Foto y estrategia.

La excesiva carga de entusiasmo en ocasionales, nada más que ocasionales, fotos de la reunión de un dirigente opositor con otro; la excesiva carga de entusiasmo por parte de quienes escriben la narrativa algo desvencijada de la oposición muestra, más que la imposibilidad de una fusión opositora en una gran
Unidad Democrática con las variantes y matices de ocasión, muestra, más bien, la necesidad imperiosa y furiosa de esos mismos escribas por la unidad opositora, sólo para alcanzar el mismo volumen político que el kirchnerismo. Dicho al pasar: tal volumen político, el del kirchnerismo, se considera peligroso por su tamaño; pero la búsqueda de alcanzar algo similar o mayor revela que se trata, más que de miedos a la hegemonía o a mayorías demasiado mayoritarias, se trata, sencillamente, de un asunto de programas. Que es, justamente, la razón por la que la oposición no se unifica.
A grandes rasgos, en la oposición predominan hoy, gracias a estos estridentes voceros (sustentados en el Partido Clarín, de lenta, pero inexorable agonía) quienes pregonan un pre kirchnerismo de manual. La vuelta al estado menemista, con el paradigma del capital financiero como estandarte. Son, además, los sin votos. Los marginales de ocasión: Fernando Iglesias, Amadeo, Giúdice, Milman, Bullrich. Su puerto de llegada no es otro que Macri. Pero hay otro grupo, más numeroso y con votos, que no quiere retorceder. Que entiende, como la Alianza en 1.999 que hay que mantener los pilares actuales pero retroceder, quitar el freno o debilitar las políticas distributivas. Es lo que en la práctica representa lo que queda del radicalismo en las intendencias y en especial el conservadurismo popular que gobierna la provincia de Santa Fe. Y hay un tercer grupo, que es el del peronismo, digamos, salvaje. Que representa lo mismo que el conservadurismo popular pero con más énfasis en la agroexportación y, fundamentalmente, en las estrategias políticas. Consideran que es fundamental acordar, así sea en términos simbólicos, con la principal fuerza política del país, el kirchnerismo. Limpiándole, en todo caso, su ala jacobina.
Las fronteras del peronismo salvaje no son tan nítidas, van desde la falta de brújula de De Narváez hasta  el más maduro derechista De La Sota.

¿Cuál incentivo, faltando tres años para la renovación presidencial, los instaría, eventualmente, a unirse?
Sencillamente, hoy por hoy, ninguno.
No es que las condiciones sociales y culturales sean permanentes y estables, pero la urgencia del Partido Clarín no coincide, menos en su ocaso, con las agendas de estas oposiciones, excepto en el ala marginal de los sin votos, que encima, en su mayoría, tienen pruritos con el puerto de llegaba, básicamente porque el delincuente de Mauricio Macri no les ofrece ninguna garantía de triunfo.

Que eventualmente parezcan unificados y siguiendo la agenda del Partido Clarín llama a confusiones estratégicas. Lo que estas oposiciones, mayormente, están haciendo, es ganar tiempo. Es esperar que cambien, como por ósmosis, las condiciones estructurales vigentes.

No hacen una lectura que se quede solamente en lo local. El entusiasmo, bien narrado en su patetismo por el candidato a presidente Jorge Lanata, por las elecciones bolivarianas donde esperaban una derrota del factor dinámica de la política suramericana, muestra que la estrategia de estos opositores, sin duda apegados a los grandes grupos económicos, es ganar tiempo. Y lo errado e impotente de esta estrategia.