Lo distinto son los miedos

Hay una columna de Martín Rodríguez.
Una réplica, poco esforzada, mía.
Y una tercera posición, je, de Abel Fernández.

Lo ideología, quizás así planteada sea equivocada pero es la ideología que hegemónicamente prima,  de lo democrático es el contrapeso. A eso yo llamaba "contrapesismo".

La militancia, la que expresa el horizonte hacia adelante  y por tanto mira hacia atrás, y sostiene, a su manera, la gobernabilidad en la sociedad de masas -lo cual me incluye, en un apartado si querés pequeño, pero para que se entienda: la ideología de escracho Nélson Castro es vital para el sostenimiento del proyecto de Macri, aún cuando, el escracho no se sintiera particularmente atraído por el analfabeto funcional: en el sentido gramsciano del término ideología (más complejo aún, en el sentido de la Escuela de Birmingham ) que incluye como intrínseca la hegemonía- no tiene, dentro del conglomerado rentado que apoya a Scioli, más razón de ser que replicar el quilombo cultural que hizo el kirchnerismo. Por ahora, sin suerte. Por la carencia de ideas fuerza y por la incapacidad de conducir estas cosas que, más que conducirlas, hay que hacerlas viables y aguantar y luego liderar.

La militancia intensa necesita, en el orden simbólico para las mayorías, un contrapeso. Ese es el papel que tienen Scioli y en menor medida, Massa, que tiene mayor volúmen político pero está incapacitado, por la práctica, de crecer en densidad conceptual. Por que se perdería su razón de ser en contrapeso.
El kirchnerismo es contrapeso del neoliberalismo y, en los últimos años y de manera aún incipiente, de los globalizadores sin demasiadas preocupaciones nacionales (menos populares) como Macri. Scioli, y a su manera Binnerd,  y cada gobernador, operan en el imaginario simbólico como contrapeso.
El Partido Clarín ha querido, aún sin suerte, ubicarse ahí. El Poder Tribunal -y desde ya lo apostaría, fracasará- lo mismo.
Es Scioli, es Binnerd, es todo aquel que adquiera cierto estatuto, real o imaginario, de independencia dentro de ciertos límites que parecen amplios y con una perspectiva histórica aún de corto plazo, se nota que no lo son: a favor de esta paridad cambiaria, de estos mecanismos distributivos (y desigualadores) de esta política exterior, etcétera. Todo con matices. He ahí la clave, los matices.
Descartada la revolución o el golpe de estado, así piensa, aspira o imagina nuestro pueblo: con matices, con miedo a lo radicalmente distinto.
Lo distinto se construye, paso a paso.
Por eso al peronismo le va tan bien electoralmente.

No sólo Cristina no construyó -ni va a construir, pues es el recambio de un tal Duhalde y jeje- un sucesor, tampoco Binnerd, Scioli, De La Sota, Macri, y cuantos etcéteras se quieran.

Conclusión, los votos se transfieren, pero no necesariamente de la manera en que el líder quiera. Ahí se ve, entonces, el cruce de votantes en Macri y y Del Sel y Altamira con Crisitna, por una razón extremadamente sencilla: en esos casos, estando Cristina, no hay necesidad de contrapesos. De no estarlo, hay que pensar en una mayor fidelidad de transferencia. Como la elección del vicepresidente de Perón tras la muerte de Quijano.