#8N

Evocar la tragedia del 2001 para la comedia del #8N como espectro del pasado que le otorgó legitimidad (¿la legitimidad consensuada ampliamente -lo que explica la crisis terminal del radicalismo- está dada por la renuncia de De La Rúa o por los crímenes del gobierno radical-frapasista?) para luego desdecirse ante el mote de "destituyente" suena a farsa deliberada. Probablemente, por las distintas condiciones culturales, conseguidas a través de la administración estable de una economía en expansión constante. Y que amaga, y en ocasiones logra, distribuir progresivamente el ingreso.
Lo que a su vez derivó en que sea un valor compartido la estabilidad de los cargos electivos; ésa es, fácticamente, la principal herramienta del cambio cultural.
El mismo movimiento de pinzas se traduce en correr por derecha al gobierno al mismo tiempo de negarle cualquier verdad progresista. O dar por sentado que de existir una reforma constitucional Cristina ganaría las elecciones (el eje aglutinante de la movilización) pero al mismo tiempo negar que haya ganado las elecciones de manera limpia o ética.
El #8N sirvió para compactar las relaciones de fuerzas entre una derecha muy minoritaria (hoy movilizada) y el gobierno nacional. La derecha, decidió así, a caballo de la desesperación del contrabandista Macri por ir preso en la causa de las escuechas, lo que lo acerca de hecho a la ilegalidad del Partido Clarín; la derecha decidió entonces cortar toda amarra con el consenso: decirle a los suyos que aún no sienten esa violencia simbólica contra el gobierno, que no pueden volver a votar en la CABA por Macri y Cristina a la vez, como ya efectivamente sucedió.
El fenómeno es menor en Córdoba y Santa Fe (por que ni Biolfatti -el gobernador ruralista de Santa Fe- ni De La Sota juegan a todo o nada) pero continúa, debilitadas, las mismas líneas de abordaje.
Claro que los cordobeces y santafesinos de clases medias altas y altas son los únicos en esas provincias, como en todas las provincias, que viven en un país. Las mayorías populares al interior de cada provincia no vivieron en un país, sino en su provincia. Fenómeno que un liderazgo fuerte como el de Cristina y las políticas de estado desplegadas ha disminuido pero no eliminado.
En la CABA, como inconsciencia de que el resto del país les subsidia todo, viven en un país, todas las clases sociales.
¿Dónde, entonces, se cortará el lazo que unía un partido municipal con su jefe procesado y rupturista o con la única fuerza política de alcance nacional?