Indice de precios al No consumidor

El cuerpo es la variable de ajuste del sistema, tanto para comer comidas baratas -y estar gordo, tal la configuración actual del capitalismo y sus mañosos artilugios- como para soportar la represión directa; la cárcel, la tortura, los hospitales, el trabajo; cuanto para soportar la discriminación; como viajar en colectivo, en tren, soportar, siendo trabajador, la lluvia tormentosa y el calor, la indumentaria excluyente -que es la antítesis de la exclusiva- etcétera.



Los alimentos populares se están, sencillamente, yendo por las nubes. Lo mismo el gas envasado, la calidad del agua corriente en las grandes urbanizaciones colaterales y desplanificados, donde viven los trabajadores.
Un salto de calidad en la problemática que difiere de lo acontecido hace una década. En la argentina pre-kirchnerista.
Pero la sintonía fina, ya algo olvidada, no apuntó a esta problemática. Bah, un poco sí. Se está intentando, de manera ciertamente inédita en democracia, parar la tortura. Política criminal sistemática. Nótese, en especial los que se la saben todas sobre interpretación del Corán republicano, que el poder tribunal, causante y responsable de las torturas estatales, no ha movido un dedo en relación a la represión más pornográfica sobre los cuerpos pobres.  Se pueden ir a la mierda, señores aristócratas. Fue el poder legislativo a instancias del ejecutivo el que algo está haciendo. Con impulsos, a no olvidar, inéditos en democracia.

La ausencia estricta de una política estatal sobre los alimentos, teniendo, además, la posibilidad de que un conjunto de militantes juveniles se vuelquen a una tarea social de visibilidad estratégica y perdurable y resultados concretos en lo inmediato, hiere, esta ausencia, el proyecto nacional y popular. Para decirlo de manera piadosa.
Ahora que estamos, señoras y señores e igualitarios y extraterrestres, taaaaan sensibles.
No es la única ausencia.

Todo lo que rodea a los alimentos, pero principalmente su producción y comercialización, tuvo, años atrás, un impulso loable e ineficaz que ya ni siquiera acontece como relato. O como impulso. Tanto los acuerdos de precios como las retenciones móviles apuntaban ahí, al corazón del orden económico. Cultural y social.
Nio isquiera, ante la ausencia de una política anti inflacionaria en los alimentos populares, se puede hablar de calorías y nutrientes. Hay algo en las harinas, que deben ser enriquecidas por ley y que están subsidiadas, razón de la burla y elusión impositiva, dado que la militancia, por que se trataba de un acto de gobierno que implica la ntauraleza del verdadero poder, la militancia juvenil no fue convocada. No estaba en juego un canal de televisión sino la salud de la población vulnerable, la estructura económica y los subsidios a la oligarquía. Vendría bien, dicho sea de paso, un ministerio de alimentos.

La producción de alimentos tiene un bajo coeficiente participación popular. En sus etapas de comercialización, la cosa cambia. Si en el sujeto potencial se incluyen las ferias populares y las privadas, los pequeños comercios, los emprendedores, la venta ambulante, los itinerarios de circuitos alternativos de compra.
Pero, el estado tiene una baja incidencia en la articulación estratégica, de la que se obtendrían mayores beneficios económicos y simbólicos, de haber integrado estos sectores sueltos. Lo que necesitaría de una política estatal que comprenda en su conjunto -integrando en el análisis a los grandes productores y comercializadores- la totalidad de los actores, imprimiéndole su sesgo ideológico y, por tanto, al además incorporar el otro sesgo ideológico del movimiento popular, una direccionalidad.

No hay nada de esto. No hay otro lugar simbólico que el kirchnerismo para plantearlo. Tal es además un parte de época. Como un parte de guerra.  Dado que las viejas luchas civiles hoy se concentran en la disputa por la inflación. Una disputa que hay que comprender en todas sus lateralidades.