La Pimpinela lanza la candidatura de Scioli, en cuatro cuotas

Definitivamente, parece, se pudrió todo. Entre Scioli y "La Señora" como le dicen, a Cristina, los dirigentes del peronismo, allá en la cima, incluso, los que la quieren. Siempre me llamó la atención. Hay una mezcla de educado provincianismo y cierto desdén, quizás superioridad, en las nubes semióticas del término. La Señora. Bueno, mi impresión -por favor, chicas, de pie: voy a dar MI IMPRESIÓN- es que mañana sale el 34 a la cabeza, lotería de la provincia. Los que sobreactúan peronismo suelen aplicar, en estas peleítas en los diarios, el peronómetro, o sea, el arma, al interior del peronismo, de la derrota. Un peronista en planta permanente sabe que, ni aún así, puede darse el lujo de la ortodoxia. Se les huele que se vomitaron encima los analistas que hablan del peronismo como la interminable lucha por el poder. Una mirada más afinada y sutil de la historia no revela, precisamente, eso. Pero, qué se yo. El peronismo nietzcheano es una mirada despreciativa de una modalidad que excede a la argentina y tiene un corte de clase muy preciso: el, por decirlo de un modo que todos entiendan, caudillismo. Se trata del liderazgo fuera de las zonas donde racial y culturalmente se cocina el puchero del sentido común. Cómo estamos, corazón, con las metáforas.

Es la lucha por la sucesión lo que transcurre. ¿Se adelantaron los tiempos? No, mis amores, las élites del poder corporativo, de facto, se cagan en las rutinas institucionales desde que asumió el kirchnerismo. 

Y le quieren, además, marcar los tiempos. Si no pueden marcarles los tiempos biológicos -la oligarquía está temperamentalmente inclinada al asesinato- ni en la política democrática, entonces, adelantarán los tiempos de la autodestrucción. 

¿Puede el kirchnerismo autodestruírse? Claro que sí, no para de hacerlo a cada rato. Fenómeno, ya que estamos, muy peronista. Se llama destrucción creativa. Y desde la periferia no se comprende, con las leyes de la física, el fenómeno de la autodestrucción que deriva en crecimiento. Que no es lo mismo que lo que Gramsci llama crisis de crecimiento. 

El kirchnerismo se está radicalizando, está creciendo, digamos, su ala izquierda. Fenómeno que le dio vida, allá por el 2003, con otras relaciones de fuerzas. Y funcionó. Y en el 2007. Y funcionó. Y para remontar, en el 2009. Y funcionó. 

Falló, puede suceder, en el 2008. El kirchnerismo -hoy en día, hasta que el FAP, Frente Anti Peronista de los conservadores santafesinos termine de deglutir al radicalismo, dejando, así, en soledad a los partidos de las clases dominantes- es la garantía de la resolución democrática, institucional y política de los conflictos sociales que son, querido Papá Noel, preexistentes a los nombres propios. A Scioli, por ejemplo. ¿Hay garantías de que ésto salga bien? No. Nunca hay garantías. 

La derecha se va a recostar, equivocadamente, en Scioli. Pueden, ojo, ganar. Así es la vida. La izquierda lúcida, lo que incluye a la mayoría del peronismo, se va a recostar en Cristina. Los torpedos apuntarán, previsiblemente, a La Cámpora. Se viene, amorcitos, un tiempo difícil. Con un apartado: ya sabemos, qué nos dirán, por no pensar lo mismo: ahora, son todos drogadictos. 

La histeria periodística, un poco por conspiración, otro poco por cómo se da el cuadro político de ausencia de la derecha organizada (por eso, hasta que el FAP de los conservadores santafesinos degluta el radicalismo y llegue a un acuerdo, de hecho, con el PRO: no hay razón, más que de personalidades, para que los dos partidos portuarios y de la clase media, los tres si se suma el radicalismo, estén, tontamente, divididos) y un poco por que ahí radica, en la histeria, su naturaleza; la histeria periodística infla un poco las cosas. Infla los huevos, también. Hay que decirlo. 

El problema es que las nociones pesadas -incluso, en su delgado plano semiótico- de gestión, administración., acción, futuro, horizonte, recaen, de antemano, en el kirchnerismo. Scioli, te han servido un relato como postre antes de darte la cena. 

Ayer, por ejemplo, el Poder Tribunal, dictaminó, para lavar sus culpas y cobardías aristocráticas, que la política de derechos humanos que implantó, con su dejo inaugural, el kirchnerismo, tendrá vigencia por 50 años. Personificados en la condena a Videla. 

Hoy, por ejemplo, hay un paro de los trabajadores que cobrarán las rebajas salariales, en términos reales, y la fragmentación nominal. Sí, Scioli va a terminar con el kirchnerismo, ajá, la cosa viene un poco lenta, eso sí, como en cuatro cuotas. 

La nueva política, ésa de no hacer más que avisos publicitarios, está dando sus mejores resultados: todos están enojados con Scioli. 

Todas las "fuerzas vivas".

La imagen de Scioli, quizás ni se altere. A Scioli lo ven como una buena persona. Un pequeño detalle, sin ánimos de escupirle el asado a la mersa consultoril: "la gente" no quiere a una buena persona como presidente. Sí para temas municipales, como Macri, que, pobrecito, quedó afuera de cuanto acontecimiento relevante ocurra. Si Cristina no le tira una soga, para que se ahorque de vez en cuando, nadie se acordaría de que ahí está. Una buena persona, como cree la epistemología encuestadoril que es Scioli, puede, perfectamente, almorzar con Mirtha Legrand. Para negociar con el G-20, para poner en caja a Los Moyono, para meter en cana a Videla, para lidiar con los desbocados del Partido Clarín, se requieren, oh, otras cualidades. Un cuero más duro. Habilidades que superan un recital del gran Cacho Castaña. Facho Castaña, un grande.

La Pimpinela, que comanda Daniel Scioli, se pretende una especie de duhaldismo portador sano. Y, por que la realidad los llevará ahí, por que si sopla el viento se deshacen doctrinariamente, apuntarán, sus cañones, a La Cámpera. Se vienen, si avanzan, los freaks de La Pimpinela, días sombríos. Quizás el kirchnerismo logre disciplinar las histerias malcontenidas de las corporaciones. Y volver a encauzarlas en un canal democrático. Pero nada está asegurado. 

Sí, una cosa está asegurada. 

No nos vamos a aburrir.