La ortodoxia de la ortodonxia

Hay un error de barricadas: la creencia, por parte del gobierno, de que están ganando la última batalla. Que básicamente, consiste, no en sumar a nadie, sino en dos direcciones: por un lado, tratar de negociar con los titulares del poder, lo que incluye alguna chance de condicionar al presidente que venga, la impunidad penal para la familia presidencial y sus red de testaferros.  Ahí se enmarcan casi todas las explicaciones por el rumbo económico. Y el discurso de hoy de cristina fernández De Kirchner buscó engarzarlo con el giro a la derecha que en lo político, trasladando su visión policial asquerosa al plano social, lanzó hoy. Sinceró, digamos.
Y acá es donde entra el segundo aspecto de la estrategia cristinista: que nadie se vaya del redil.
Para la oligarquía política hay los conchabos, la corrupción y la disminuida capacidad de extorsión con los call centers, la TV y las radios.
Para los sindicalistas, están los carpetazos de Milani.
El problema es el  progremercenarismo que aún pulula en los alicaídos presupuestos estatales.
Ahí, empiezan a ver los costos a futuro que pagarán por bancar los trapos del pase, desde la asunción de La Cámpora en Economía, de la heterodoxia a la ortodonxia.
Ya no hay más pastillitas ideológicas creíbles. Lo que explica el silencio de los blogueros de Hernán Reibel, el Valijero de Máximo Kirchner, que terminará sus días políticos paseando por Tribunales, junto a Los Salieris de Mami. Explicando sus incrementos patrimoniales. Contrastándolos con su ostensible y ruidosa falta de talentos.
¿Qué hay para los que, a pesar de todo, necesitan creer en el Dogma de esta religión sin sentido?
Les queda la necesidad de exagerar su odio a quienes visualizan que tienen razón y no traicionaron sus banderas. Lo que de paso les sumo puntos en los ascensos del dinero negro. Pero esa es una compensación demasiado poca. No aguanta ni siquiera un año.
Las purgas, esos procesos de inevitable estupidización intelectual, cada vez dejan más gente afuera. Gente a la que mucho no le importa. Al contrario, lo ven como una liberación. A quienes, además, se suman los que, por ahora mayormente silenciosos, se alejan. De esta indignidad. Y hay que difamarlos.
El problema es que la lista de gente a difamar es tan larga, son tantos ya los enemigos del modelo industrial con diversificación productiva y ascenso social con inclusión, que ni tiempo queda para controlar a los sospechosos: básicamente, todo aquel que sospeche de la infalibilidad de la papisa. Que, para colmo, cada día que pasa se revela más chorra.