lunes, julio 16, 2012

Números, pero creíbles, eran los de antes. Bah, hay un 92,3% de posibilidades de que sea así o no.

En nuestro país no sucede ninguna excepción, aunque, quizás, el rol de Guillermo Moreno, un hombre que en el microclima de vagancia gubernamental tiene prestigio entre otras cosas por que concurre a su despacho, bueno, quizás la desmesura con que Guillermo Polémico Moreno ha hecho mierda instrumentos preciados de gobierno transforme el caso de la pérdida de eficacia social del IPC, que tampoco bajo ningún gobierno gozó de mucha credibilidad que digamos, pero bueno, quizás esa desmesura haga creer a algunos analistas perezosos que se trata de un fenómeno argentino. No, y en todo caso, Argentina es de los pocos países donde no está prohibido por ley cuestionar los números oficiales del IPC.
Pero, más allá de eso, los números, aburrida vanguardia en la comunicación gubernamental, rescatando del polvo de la historia un viejo positivismo que viene a tono con el amateurismo de los análisis comunicacionales, han entrado en decadencia, sencillamente por tres fenómenos convergentes: 

1) la caída de los grandes relatos, principalmente ideológicos cerrados, reemplazados por la ciencia numérica, no demostró mayor eficacia dado que produjo, en simultáneo a la caída del socialismo real, el debilitamiento de las socialdemocracias y el estado de bienestar.

2) la expansión del saber estadístico, que hoy forma parte de casi cualquier carrera, ya no sólo, y como si fuera poco, de las anterioremente disciplinas enroladas en lo social o humanístico. 

3) el desarrollo de la informática, que ha impactado de lleno en las matemáticas. 


Dos números no son puestos, todavía, en cuestión, fenómeno que excede a la argentina. La audiencia televisiva y los números de internet, sus audiencias. Pero, a ambos, les comienzan a entrar las balas, dado que los tres fenómenos anteriores y el entrecruzamiento majestuoso de estos dos datos, los de las audiencias televisivas -llevadas, en el plano idiota de la hiperrealidad a una especie de consumación mayéutica con la verdad- y las visitas que tuvo tal o cual página, la más incuestionada de todas, y la más débil y emblemática a la vez, las de youtube. Y ambos, se parecen. Y ambos mienten, aún cuando, parafraseando a Sabina, dicen la verdad.
Las audiencias televisivas tienen una muestra constantes sobre un universo y objeto de estudio cambiante. Y, las visitas a un video de youtube, que se proponen como el paradigma estadístico, en realidad, se le parecen. Con una notable introducción analítica: el cambio, además, de los soportes. 
Cada número que muestra la página de youtube -de la empresa monopólica (pero buena, según nuestra clasificación de monopolios: monopolio argentino, como Clarín, malo, monopolio mundial, bueno)- representa una IP, es decir, un número asignado a cada computadora, a diferencia de años atrás, donde mostraba cada visita. Para no abundar en la cuestión técnica, extremadamente compleja, de ingenierías que entrecruzan ciencias duras -como la ingeniería, las físicas, la ciencias computacionales- y el más esquivo asunto de la influencia, basta decir que no se conoce cómo computa la navegación a través de una cantidad abrumadora de IP, por ejemplo, si en algunos navegadores, se pone navegación privada, si se suprimen cookies, etc o cómo las de los formatos telefónicos o de libros digitales. La muestra de campo no es jamás, como se presupone, sobre el total de las audiencias disponibles sino sobre un porcentaje, cuya magnitud se desconoce. 
El peso de ancho de banda, la audibilidad y visualización, los idiomas, la posición en los buscadores, la publicidad, los algorritmos de procesamientos y múltiples etcéteras van a incidir, por supuesto, en esos números, serios, fríos, que aparecen bajo un video. 
La misma caja de herramientas que puede utilizarse para medir, por ejemplo, en Twitter cuántos siguen a una persona que no tenga nada interesante para decir (nadie puede tenerlo, en última instancia, en 140 caractereces: por eso está toda la frivolidad de la farándula, el deporte y la política ahí) y el alcance como red social en el sentido analógico del término, es recién "posterior" a este tipo de injertos mecanicistas. 
Los números, viejos, cansados para comunicar nada, explican además el modo, en el plano político, en que se sustenta la jerarquía de valores políticos encarnados en nombres propios: la presidenta puede hablar de tal porcentaje de viviendas realizadas y Scioli contestarle con tal porcentaje de imagen positiva, como si ambas cosas incidieran del mismo modo en la realidad. O Macri balbucear alguna tontera en su lenguaje limitado. Las modalidades de argumentación no difieren tanto (todas van a la razón instrumental del ser político: sobrevivir) aunque cambien los valores en los cuales sustenten su bilardismo. 
Pero, la realidad, siempre más compleja de descifrar, no es un crucigrama donde cada palabra vale de acuerdo a una estructura predefinida, sino que incluye la lucha por el valor de esas palabras y una materialidad -en el sentido amplio y denso del término- que la sustente. 
Dicho en criollo, queridos putos, a pesar de esa cosa horrible de tirarnos porcentajes, nominalidades y dibujos matemáticos, en tanta cadena nacional, la presidenta lidera y Scioli mira con cara de boludo. Y de Macri ya nadie se acuerda. 
Es probable, incluso, que Macri vuelva a Buenos Aires antes de que Antonia aprenda a decir ALGORITMO. Es probable en un 37,7%, pero no seguro. 

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