Sarmiento, Evita, Cristina

La marcha de la economía no produjo los deseos oscuros de los voceros corporativos de la derecha, que pasean sus militantes de la economía para sobrar a la gente, anunciándoles catástrofes que, para colmo, sí se producen en los países que ponen como modelo. 

La crisis económica se profundiza con escalas bélicas en las periferias del mundo donde se disputa, siempre de fondo, la apropiación directa o indirecta de los recursos primarios. Las potencias industriales se disputan estos insumos estratégicos como el petróleo a través de guerras comunicacionales, en el mejor de los casos, con matanzas cruentas en otros, financiando mercenarios y poniendo y sacando dictadores, en Medio Oriente. Sudamérica goza de una paz inédita en un mundo en crisis económica y guerras por todos lados. Las desestabilizantes fluctuaciones de los precios internacionales de las materias primas esta vez no lograron que en la mayoría de los gobiernos y países estratégicos de nuestra región las clases dominantes disputen a su interior con la violencia que históricamente los caracteriza. Es una situación que se ha dado en la historia muy pocas veces. Y que tiene particularidades que directamente nunca se dieron. 

En líneas generales, el gobierno argentino es uno de los que más ha sabido aprovechar esta situación. Porque en líneas generales, todas las economías han crecido en la región. Aunque nuestro país es el que más creció. Y más gente sacó de la pobreza y la indigencia. Y más puestos de trabajo creó. Pero, no solamente. 

Lejos de estar "aislados del mundo" como repite la histérica cantinela de los retrógrados, la Argentina ha leído correctamente las potencialidades y debilidades de la situación internacional. No sólo ha usado esta coyuntura para fortalecer del mercado interno, distribuir con inclusión social sentando precedentes ojalá que irreversibles, sino que además ha hecho una apuesta histórica en el desarrollo educativo de los sectores populares. 

Con lo mejor del legado de Sarmiento -es decir, sin comprar su combo de educación para todos combinada con un racismo contra las mayorías que, lamentablemente para Sarmiento, habitaban y habitan este país- o, más adecuadamente, con el valor simbólico que en la Argentina industrial tuvieron las máquinas de coser donadas por Evita, la entrega de las Neetbooks a todos los alumnos completa la vocación integradora, universalista, con los impulsos reindustrializadores, de crecimiento del mercado interno y la mirada estratégica a futuro. Una pequeña disquisición: el porteñismo ilustrado, europeizante de Sarmiento, ese genial escritor, pero que al leerlo uno siente que Julio Argentino Roca era, al lado de él, más bueno que el Chómpiras...o la Chimontrufia; tenía, sin embargo, una vocación legada de la revolución francesa por lo universal, en el sentido inclusivo del término. Por eso la inclusión de Sarmiento en esta línea, que puede sonar rara en boca de un entrerriano adscrito a las corrientes de un revisionismo histórico, pero no sin beneficio de inventario, como quien ésto escribe. Que aprovecha, de paso, para saludar que en la presentación del billete de Evita, el primer billete que llevará a una mujer pero también a quien no se ha desempeñado militarmente (dato soslayado con demasiada prisa), la Presidenta haya esquivado una polémica facilista, sobreinterpretada y en camino a enormes equivocaciones, en torno a Roca. Fin de la disquisición. Sepan disculpar.  

Probablemente, la entrega de las notebooks tenga sus efectos visibles completos en próximas generaciones, cuando ya no estemos para verlo. Pero tiene efectos ahora, y uno de esos efectos, que a ojos ciegos puede parecer pequeño y menos importante que los efectos en las variables macroeconómicas, es la esperanza que siembra en quienes se encuentran excluidos, en el colmo de la brecha digital. Que miran los programas de mayor audiencia cómo se da por descontado un montón de manejos tecnológicos que los exluidos, por no poseer poder de compra y por tanto estar afuera hasta del raiting, en muchos casos no han visto ni en las vidrieras de los negocios mientras esperaban el colectivo. No hace falta remitirse a la selva chaqueña, a los montes misioneros o a los pueblos donde la tortura policial es moneda corriente en Salta, sino que, inclusive por la existencia de un gobierno nacional y popular que otorga dignidad a los trabajadores de los oficios más difíciles -como los recolectores de basura, las empleadas domésticas, etcétera- quedaban afuera, por la exclusión cultural del mercado, del mundo digital. De los avances en la cultura. El mercado librado al azar es sencillamente cruel. Genera desigualdad no por que se le escapa, sino por que así está pensado. Con esa fría y calculada crueldad. 

Por eso la acción del gobierno argentino, al que se acusa con facilidad de no tener políticas de estado (el Poder Tribunal acaba de decidir, con la condena a Videla, que ojalá viva mucho tiempo, que la política de estado de derechos humanos durará medio siglo), es fundamental para corregir estas inequidades y con toda probabilidad, por la generosidad que históricamente a demostrado el pueblo argentino, las nuevas generaciones incorporadas al nuevo mundo guarden esas notebooks para mostrárselas a los nietos, cuando ya no queden ejemplares guardados de este diario y cuando esos nietos miren esos aparatos raros como si fuese el zapatófono del Agente 007. 

El valor, afectivo, emocional, que tiene la esperanza, no importa a los retrógados porque sienten asco por lo popular, pero tampoco a economistas de postín sino aumenta la productividad. Aumentará, claro. Y se sostendrán las variables principales de la economía como se viene demostrando. Pero eso tan difícil de dimensionar en cuadros sinópticos y que importa a la gente sencilla, la esperanza, vale más que todo un simposio de economistas neokeynesianos. Que, al primer viento de cola, se van corriendo a comprar dólares. La gente sencilla no puede ahorrar, aunque apuesto un asado a que esa misma gente hará un esfuerzo para guardarse un billete de 100 pesos con la cara de Evita. Para mostrárselo a los nietos, junto con la computadora. El rostro de esta argentina agradecida no es medible, ni por estadísticas económicas ni por encuestadores, como la mayoría de las cosas que nos importan, no son medibles en curvas, porcentajes y diseños en power point.

¿O acaso deja usted, señora, de querer a su marido un 17,2% cada vez que él mira a una chica linda en el programa de Tinelli?

Bueno, quizás se enoje un 8, 04%.