Perdón por esta somalía

Mientras troceo -una palabra, cuyo primer registro proviene de los mataderos del siglo 19, hoy, reutilizada en ambientes delicatristes, pero cuya resonancia magnética a mí me da una cadencia machacosa y contundente- un pimiento, rojo, porque nosotros, los que estamos al pedo todo el día y nos dedicamos al periodismo y esas cosas donde no se labura -una especie de diputación de la escritura, mero premio a la persistencia- reorganizamos el mundo conceptual, aprovechando que por cuestiones estrictamente vinculadas a la tecnología de la producción alimentaria que modificaron nuestras pautas culturales, aprovechando que cocinar es más caro que comprar la comida hecha, hoy, antes no, al contrario, hoy que los ricos son flacos y los pobres son gordos, hoy, que el poder organiza su saber alimentario como una industria académica con sus medios, reglas, jerarquías, hoy se trocea, se sustrae el saber popular para transformarlo en mercancía -nada nuevo- y el groso de la rebanada de morrón rojo es clave para el resultado. Previamente asado. En la tostadora, de pura vagancia nomás. Y porque el horno no me anda. Los rojos tienen que tener una consistencia mayor -en el diámetro, para no agredir la parte estética final- que los verdes y amarillos y anaranjados, que luego van a un frasco. Se permite el aputasamiento de una tela con volados y bordados debajo de la tapa del frasco, pues le garantiza un hermetismo mayor, queridos.
Tres cuartos de aceite, preferentemente de girasol, y unas aceitunas -o un aceite de oliva suave, sin las aceitunas- con menos de un cuarto de vinagre. De vino. Y dos cabezas de ajo sin pelar, como para confituras.
Y dejarlo. El tiempo hará el trabajo.
La primera personal del szingular en Troceo también puede utilizarse para hacer explotar minas personales que en la jerga de la muerte se denominan "inutilizadas". Es en los fragmentos discursivos, al borde del lenguaje, donde se alimentan y crecen las jergas, parientes pobres del habla, que producen conceptos que luego serán absorbidos por la maquinaria literaria oficial que legitima lo bien dicho, el decir bien en lo social.
Un hoja seca de laurel y la pimienta, verde, completa el trámite administrativo. Disponible para la sencillez indispensable de la pizza, compañera épica de la cerveza leudante y embriagante de las noches de verano sin novia.O para darle un toque trash a las empanadas de carne cortada a cuchillo (¿y las otras cómo se cortan? Ah, con la máquina, ok. Igual, es demasiado pretenciosa esa adjetivación "cortada a cuchillo": la falta de sutilidad, como en el caso del cristinismo cortado a cuchillo, termina minimizando lo positivo del asunto más allá de su valor nominal) o para escabechear bichos del monte entrerriano, que es mi sencilla finalidad. Con perejil fresco la lengua, previamente hervida en leche, y congelada y vuelta  descongelar.
Con las vizcachas hay que tener manos de finebrero y tacto de prostituta cara pero la burocracia en la cocina vale la pena.
El tabaco Argento, la marca que fumo, corte para pipas, aumentó su precio regulado un 50% por decisión del ministro de economía más pelotudo de la historia nacional. El tabaco Argento es importado.