viernes, enero 25, 2013

El pato de la boda no me invitó a su casamiento





 A medida que vas creciendo te vas haciendo más seguro. Porque estás más seguro de la muerte.
De manera que puede definirse
a la seguridad
como una sensación de proximidad.  Como las rueditas de la primera bicicleta. O un hermano mayor en el patio de un recreo violento.  El policía de la esquina cumple esa función icónica: la seguridad es la proximidad. La inseguridad los bosques, las hadas, lo lejano y extraño y huraño. No, huraño no. Pero quedaba tan saltarina la palabra ahí, catalina.
Eso provee, proximidad a medida que se aleja, la utopía. Para qué sirve la utopía: para sentirte seguro y cálido en el vientre de tu mentira.

Tocar, con la yema de los dedos, el borde hiriente de la incredulidad.
Sentarse a mirar la ventana.
Con la persiana cerrada. Mirarla así, como un evento de sumarísioma importancia. Con una chica de correcto teñido rubio, de edad indefinible, esa edad, ponele, casi treinta o casi treinta y cinco, donde las mujeres ni tan lindas ni tan nada, hacen su menopausa, Y con trajecito gris. Todo planchadito. Te lleva del brazo. Hacia la ventana. Que tiene la persiana cerrada. Te regala souvenires que irán a morir en el cajón más lejano de tu escritorio. Y te lleva, caminando entre firme y relajada, hasta la ventana. De tu propia casa. Y te deja ahí. No interrumpe tu protocolar ceremonia. El ceremonial y el protocolo. Esas sutilezas tan de manual. Tan a trazo grueso. Que te dan ganas, a la señora de la menopausa y traje gris y souvenires e historias aburridas y reiteradas sobre la insignificancia histórica de la placa en homenaje a etcétera, un aplauso para el señor etcétera, gran benefactor de la síntesis y entonces te dan ganas de mirarle, con parsimonia, su culito. Te quedás atrás para mirarle el culo. Para preguntarle, a la ventana, si el ceremonioso culo de la secretaria ha sido penetrado siguiendo el protocolo. Si tendrá reglas y formas y fetiches obvios y grititos copiados de la tele sin haberse enterado, pero no le digas nada, sin haberse enterado, en la menopausa que es la antesala de la menopausia, sin haberse enterado, qué es un buen orgasmo.
Aunque lo sospecha.
Mira los camioneros gordos de brazos y carácter y sueña que la violan y sueña que la ponen así sobre ese cosa y justo cuando agarran y entonces todo eso.
Pero nadie se permite, en el protocolo, más de un a sospecha en el mes. En conveniente fin de semana largo y tras una copita,  ok, fueron dos, no, tres, oh, qué rebelde la señora, perdón, señorita, ya parece, mirála, ya parece el Che Guevara. Ese que era rebelde. ¿Era el Che Guevara, no?
 Había una serie que se llamaba Buscavidas, en los años 80. Yo era muy chiquito. Pero me la acuerdo. Me gustaba. Como me gustaba Camino al cielo. Después, a medida que vas creciendo, sobreviene el cinismo, que es la manera de procesar las heridas.
Tomarse el pelo. 
La manera de procesar las heridas. Sonó bien, quedó bien, la manera decirlo. Y la tranquila referencia al cinismo. Como un estadio inevitable. Me estoy poniendo un poquito pelotudo. 

De tanto tomar apuntes de las cosas que ocurren y las que no ocurren.
Pero deberían.
Y tomar tu mano, en un caminito de piedras rojas de esas que había en la plaza que tiene otro nombre pero le dicen, creo que todavía, plaza del bombero. Por que tiene una estatua ridícula de un bombero. Colorido y sin vida. No es la clásica estatua quita de la historia con mayúsculas, ese ambiente donde todo es ceremonial y protocolo, la historia con  mayúsculas. La aspirineta de los que buscan fundamentos a todo. A absolutamente todo. A los que quieren, incluso contra toda evidencia, creer. En algo. Lo que sea.
Creer en tomar, por ejemplo, apuntes. Y tomar un vinito. Con hielo. 
Y tomar, de paso, el cielo por asalto.
Y tomar agua con melancolía. Y que te tomen por gil hasta los que dan el rponóstico del tiempo. Y tomar las palabras como de quien viene. O tomarlas en serio. Qué mierda importa. Qué cambia. En la inmensidad del universo. Condensado en el acto torpe de mirar la ventana. Y escribirlo y contarlo. Quizás, la única manera de afrontar el universo sea cogerse a la menopausa, para buscar un poco de calma. La ilusión del retorno. Del retorno al vientre. Como una especie de coima a la ilusión.
Qué vieja ha quedado esa consigna en tiempos fraccionados y minimalistas: tomar el cielo por asalto. Desde las torres de lujo el sol está ahí, el cielo está ahí, podés respirar un pedazo de nube, besar, con parsimonia de recursos humanos, la neblina. Siguendo el tonto protocolo. La ceremonia del protocolo, eso que se agasaja a sí mismo, para hacernos sentir irremediablente abombados ante el show de la repetición. Sin conmoverse. Hasta las lágrimas. Por lo despintada que está la persiana. Por la rendija de la ventana.
¿Quién defenderá a Somalía y Yemen de los ataques terroristas que a diario le propinan los Estados Unidos? Me pregunta, fumando un cigarro, la ventana.
Qué mundo de mierda.
Puede caber en una ventana pero es incapaz de meterse, entero y de un saque, adentro de mi cuerpo.




5 comentarios:

  1. joan bobelier d´l bousac25 de enero de 2013, 3:16 a.m.

    Me gusto mucho, chabón. Más refinado cada día y sin perder la sorpresa de tu estilo que asoma. No se puede escapar al taller literario que proponen tus escritos, parecen fáciles e invitan al intimismo. Creo que tocaste tres cosas en mi cesera. Camino al cielo, buscavidas y los limites de lo incognosible. De las dos primeras recuerdos de muy chico y de la tercera cosa de mas grande. Los limites, que tema loco(ja, como uno de spinetta,ja re 80s,(epa, mucha monosilabicosis)). Cualquier problema tiene su universo solucion dicen los mas bobos que tienen que estudiar para comer. Con descartes y algunos otros bancados por los monarcas a los problemas se los partía en pedazos. Le ponian limites. La verdad, como realidad se puede partir en pedazos y cada parte tiene un logica que se puede ver como un otro todo que se autocontiene, dicen esos. Boludeces, para despues poder liquidar el sueldo con un monton de cosas que el tipo no entiende; como que te salva la medicina de la vida de mierda que crea. ojo, estoy tomando cerveza con cubos de hielo (cubitos, horror) y me puedo equivocar dentro de los limites del castellano.

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    1. Una bobada: mi cocina debe ser mas higienica que el laboratorio de algunos quimicos de hace 100 años atras. Vivimos en laboratorios. Naturaleza y fuerza fisica... horrorrr!

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  2. Lo único que entendí es tu mal gusto para las mujeres. Las de 35 son exquisitas.
    Creo que más allá de que está bien escrito me deja parado en el mismo lugar, y en ese caso sólo sirvió para alimentar tu vanidad, en lugar de la mía, que es lo que necesito cada vez que leo algo.
    Abrazo.

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