La sociedad del microclima

El microclima de los peluqueros goza de una prestigiosa irrelevancia y no suele ser estudiado, concienzudamente, por los cráneos autorizados a narrar el gran relato que es lo social. El gran relato hegemónico. Dónde, por ejemplo, un pibito, cuyo máximo atributo es haber nacido hace sólo 20 años -lo que remite a lo concreto: los únicos méritos que tiene la juventud por sí misma son méritos de los padres, que no hayan, digamos, cogido antes. O usado forro (pido disculpas por usar malas palabras a los recibidos de conservador social, creo que ahora les dicen "cuadro político")- tiene, no importa en qué sector político, la irrefrenable tentación de decir que el señor Subsecretario de Algo tiene razón, por que es Subsecretario de Algo, sino, no lo sería.
Razonamientos así de estúpidos, en algunos microclimas, principalmente, en ese enorme conventillo de retorno de la juventud a la militancia -la militancia joven son los padres- son moneda corriente. Indiscutibles. Si el que habla es el "referente". Referente, como el retorno de lo no existente, dice mucho. La juventud no puede retornar a la política porque el lugar del que deberían retornar tuvo la suerte de no haberlos parido. Es el lugar de los padres. La juventud, señores, son los padres. Y los referentes son los dispositivos de propaganda de los líderes. No son elegidos por las bases. Ni de abajo. Ni de manera democrática. Ni bajo ninguna perspectiva política, sino meramente propagandista. Suelen, por eso, ser los más nabos. Traen la parentela, con frecuencia, para corroborarlo. Cosas de los microclimas. Que, por ejemplo, en el microclima de los políticos, te puede reformar una constitución que termina incluyendo a los peluqueros y sus microclimas. El microclima de los peluqueros define qué llevamos, mayoritariamente, en la cabeza. Ni más ni menos. El microclima de los indies qué utilidad social tiene la rúcula en una pizza. Y el microclima de los sicarios te define el costo de un asesinato. Por supuesto, en Argentina, a diferencia de Perú y Colombia y Brasil y México que son países serios, donde el estado no se mete en el mercado del asesinato, no sólo no aumentan constantemente las trabas y los costos de un delibery de asesinos, sino que incluso, bajan los precios. Y reciben muchas inversiones extranjeras directas. Economía. O sea, la continuidad de la guerra por otros medios.
El relato de los bicicleteros te definía, en los tiempos donde fui niño, el costo, peronista, de inflar una bicicleta. Se iba, en retirada y cometiendo todos los atropellos institucionales y republicanos posibles el radicalismo y venía el peronismo. Y todo empezó a cambiar. Fuimos creciendo con eso. Se cobraba por lo que de niños consideramos público. No sólo se enrejaban las plazas, se demolían edificios estatales, sino, también, los talleres mecánicos, era mi percepción infante de las cosas, se habían peronizado. Bueno, no era peronismo, era menemismo. El verdadero peronismo es éste. Claro. En realidad, este razonamiento pavote y melancólico cala en la necesidad social, hegemónica, de construir un nosotros. Es la misma parte de la sociedad que acepta éste razonamiento, más allá que en aquellos tiempos decían que Menem era el verdadero peronismo y no el de Isabél Perón o el del Perón del 45 pues había "evolucionado". A Cavallo, por pelado, no se le ocurrió decir que la continuidad de la UCEDE era San Martín "evolucionado".
Claro que los microclimas no están ausentes del Gran Relato Social. De sus jerarquías, técnicas de chantaje, de dominación, sus peligros y acechanzas -la exclusión, por ejemplo- por el contrario, reproducen esas técnicas, con leves modificaciones. Pero, en el caso de los peluqueros, su microclima es como el de los subsidiados industriales: el que tiene más plata es el mejor.  Y pertenecer a ese microclima es no quedar afuera. Por ejemplo, en las cifras que han bajado, ok, han bajado, de la desesperación social. Y en la creencia de que esas cifras son las cosas. Mamita. Los estadísticos. Dios nos salve de ellos. Y sus microclimas.
En el Gran Relato Social la inflación no tiene causas, sólo efectos. Es cuestión de "medirla"; con técnicas que dan como resultado que los que compraron los bonos K ganarían más. Y en el ínterin, los beneficiarios y víctimas de esa guerra social por la apropiación de las cosas materiales y simbólicas no saben bien por qué pelean. Si contra el Indec, contra Clarín, contra la derecha, contra...Sería, obviamente, ridículo pelear contra "la inflación". Eso es pelear contra la nada. Contra una categoría técnica que ni a palos da cuenta de la complejidad de la dinámica social. Que es la expoliación. La explotación. La dominación. La técnica.
Lo social tiene un corte transversal y horizontal, que es la desigualdad. La dinámica de organización social, principalmente a partir de las políticas estatales, para crear desigualdad. Y otro corte, disperso, verticalizado -no es lo mismo el microclima de los cartoneros que el microclima marxista de Kicilof en Punta del Este- de microclimas. De conjuntos con cierta verdad, autoexagerada como mecanismo de reproducción, con cierta autonomía funcional. Por ejemplo, en el microclima de los cartoneros, el más fascista y violento, tendrá posibilidades de dirigir al resto. En el microclima marxista de Kicilof en Punta del Este jamás nadie puede decirles, che, ustedes crean las condiciones materiales y simbólicas para que en el microclima de los cartoneros triunfe el más fascista, dado que como todos sabemos, los cartoneros -aunque tengan 20 años y vivieron la mitad de su vida bajo este gobierno- son culpa de Menem. Y sino, el abogado defensor de la burocracia, el Doctor Estadísticas, te lo puede probar. Y no es que, como postula la derecha, las estadísticas sean mentira. No, no es eso. Son los microclimas. El más importante senador nacional del kirchnerismo dijo que no existe la indigencia desde que está la asignación universal por hijo. Bueno. Cosas de los microclimas. La presidenta dijo, rodeada por los impresentables de la UIA y la oligarquía subsidiada como Urquía, que hay 32% de trabajadores en negro. Yo, por ejemplo, no debo figurar, pero trabajo en negro. No debo figurar por que Menem inventó el monotributo y las concesionarias privadas. Entonces, si el gobierno se enoja un poco conmigo, de pronto en las empresas privadas para donde ejerzo de periodista, hay demoras en los pagos. Cosas muy lindas, de microclima. Pero volvamos al trabajo en negro. ¿No tiene nada que ver el ministro de trabajo, el jefe de gabinete, los empresarios presentes en eso, el lumpenburguesariado del relato que quita el acento a este, el único dato relevante de todo el discurso de Cristina, nuestra presidenta, no tengo nada que ver yo, quienes están leyendo, que probablemente tengan empleadas domésticas en negro, paguen estacionamientos a "trapitos" que trabajan en negro, nadie tiene nada que ver? El Gran Relato presenta como un hecho natural, despolitizado, lo que es el producto y perdón a los antipolíticamente correctos, de la política, de su degradación, de su ineficacia, de su capacidad de ocultar, más que de disputar. Los planos de la empresa privada concesionaria para dar la cadena nacional mostraban a Kicilof, el Ministro de Trabajo, De Vido; al Secretario de Subsidios al Empresariado Guillermo Polémico Moreno, mientras se estaba diciendo que un tercio de los trabajadores es ilegalizado por sus patrones. ¿A quién, entonces, reclamarle por ésto?
Y sonaban las cacerolas. El microclima de los ricos. Que se sienten iguales al resto, qué barbaridad. Entonces, hacen ruido. Cortan calles. No son desocupados haciendo ruido por que la política no los representa, cortando el tránsito por que se les están violando derechos indispensables, jerárquicamente, en la letra muerta de la Constitución y las leyes, donde se supone son más importantes, pero naturalizados por la letra viva del Gran Relato Social. Donde, el kirchnerismo, como conducción del estado, se ganó un poroto de dimensiones inmensas: no reprimir la protesta social. Bajar el clima de crispación que instaló, durante décadas y con picos apabullantes, la derecha. De que protestar equivale a ser asesinado por el estado.
Más vale, ese terror anida aún en las conciencias de los sectores populares. Y trae beneficiarios y víctimas en la complejidad del relato social. Claro que sí. Otros dos porotitos, dichos al pasar: que el empleo en negro esté mal visto, que funcionen las paritarias con naturalidad, y que los delitos de les crueldad, se pagan. Tarde o temprano, se pagan. Los jóvenes que ingresan a las fuerzas represivas del estado lo tienen muy en cuenta. Eso sí, en esos jóvenes, está el retorno de la política. Bah, no, tampoco, ¿adónde retornarlos, a qué tiempo histórico, a la creación, con Perón, de la Federal, que reprimió obreros opositores, si a ése momento de la patria en donde menos se reprimió no es posible retornar este poroto, entonces?
¿A quién le chillaban esas cacerolas, durante la cadena nacional, a Paolo Rocca, de Techint, ni más ni menos, el responsable, junto con el estado, de que sean tan caras las cacerolas? No, a Cristina. Por que es multimillonaria -perdón me sacaron de contexto, diría Feinman- pero no la hizo, a la plata, como ellos. Y su papá fue colectivero. A Kicilof, por que es marxista. A Moreno, por que es un banana rodeado de patoteros de cuarta. A De Vido, por que vino del sur y nadie lo conoce. Bue, ja, deberían conocerle la casa. Para quedarse tranquilos. No van a derribar paredes de los countries.
¿Qué anida en esas cacerolas reaccionarias sino es otra cosa que el odio a las ideas de igualdad?
La sociedad, corrida a la derecha, despolitizada, la izquierda posible, el kirchnerismo, en su mejor momento, con la estatización de YPF y la reforma de la carta orgánica del Banco Central (ambas medidas, de resonancias fabulosas e implicancias estratégicas para las ideas que, qué se yo, pregonamos; bueno, ambas medidas, surgidas de microclimas, no fueron reclamadas en las calles, ya no por los carolos sino por los movimientos sociales o sindicatos: todo un dato) , junto a una agenda de reformas progresistas en el campo de los derechos civiles (que mayormente legisla la práctica social como lo fue el divorcio o el matrimonio soberano, pero que también redirige los recursos materiales: opera en la distribución del ingreso, por ejemplo, que las mujeres, que son, en los sectores populares, doblemente explotadas, tengan menos igualdad legal) pero todo ésto, que parece empañarse porque el kirchnerismo cambia la agenda a cada rato, hace política, oh, El Eternauta! ayyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy, bue, pedazos de bananitas dolcas, se inscribe en la lógica desesperada de la sucesión. No porque falten tres años, sino por que la desgastante lógica de la sucesión es la ingobernabilidad. Debe, entonces, sobreactuar su peor costado, el del oeste, donde está el agite, para mantener la gobernabilidad. El timón. Mientras, al interior del Gran Relato Social se disputan estas categorías naturalizadoras de la desigualdad social. En el marco, fragmentado y condensado, de la dicotomía. La única posibilidad de radicalización. En la sociedad de los microclimas. Claro que la profundización que yo espero tiene que venir por lo social y no por los Comisarios de la Revolución Semiótica. El problema es con cuál anclaje. Si acaso existe el sujeto social y político para esa profundización de la distribución. Creo que no. Pero que se está construyendo. En los microclimas donde la política todavía está viva. A pesar de los políticos.