martes, agosto 05, 2014

¿El antisionista es un antisemita?

Por Andrés Kilstein

@nofumarx 


Sociólogo. Panelista en televisión. Columnista en Tardes bárbaras, Radio Ciudad. Colaborador de Suplemento Sábado de La Nación. 



















¿Por qué el antisionismo es un antisemitismo?

Taguieff, P.A. (2002), Schvindlerman J. (2010), Wistrich R.(2010), entre otros autores, empiezan a observar una transformación del antijudaismo luego de Holocausto. El sentimiento antisemita no se había extinguido con el 35-40% de la población judía del planeta aniquilada, sino que estaba mutando hacia otra forma, que sería claramente reconocible en la década de 1960 y a partir de entonces. La pérdida de legitimidad y el descrédito del antisemitismo racial ante la evidencia contundente del Holocausto motivaron un corrimiento hacia lo que podemos llamar nuevo antisemitismo,  antisemitismo político o antisionismo. 

Aunque hay un consenso bastante generalizado en que la mera oposición a políticas particulares de Israel no necesariamente constituye indicador de antisemitismo, autores como Yehuda Bauer señalan que “el rechazo de principio de la independencia judía y a los derechos nacionales del pueblo judío, o la oposición al sionismo como movimiento nacional sí constituyen una forma de antisemitismo” (Bauer, 1994). En resumen, hay antisemitismo cuando se da un tratamiento más severo al pueblo judío y a su Estado, un tratamiento que no se da otras naciones o Estados del mundo. El famoso doble rasero. Si nadie se avergüenza de vivir en la Argentina que, al igual que Brasil, Chile, Canadá, Francia, Estados Unidos, Irak, Australia, Turquía etc se han constituido priorizando una identidad nacional por encima de otras existentes, priorizando un grupo nacional dominante por encima de otros existentes, priorizando un idioma por sobre otros existentes, ¿deberíamos hostigar a un israelí por vivir en un estado con las mismas aspiraciones que todos los estados del planeta? Aun así, si uno compara el grado de bilingüismo hebreo-árabe en Israel con el poliglotismo de la Argentina, no cabe duda de cuál de los dos países se parece más a un Estado plurinacional, aunque ninguno de los dos lo sea completamente.

Como bien señala Schvindlerman la crítica antisemita al Estado de Israel es “aquella que somete al único estado judío del globo a estándares utópicos de moralidad, que lo expone al escrutinio internacional de manera selectiva, y que invita a la condena pública con una saña que delata su intencionalidad” (Schvindlerman, 2010). Recordemos: no hubo una sola manifestación militante, una sola acusación pública de asesinato, una sola pancarta denunciando genocidio cuando a pocos kilómetros de Israel, en Siria, la guerra civil dejaba un saldo de 150 mil muertos en tres años. Para darse una dimensión de esta cifra, las diferentes guerras que enfrentaron a israelíes y árabes/palestinos (la del ’48, ’56, ’67, ’73, ’82, 1era Intifada, 2da Intifada, 2006, 2008, 2012, 2014) tuvieron un saldo, sumados árabes, palestinos e israelíes no superior a 50 mil muertos. Es decir, en 3 años de guerra civil siria hubo TRES veces más muertos que en 70 (SETENTA) años de conflicto árabe-israelí. Con todo, no hubo una sola marcha de la izquierda o los grupos nac & pop  a la embajada de Siria. Y no sólo eso, más aún: existieron agrupaciones argentinas de izquierda que se alinearon con Al-Assad, uno de los perpetradores de dichas muertes.

Lo que quiero señalar es que la moral de la izquierda es selectiva. Y en el caso de Medio Oriente, es extremadamente selectiva. Nadie demanda a la militancia que en busca de coherencia se movilice por todos y cada uno de los conflictos que hay en el mundo árabe y musulmán, sería demasiado, es razonable pensar que algunos pasarían desapercibidos. Pero cuando SOLAMENTE se movilizan por un conflicto en el que presentan a los judíos como agresores, cuando ésta es la ÚNICA disputa que capta su atención, uno debería sospechar de los motivos. Si al mismo tiempo los que gritan enardecidos contra el sionismo les chupa un huevo el sometimiento y la matanza de los turcos sobre los kurdos, los iraquíes sobre los kurdos, los maronitas sobre los drusos, los maronitas sobre los palestinos, los iraníes sobre los países del Golfo, los sirios sobre los libaneses a los que invadieron, los musulmanes sobre los coptos en Egipto, el nuevo califato del ISIS sobre los cristianos (esa genial novedad que nos trae el medioevo) que crucifica personas y le corta el clítoris a las mujeres, los jordanos sobre los palestinos, los egipcios sobre los palestinos, ¿no es sospechoso que el único conflicto bélico por el que la izquierda se moviliza y grita sea el que incluye a judíos presentados como agresores?

Tan selectiva es la moral antiimperialista que pasa por alto que todos los estados vecinos de Israel, TODOS ELLOS, tienen conflictos con los palestinos y con la emergencia de su identidad y lucha nacional, ¿o existe algún estado sobre la Tierra que acepte de buena gana tener grupos insurgentes armados operando en su territorio? Eso no existe; los Estados árabes no respondieron tan rápidamente a la solidaridad con otros árabes como a sus razones de Estado. En primer lugar protegieron la integridad de su territorio y sus conveniencias geo-políticas. Siria supo que los palestinos le darían problemas con Israel y no dudó en expulsarlos al Líbano, incluso encarceló un tiempo a George Habash, uno de los líderes de la resistencia palestina; el Líbano rechazó la presencia de la OLP y combatió a sus bases militantes en cada uno de los campamentos, ni que hablar de Egipto, en donde estuvo preso Yasir Arafat el líder de la OLP, aunque, a decir verdad, Arafat también estuvo preso en el Líbano y en Siria. ¿Y que hay de la mayor matanza de palestinos en la historia? A juzgar por el relato que cuentan “los antisionistas” uno sospecharía que la cometió Israel. Pero no…la respuesta es otra; la cometió Jordania, un septiembre de 1970 que dejó alrededor de 20 mil palestinos muertos en menos de un mes. Sucede que el problema palestino tenía una dimensión mayor para el rey Hussein, dado que, de acuerdo a los imprecisos límites de la nacionalidad palestina, resultantes de la repartija de tierras por las potencias, la mayor parte de la población de Jordania era palestina. Había motivos para pensar que los palestinos refugiados demandarían ciudadanía como la mayoría de los jordanos que eran palestinos y que este fenómeno podría desestabilizar el orden monárquico de Hussein.

Esto no significa que una muerte minimiza a la otra. Todas las muertes son horribles y nadie quiere muertes. Pero someter al estado de mayoría judía a un estándar ético más riguroso que el que se aplica a otros estados de la región es una forma de discriminación, en este caso una discriminación lanzada de forma agresiva e intencional contra el único estado judío en medio de 22 estados árabes y otros tantos musulmanes. Pensar que el pueblo judío debería tener una moral superior al resto de la humanidad por haber sufrido un genocidio es una verdadera crueldad: una sobreexigencia sumada al hecho de haber sufrido en el pasado.



Schvindlerman J. (2010)  y Rosenfeld A. (2007) son de la opinión de que el estilo y contenido de la retórica antisionista produce un desplazamiento de prejuicios colocados antaño sobre el colectivo judío hacia la figura de Israel. Estos autores señalan un paralelismo de metas en las operaciones del antisemitismo clásico y el antisemitismo contemporáneo: mientras que el primero se proponía aislar a los judíos de la sociedad, el segundo procura aislar al estado judío de la comunidad internacional, elevándolo a la categoría de estado-paria. Schvindlerman percibe también el mito del judaísmo conspirador de antaño resucitado para ser lanzado ahora contra el sionismo: “Las teorías conspirativas encapsuladas en los Protocolos de los Sabios de Sión resurgen en la figura del control judío de la política exterior estadounidense” (Schvindlerman, 2010).



La guerra en Gaza importa a la opinión pública, no porque importen sus víctimas (pocos de los indignados se anoticiaron de 1800 palestinos muertos en Siria), sino porque es el pretexto que permite la emergencia de fantasías antisemitas sostenidas a un nivel casi inconciente. El conflicto de Medio Oriente se destaca, captura rápidamente la atención, no porque sea más sangriento que otros conflictos de la región que pasan desapercibidos sino porque moviliza la libido antisemita. El Estado de Israel parece encajar bien en la teoría de la conspiración judía mundial, aquella que sostiene que los judíos conforman un poder oculto (la sinarquía internacional), que opera en las sombras con el propósito de dominar el mundo, condicionando a los gobiernos occidentales a través de su penetración en la industria, en las finanzas, en la educación pero, sobre todo, en los medios de comunicación (de allí, parafraseando a un antisemita, los Guebel que contratan a los Schijman, los Kilstein, los Gutman).

Lo interesante es ver cómo en las fantasías del antisemitismo político (una reconversión post-Holocausto que, como dijimos, se lleva bien con el discurso nacionalista y antiimperialista) persisten algunas figuras del antisemitismo clásico sutilmente modificadas, como las siguientes:

1) “los judíos que beben sangre de niños cristianos”, típica figura medieval, se ha convertido en “los judíos que derraman sangre de niños palestinos”;

2) “los judíos que hacen sacrificios humanos”, otra figura medieval, se ha vuelto “los judíos que sacrifican vidas humanas para combatir a Hamas”

3) “el poder del oro judío” se ha convertido en “el poder de la finanzas judías/ Wall Street etc”;

4) “la doble lealtad judía” sigue siendo “la doble lealtad judía”.

5) “el judío como agente de una potencia extranjera” pasó de ser agente soviético (en los 20s/30s) a ser agente norteamericano (fantasía que todavía persiste), para finalmente ser agente sionista.

Referencias
BAUER, Yehuda (1994) “In search of a definition of antisemitism”, en: Approaches to antisemitism. Context and curriculum, American Jewish Comittee, New York,  p.26
ROSENFELD, Alvin (2007) ‘Progressive’ Jewish Thought and the New Anti-Semitism, AJC, New York.
SCHVINDLERMAN, Julián (2010). “Introducción al nuevo antisemitismo”. En: SCHVINDLER J. y WISTRICH R., El nuevo antisemitismo, B’Nai B’Rith Argentina, Buenos Aires, p.12, 16.
TAGUIEFF, Pierre-André  (2002) La nueva judeofobia, Gedisa, Barcelona.
WRISTICH, Robert (2010) “Antisemitismo histórico y nuevo”, en: SCHVINDLER J. y WISTRICH R., El nuevo antisemitismo, B’Nai B’Rith Argentina, Buenos Aires, p. 40





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