Perspectivas para el 2013

En año entrante se presenta más fácil financieramente. Hay obras lentificadas para que caigan más o menos en cinta para las elecciones plesbicitarias del año que viene. Y pagos de deudas contraídas por gobiernos anteriores infinitamente menos acuciantes que los de este año. Y el control de la máquina de emitir, un punto menos para la patria concesionaria, tan atada al glorioso crecimiento del estado. Y consecuentemente, de la corrupción estatal. Y no, como afirman con optimismo liberal, por que en el mercado hay más competencia o porque, como afirman en las tertulias católicas, los políticos sean más inmorales que la media. Sólo son más egoístas. Sino porque el capitalismo sojero, en plena crisis mundial de la industria occidental (o sea, de su aparato militar, a cuyo derredor se desarrolla, concesionariamente, la industria) sólo puede desplegarse como capital físico, no financiarizado, como babosa al estado.
De esta situación, ciénaga del tercer mundo, aún, no puede, sencillamente, salirse. No hay manera. Ni acá ni en la China. Ni que hablar de Rusia, Brasil o Sudáfrica. Volvamos.
El 7 de diciembre comienza el momento más aburrido de la política comunicacional: la etapa de los alaridos y abogados. El momento donde la aristocracia máxima del Poder Tribunal especula que todos jugarán a su favor. No la veo. Pero allá ellos, militantes de sí mismos. Todavía conservan el prestigio de los ñoquis con presupuesto para publicidad. Pero les van llegando causas y hay cierto malestar por su poco apego para el trabajo. Ay, los cortezánganos del Poder Tribunal.
El peronismo de derecha puede resucitar pero al interior del dispositivo kirchnerista y en la Pampa Húmeda, donde siempre tuvo suerte. Yo miraría el rediseño fallido del Partido Justicialista que hizo Néstor Kirchner al inicio de la presidencia de Cristina. Duró dos meses. Pero estaban, ahí dentro, los adversarios que se pintaron la cara junto a la oligarquía.
No va a pasar, creo, por ahí el conflicto: los precios de los granos parecerían, siempre son volátiles, pero parecerían subir de a poco. De bajar, los empresarios primitivos se ponen a laburar, sólo protestan cuando creen que van a subir astronómicamente sus ganancias.
El pueblo trabajador nota que la estrategia ortodoxa para bajar la inflación no funciona un carajo. Pero es todavía tolerable. En los umbrales del sufrimiento humano, para utilizar categorías de los organismos multilaterales, que acá pasan por casi marxistas.
La política social, descontando, claro a los que se quedaron fuera del relato y duermen en las calles, es sólida. Le gana a la inflación. Es precaria, también, pero tiene, algunos pilares inéditos y que hablan del mejor gobierno, a mi criterio, de varias décadas atrás: el reparto de notebooks y la universalización de jubilaciones y asignaciones familiares.
La oposición corporativa ha quedado aislada en lo comunicacional, que propende, más que a desmonopolizarse, a aislarse del resto del gentío. Y crear nuevas burguesías diversifiadas. Basta ver la entrada de nuevos jugadores.
Pero las empresas inflacionarias, depositarias de la inflación y el crecimiento real del mercado interno, están alineadas políticamente. Disciplinadas. Son, junto al verdadero senado (los gobernadores) quienes tienen la llave de la gobernabilidad. Ante la ausencia, ordenadora, del Partido Militar.
De La Sota, el cuadro más inteligente de la derecha -dentro del dispositivo K, que es el único lugar donde hoy la derecha tiene alguna posibilidad de pegar el volantazo) anda avivando giles. El riesgo es que eso haga crecer, dentro del kirchnerismo de izquierda, a Scioli, como alternativa de aterrizaje suave. Aclaro, por si hiciera falta: eso me parece una mierda. Pero es el paisaje que se está organizando si no cambian las variables. Y las variables son esas: De La Sota es, para los acuerdistas temerosos de la desmesura, menos confiable que Scioli. Y la apuesta del kirhnerismo va a ser meter a todos en la misma bolsa para capitalizar las elecciones plesbicitarias a legisladores, teniendo mayorías e impulsar la reforma de la constitución. La apuesta de De La Sota es ver con qué fuerza llega a ese escenario.
Macri y Binner, en ésta, no juegan a mucho. Y los radicales tendrán que alquilarle a Macri en algunos distirtos y a Binner en otros, su estructura y capitalización electoral, a la búsqueda de colar legisladores.
Resta ver qué hará Bonfati, el gobernador de Santa Fe. Es el peón que, puesto al medio y protegido por todas las fichas puede, con una sola jugada, morir, pero dar vuelta el partido: a favor de unos o de otros.
La sintonía fina, el ajuste progresista, ya está hecho. Se crecerá poco. Lo que deja margen para volver a crecer a tasas chinas y las sorpresas, como la estatización de YPF, que cambian el escenario. Esos golpes de efecto, pero golpes reales, que cambian el partido, a los que son tan afectos desde la trinchera K. Y la llamada profundización del modelo es una necesidad.
El panorama, entonces, sin ingenuidades, es optimista.
En este escenario -el futuro es siempre imprevisible- podríamos llegar a Octubre del año que viene a menos de 5% de desempleo, es decir, técnicamente, pleno empleo. Las paritarias, entonces y por la suma de factores antedichos, serían importantes en aumentos. También la recaudación, o sea, las jubilaciones. Y estarán terminadas las reformas a los códigos civiles y penales que, hoy, suenan aburridos, pero desatarán los siempre redituables electoramente gorditos ñoquis del opispado.
Y, no sé si notaron que la derecha naturista dejó de joder con la minería y la ecología, pues, oh, no, para cambiar esas cosas hace falta...una reforma constituional. Y que todo el discurso de Macri aunque no se de cuenta, habla, justamente, de la reforma del 94. Y que Bonfati ni Scioli ni Macri tienen reelección.  
El escenario de Brasil tienta, moderadamente, a pensar en alguna reactivación de las ramas de ensamblaje, donde se pagan buenos salarios y, junto con los alimentos y la cadena de superexplotación textil, más el comercio y la logística, tienen, para el año entrante, mejores perspectivas.
O sea, se puede organizar el cuadro para que las elecciones legislativas sean un plesbicito constitucional. Y se puede, quizás, ganar. Lo que equivale a no perder por paliza en capital, ganar en provincia (hoy, muy difícil, pero falta tiempo), no perder por mucho en Santa Fe y Córdoba y arrasar en el resto de las provincias.
Como los legisladores se renuevan del 2009 y en 2011 fue un triunfo contundente la epopeya de la reforma constitucional, hoy lejana e históricamente imposible, no parece, ahora, tan improbable.
Sayonara