solución militar y quizás política, no estaban disponibles en Venezuela, tanto por su cercanía con Cuba, las guerras que se libraban en Medio Oriente, cuanto por sus consecuencias en Colombia. Nadie olvida que el drama colombiano nació con el asesinato de Eliécer Gaitán.
La forma del golpe de estado en Paraguay tiene un formato de estos tiempos cortos sudamericanos: una izquierda extraviada que empieza a los tiros con la policía, la vacilación de Lugo, el quiebre total de sus alianzas políticas, la inestabilidad del mercado interno, cierto formato institucional, como el que la Corte Suprema le dio al primer golpe de estado en Argentina contra Yrigoyen; y tiene, la contracara de los apoyos intensos que suscita el presidente y del contexto regional. La Unasur está a prueba.
Se trata de las bases militares yanquis en el Paraguay.
Un triunfo del golpe de estado es un retroceso y una alarma, de manera de leer todos los acontecimientos que sucedan acá de forma distinta.
Basta recordar que hubo, en el norte argentino, un conjunto de demandas parecidas que terminaron con muertos. Esas demandas aún están sin resolverse. Nada tienen que ver los gobiernos, conservadores populares, del norte. Acá el asunto es la Presidencia de la Nación. Y lo que está en juego.
Cualquier intento de golpe, como ocurrió tras las elecciones de 2009, si tiene cierto ropaje, truchísimo como el de Cobos -que concurrió a elecciones en Mendoza con el apoyo del peronismo disidente, el socialismo y el radicalismo- tendrá un importante consenso de minorías sacadas por su impotencia electoral. Y ni que hablar de las fuerzas corporativas, como Techín, las Petroleras, los Bancos -heridos por las AFJP- los medios K, cuyos empresarios, mayoritariamente, se derán vuelta, y el Grupo Clarín.
De esas cosas, con esa densidad y esa problemática, hay que hacer, en los grupos democráticos, más allá y más acá del peronismo, el progresismo, la izquierda, el conjunto de las fuerzas democráticas tiene que encontrar la manera de fortalecer la democracia en Paraguay, así sea por mera conveniencia. Y el kirchnerismo es la mayor fuerza política del país. Y Argentina tiene armas, que resultaron voluntaristas en Honduras pero extremadamente dignas y nobles, desde su estado, para fortalecer la democracia en Paraguay. La soja, las rutas, la ganadería, la inmigración, los eventuales exiliados, el prestigio internacional, los foros, la Unasur, el Mercosur, la alianza con Brasil: hay que poner toda la carne en el asador. Antes de que sea demasiado tarde.

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