La otra comunicación

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No pude, temporalidades del mundo digital que transitamos, escucharlos en simultáneo a mientras, en el tiempo viejo, transcurría. El tiempo viejo es el tiempo del cuerpo. Después me dormí, después fui a la radio, después, acabo de llegar. Un lindo informe sobre la cantidad de netbooks entregadas por el gobierno nacional. Hubo, en la radio. Zambayonny armó histeria entre el vejestorio con la canción Argentina nuestro hogar, que, cuando terminó el programa, le dije, mañana la seguimos. Los más pendejos, que son la mayoría de los que escuchan y los que probablemente no puedan, más que como desafío, saber que es cierto lo que conté de la ciudad de Lujan, las tropas de Pancho Ramírez, la capital del país que fue, de la Confederación Argentina, Paraná (donde van a retransmitirnos, falta que cierre los papeles con la radio, y ahí, de paso, con las radios de distintos lugares del país que llaman para requerirnos lo mismo. Otra temporalidad, la que se narra fuera de los canales formales, donde nunca nos sentimos, del todo, cómodos. Ahí, la cosa corre, en esas canaletas del juego y la droga, como reguero, claro, de pólvora. Por la presencia, ja, del último bandido del lejano oeste, Hank Soriano) diferenciarlo de la guerra, que se me ocurrió en el momento, por asuntos fronterizos y por quién tuvo el primer bebé del año, entre Santiago del Estero, que descolló con su aviación bombardeando hospitales maternales de su rival, La Pampa, que apostó a las tropas de infantería. Cosas de un planeta donde nadie quiere curar a nadie.
Y ahora llego, voy a verlos a Andrés, nunca lo vi en la tele, no tengo tele, ni miro CQC desde hace, no sé, 15 años, bah, no sé cuánto, y Ludmila, que está pronta a sacar su libro, no la escucho, tampoco, en la Pop, porque siempre, a esa hora, qué se yo.
Voy a ir a ese programa, lo prometí y fallé un par de veces, debido a mis problemas de comunicación con la mañana. No puedo aguantarla. Eso es al mediodía, como es, para mí, la mañana. Ya iré.
Probablemente no tenga antecedentes lo que nos ocurre en la radio. Tantas radios online retransmitiendo. Ya somos, lo que se dice "un programa de culto". Los audios están en facebook o twitter. A veces, cuando me acuerde, subiré alguno. No es tan importante. Siempre encuentran. Como un texto sus lectores. Por los túneles de lo apropiado, quién lo escuche. Nunca hay que forzar formatos y audiencias. Nunca, hablarle a tantos que a nadie. Nunca comprometer a esccuhar. Transcurrir, dejar fluir. Apostar al tiempo. Perder la paciencia. O que todo te chupe un huevo.
¿Dónde sobrevivirá la literatura, qué puede enseñarnos la literatura, qué hay que recoger de ese guante de la poesía para el periodismo, por qué, hay que elegir y apostar, con terquedad, los caminos alternativos, en
 qué esquina se cruza la escritura digital con el mundo del compromiso intelectual? Temas de un semanario, que a pedido mío, será con metodología de taller. En una facultad prestigiosa. Ciudad de Buenos Aires, donde entro, con demoras de mi parte y recelo de las autoridades institucionalizadas del mundo de la cultura, con inscripción abierta, pronto, en un mes, y así es la vida.
En las orillas de los ríos donde viví leí también libros que ahora me acompañan como ecos, cansados, transitorios, de donde me estoy, desde hace unos años, yendo. Hacia un lugar maldito, que ahora se institucionaliza. Que ahora, han decidido, algunas pocas gentes que me leían de contrabando, en despachos llenos de siglo 20. Para que viva, con una tarjeta de débito. Y deje de ser mendigo de un mundo donde los saberes que me apasionan, ya no valen. Sino están, convenientemente, en alquiler. Me pongo a escruchar este programa. Chau, putos.