martes, julio 09, 2013

El romance del árbol y mi sombra




Aún para mis parámetros. Fue una noche triste. La que me dejó. Por otro. La noche es así: suele anochecerle a un montón de gente a la vez.
Al que nunca vi venir fue a ese otro. Que ni siquiera conozco. No importa. Cuando volvía llovía. Se me perdió, en algún lugar, también esa noche, la billetera. Con las llaves de mi casa.
Lacan decía eso del corte del velo, era algo así: recién te dejan, recién te cae la ficha, cuando anda con otro. Y acá, alto. Alto a la narración, no alto yo, que mido metro y medio (Salvando las distancias, diría el diario La Nación. O Zambayonny, dos discos atrás. Ahora sale el nuevo. Lo presenta el día del amigo)
¿En qué estábamos?
El romance del árbol y mi sombra. A veces creí que una vida entera, independientemente de los años que hayamos vivido, se puede narrar así: con puntos suspensivos sin ton ni son, muchas comas, paréntesis que cierran al infinito, frases contundentes, párrafos densísimos, emociones insoportables, un paraguas colgado en el perchero y sentimientos lindos. Cursis y lindos.
Esos caminos a ninguna parte no requieren policías sanitarios ni ministros de ideología.

Habrá, para proseguir, que adentrarse en alguna música. De tambores. Una retirada montevideana, con su carga depresiva, silenciosa. ¿Opresiva? Se me hace que sí, pero no le encuentro el hilo conductor.
No hay mayor posible silencio que el de los ruidos programados, previsibles, con cadencia de final.
Hagamos así.
Estoy completamente solo en una ciudad donde se han ido todos de vacaciones. O huyeron por una epidemia que era mentira. Pero no están. No hay nadie.
Incluso una paloma olvidadiza acaba de partir desde un balcón a no sé dónde, se pierde. Se va. Entre las estrellas. Era una paloma superdotada, excéntrica. Su mamá siempre le decía: a vos, si seguís así, te van a relatar entrecomillada. Tuvo razón. Claro que no hace falta poner "paloma" si la guasa sube hasta las estrellas. Podría haberse corregido a tiempo, la paloma. Pero no quiso, no pudo, no supo. ¿Creer en dios, en el dios de las palomas, o acaso las palomas van a dar por sentado, en el caso de tener la capacidad del hombre de inventar un dios a su imagen y semejanza, van, las palomas, a ser tan boludas de crear un dios que sea el mismo que nosotros, los humanos? No, macho, el dios de las palomas es un palomazo. Ni macho ni hembra, versátil. Paloma universal, que hizo todo, pero se equivocó al crear las palomas. Más o menos como nuestro dios: si las cosas salen bien es gracias a él, si las cosas salen mal es culpa de los hombres. Un dios bonapartista.  Pero no creo que las palomas tengan la capacidad de imaginar. A diferencia de los hombres, tropiezan con la misma piedra varias veces, pero no saben contar cuántas veces.  Las piedras son las únicas cosas capaces de chocar dos veces con el hombre, pero no lo saben. No saben contar. No pueden imaginar, abstraerse, operar con la capacidad de abstracción. Signo distintivo. Y esa paloma, al costado de las Tres Marías, se perdió, para siempre. Un bicho imposible, allá, tan arriba, fue una mitología o aún es, nadie puede saber si ha muerto. Sigamos.
Señor Semáforo, buenas noches, disculpe que lo moleste. Señor Semáforo, yo, qué quiere que le diga, lo veo así, parado como un policía triste en la esquina que creo, ya jamás, bah, quién sabe, pero en principio nunca volveré a cruzar con el mismo espíritu de tus ojos y esa distancia, tentadoramente eterna, que tiene el adiós, cuando por estas calles fui, otras veces, planeando como salvarnos, salvarte, mi amor, salvarme, voy con las manos en los bolsillos y la boina medio caída sobre un ojo, la barba mal cortada, las zapatillas limpias (curiosidades de esta nueva vida que abandono), con la misma miseria moral que arrastro hasta las catacumbas de los secretos más boludos. Te quería. Creo que te quiero. Por eso todavía me miento, aunque si la tristeza es distancia la mentira es solo cuestión de tiempo, como esto que te estoy escribiendo. Te invento novios. Maneras en que me dejaste. Para dotar de épica al desgaste administrado. Como si una canción pudiera resultar del trámite postergado de un expediente. La carpeta gris que espera en un estante. De una oficina postal. En el exacto culo del mundo donde hay una estación de trenes, un kiosco de diarios cerrados y un perro durmiendo a la tarde. Por que,ja, en esta metáfora de ahora, damas y caballeros, es de tarde. Un atardecer con heridas de nueve batallas y media. Que nadie quiso relatar. Pero existieron.
Entonces, la ciudad vacía por una alarma de epidemia que al final era mentira. Vuelvo a la noche, la esquina, al Señor Semáforo. Parado ahí. Cambiando, inútil. De colores. No hay autos. Los focos están cansados de ser el espantapájaros de asaltantes. Pero no pueden comunicarse entre sí, jamás pudieron armar un sindicato. Uno se apaga. No con chispas o de repente, sino que va perdiendo intensidad hasta que deja de ser foco para ser recipiente de foco: está quemado. Es normal. Tiene más noches que yo, que estoy quemado, pidiéndole a mi cuerpo una moratoria. Pero la luna asomada por una terraza, donde alguien antes de huir dejó ropa tendida, ilumina con un rayo débil, voluntaristas, que sin querer, por esa secuencia torpe de la composición del mundo, se hizo rayo heroico. Con luz débil. Bien del subdesarrollo, el rayo, que me da, y proyecta, mi sombra. Que ya no es la misma sombra. Ahí NO fue (vamos a cambiar de tiempo narrativo: total, el tiempo real, el ajeno a la mentira, es conjugación. Conjugación de cosas que estaban hace millones de años y seguirán estando millones de años despuésque todos nosotros muramos) decíamos, ahí NO fue que el Árbol se chamuyó mi Sombra, sino cuando se volvió a prender el foco, mágicamente, dándole una elegancia, una pinta a mi Sombra, como maquillada con Corel 11, así  fue que vio al Árbol y fue, perdón que escriba así, pero fue un flechazo, lo juro, amor a primera vista: la sedujo de un flechazo a lo Corín Tellado y diecisiete minutos después yo estaba más solo, como cada diecisiete minutos de cada año transcurrido, aunque casi nunca me doy cuenta, esa es la diferencia, en fin,  concretamente, fue así: mi Sombra vio la melancolía (digna) de ese Árbol y se plantó en la vereda, en abierto desafío, tironeándome, encima, de la camisa. Arrancándome, incluso, un botón. Aunque en toda la ciudad no haya quedado nadie para contarle a mis tías consorcistas, me parece, queda desubicado, completamente desubicado andar forcejeando con tu sombra, le dije. Calmate, gato. También le dije. Y agregué (algo excedido, lo reconozco) vos, Sombra, sos la derecha.
Es que se me amotinó, loco.Y si la debilidad de un hombre se mide por cómo sobrelleva su soledad, entonces tengo menos fortaleza que los planes del fondo monetario mundial.
Creo que eso, incluso, lo dije en voz alta, pero la sombra no me miraba. Miraba boba, floja, el Árbol. Adolescentemente. Contra toda evidencia científica la Sombra estaba mirando el Árbol. En ese momento, lo único que se me ocurrió es que se había enamorado: ¿qué otra cosa puede ir contra toda evidencia científica, sino? Puede que sea un pensamiento cursi. No, lo es. Extremadamente cursi, pero lo creo. A veces, es simple: cuando nada tiene explicación o es el amor o es la muerte. Nunca podremos comprobarlo. Elige tu propia aventura, entonces.
La Sombra estaba quieta, mirando el Árbol.
Se había enamorado del Árbol.
Hasta me dio ternura. Y sucedió lo que sigue:

-¿Vos, segundona, suplente, que hacés cola hasta cuando yo entro por el vip; vos Sombra de mierda, también vas a dejarme? Está bien. Es tu vida, te banco. Pero quiero hacerte una pregunta, Sombra. ¿Cuando te plantás, te quedás ahí, no querés seguir conmigo más, después te imaginás cómo vuelvo único, cómo camino estas cuadras solo, solamente solo, sin ni Sombra, o pasás a otra cosa y punto? No me contestes ahora. Es la pregunta que debí haberle hecho a otra persona. Disculpame, vos no tenés nada que ver.
Creo que estoy haciendo el ridículo, ¿no? Puede ser, las vidrieras se me cagan de risa. Suerte que no tienen a quién contarle. ¿Tiene nombre el Árbol? ¿Ronca? ¿Llega tarde? ¿Qué dicen de él tus amigas?
Está bien, Sombra, me quedo un rato, te espero. La puta madre...lo único que me faltaba, se me enamora la Sombra. Y por ese Árbol. Pálido, más seco que yo. Más duro. Más terco. Con las mismas cualidades que cualquier Árbol, sin sobresalir, excepto, que estuvo en el lugar indicado en el momento indicado.  Como yo. Y esas ramas, están secas, tienen caspa amarilla, canas otoñales, bah, no, tenés una linda copa, te quedan más hojas que a mi calvicie, estás bastante bien cuidado. Como se nota que nunca te faltó nada. Si supieras lo que sufrían, Árbol, tus abuelos en el bosque...¿Te quedás acá, Sombra, con el Árbol -perdón, es que no sé su nombre- avisame así yo sigo, no te quedes parada como una boluda, por lo menos mirame cuando te hablo, ey, te espero o me voy?
-...
-Contestame. Sombra. O vos también, preferís callarme matándome con la indiferencia. Guarda con errarle el tiro. Y matar la indiferencia. Que no tiene nada que ver, en esta lucha de egos. Devolveme el encendedor. Que además vos no fumás. Sólo a mí. Que puedo ser infumable pero cuando estoy solo me siento la oruga más frágil del planeta, Sombra, dejá de joder, vamos a casa. Tengo sueño. Sino me voy yo. Estás cambiada. Ya no me gritás. Tampoco vos.
-...
- ¿Estoy hablando solo acaso que nadie me contesta? Árbol, si querés, te la dejo. Total, no tengo nada que hacer. Nada que requiera de la presencia de Sombra. Bah, venía armando, por la calle, un poema. Ya me lo olvidé. Es demasiado grasa escribir esas cosas. De maricas.
Cuando existían los poetas todos sabíamos que había que ahorrar esas cosas. Guardarlas para las estrofas. Un poema requiere una esquina vieja, lluvia, una pelota de trapo, rejas de una cárcel, el corazón de uno mismo o alguno robado, el alma si se posee sino cualquier cosa que encuentre en la heladera, una canilla que gotea, unos anteojos, el funeral de un viejo, un amanecer prestado y una Sombra, en lo posible entera. Después, cada uno de esos elementos tiene que conseguirse una rima. Una pareja. Que dure una carilla. Lo siento. Es el minuto a minuto de la poesía. ¿Te dejo, Sombra, me voy solo nomás?
Paren las rotativas, noooooooooo: el foco se apagó. Se te complica vivir, Sombra, justo cuando entendiste todo y te enamoraste. Está la luna. Si me corro un poco, vos Sombra, correte para allá. Ahí va. Creo que te quiere, la luna. Esperá.
-...
-Me siento acá, en la banquina. Sí, te da justo. La Sombra. No me miren así, vidrieras. Andaba conmigo, antes, la Sombra. Pero era muy celosa. Y me seguía a todas partes. Por las noches. Como si uno no pudiera cogerse una buena puta, de las orgullosas nihilistas que los moralistas cagones anulan con las ciencias sociales: lo siento, hay putas que prefieren ser putas tanto como la mayoría de los que mueren en las guerras no querían morir, ni luchar, ni estar en el ejército; como si uno no pudiera cogerse una puta de día. Los celos. Siempre andan velando el amor antes que muera para que cuando muera no se sufra tanto. La depresión y los celos son la manifestación más opaca de este egoísmo feroz que la sociedad postula como modelo de vida: los celos y la depresión son siempre los costos del triunfo. No hay que triunfar. No hay que ser exitoso. Hay que evitar esos sentimientos tránsfugas. Capaz, ahora que lo pienso, que la maltraté a Sombra. A ver, nueve por cinco dividido dos sobre veinte te da...Bah, sí. Y bue. Así es la vida. Se enamoró de otro. De un Árbol. Aprovechen, flamantes enamorados, que cuando amanezca, se acaba todo. Necesitan de la luz. Pero cuidado que mucha luz, como a todos, los ciega. El equilibrio, fijensé vidrieras ustedes que son la muerte vestida para un casamiento, el equilibro se contradice, a poco de andar, con el amor. Por eso, generalmente, ni las sombras ni los árboles se enamoran.
Las vidrieras se les burlan, es cierto, pero tranquilos, que ellos son pura fachada: la gente buena es más linda desnuda que vestida. Las cosas buenas, también. Las vidrieras compiten entre sí por potenciar los deseos más autodestructivos del hombre.
O no. Capaz que no. Pero nosotros, que somos los perdedores de todo ésto, no vamos a andar creyendo en la eficacia existencial de las teorías que en parte renunciamos, en parte fracasamos y en parte odiamos. Es el amor o es la muerte. Para todo lo demás está la ciencia, que incluye narrar estas vidrieras soberbias que creen que dicen lo que quieren: dice los que les armaron para decir.
Perdón, me fui de tema. Sombra, quedate ahí. Me quedo hasta que termine la noche. El amor eterno dura una noche, pero es mejor amar eternamente una noche que dividir los bienes afectivos, administrar el cansancio, hacer del sexo una camarilla burócrata. O no, capaz que no. ¿Pero qué otra cosa podríamos creer, nosotros, que siempre nos dejan, nos olvidan, se van con otro mejor?

En los relojes de adentro de las casas vacías pasaron varias horas.
No hubo epidemia. Ni novedades. La ciudad ausente. Nadie. Hasta los perros callejeros, que son los perros más queridos, porque los cuidan los que duermen en la calle, los protegen; hasta esos perros habían huido en el subte, un vagón especial, que tomaron. Mordiendo a la policía. Atacando con los dientes cariados. Los milicos se asustaron. Rajaron. Yo encontré en la alcantarilla una caja de fósforos mojada, pero pude hacer andar un fósforo. Prendí un cigarrillo. Conté, aburrido, cuántas veces cambió del rojo al verde el Señor Semáforo, me hizo acordar al tiempo muerto en la cárcel, contar segundos, manchas de humedad, nombres de chicas, vidas de santos católicos, frases de Henry Miller. El amarillo, que es el del medio entre los hermanitos del semáforo, pasó la posta al verde y al rojo 12.612 veces y entonces amaneció. En la otra cuadra. En tres minutos, según mis cálculos de viejo cazador de perdices al escabeche, la sombra se iba a desvanecer.

-Te quiero- le dijo, la Sombra, antes de desaparecer para siempre.
-Te quiero- le contestó el Árbol. Y salió gente del edificio. Pasó un colectivo. Un auto tocó bocina. Un linyera abrió una bolsa de basura. Mi vecina la costurera. El señor del banco, un pelotudo. Un diariero vendía mi nota de Crónica. Un pibe sacaba cajones de frutas a la vereda. El afilador llegó con su bicicleta. ¿Se mudan los Calvente? Hay un camión de mudanza y 5 pibes robustos. Un policía, mientras tanto, mira con suspicacia a los fleteros y a mí, por mis zapatillas sucias. Abrió el kiosco. Compré un encendedor. Me fui a mi casa a dormir. Me dormí enseguida.


14 comentarios:

  1. Despierten argentinos!

    Una nueva dictadura ataca la patria y la libertad de sus ciudadanos.

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  2. Enfermos ideológicos.9 de julio de 2013, 9:34 p.m.

    Hay delfines en el riachuelo.

    los desaparecidos son 30 mil.

    la inflación es 20%.

    la pobreza esta en 25%

    y la desocupación en 10%

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  3. Entre las mejores frases de Henry Miller destaco según recuerdo: "Si vas a leer en el excusado, que sean revistas pelotudas. Mejor es valorar que la máquina cagadora funciona". O algo así.

    Respecto a "Elige tu propia aventura": Tuve varios ejemplares, y todos los caminos me condujeron a la muerte.

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  4. La de los juliá era de Anibal?



    Investigaste algo alguna vez, borracho, o lo tuyo es solo mentir para la tribuna?

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    1. Por qué trabajaría contra el narcotráfico un funcionario que consume cocaína?

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  5. Muy entretenido Lucas :)

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  6. "mientras esté Aníbal Fernández como senador, algunas cosas no van a cambiar"

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  7. Me gusta mucho como escribis hermano, vamo arriba no aflojes

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  8. Te quiero luquitas y te mando data de un antepasado tuyo (No dejes de leer: "La Esperanza" de Andre Malraux) :
    Lucas Carrasco era un anarquista que en la guerra Civil Española:
    Se declaró independiente, propuso crear su propia moneda, dejó de obedecer órdenes, y eligió a quien atacar por las suyas.
    No ser orgánico en medio de la guerra (siempre estamos en guerra)

    tiene las ventajas siguientes:

    -Se tiene mucho sexo siendo rebelde.
    -Garpa mucho ser el héroe. El más inteligente, el más malo.

    Y las desventajas siguientes:

    -Se sufre demasiado. (Ser lúcido es muy caro).
    -No hay donde dormir en noches frías y solitarias, (toda estructura es enferma, pero es habitable).
    -Nos empezamos a poner irónicos (ser irónico es debilitar la tropa propia sin dañar al enemigo. El irónico siempre se queda a mitad de camino)
    -A veces nos gana Franco.

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    1. Gracias, Emi. Pero recordá que veces ganamos, con Stalin. Te quiero, yo también

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  9. sos buenisimo y gracioso..... anonimus . dejate de jorobar hermanastro gomia mirá que el sistema cosmico tiene formas de expresion .....papito dejate de hinchar las tarlipes las galapagos

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