martes, agosto 26, 2014

El Padre Mugica y el desalojo del barrio Papa Francisco

Martes 26 de Agosto de 2014OPINIÓN 
Por Eduardo Anguita

Topadora, paro y bolas de nieve

El desalojo en Lugano, los paros de miércoles y jueves y la continuidad del conflicto por los fondos buitre.

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El sacerdote Franco Punturo, de la Parroquia Madre María de la Villa 20, que acompaña a las familias desalojadas del asentamiento Papa Francisco, de Villa Lugano, fue tirado al piso dos veces empujado por los escudos que usan los guardias de infantería. En una de esas oportunidades, pese a que es tan fácil identificar el cuellito blanco del cura, un policía le plantó el escudo en el pecho para inmovilizarlo.
Hace apenas tres meses se cumplían cuatro décadas del asesinato del cura Carlos Mugica a manos del oficial de la Policía Federal Rodolfo Almirón, quien actuaba de civil como sicario de la Triple A, la organización criminal que integraba también su suegro, el también oficial de la Federal Juan Ramón Morales. Ambos habían sido exonerados de esa fuerza de seguridad en los años sesenta porque eran la pata policial de un famoso delincuente conocido como el Loco Prieto. La reincorporación de ambos fue obra de José López Rega. También fue su obra mandar a matar a Mugica, quien días antes renunciaba a un cargo en el Ministerio de Bienestar Social desde el cual había tratado que los villeros de la Ciudad de Buenos Aires pudieran acceder a la urbanización de sus barrios.
Cuatro décadas después, una orden de desalojo dictada por la jueza María López Iñíguez puso en marcha un operativo conjunto de la Metropolitana y la Gendarmería, una rara cooperación entre Ciudad y Nación, con 2000 efectivos que sacaron por la fuerza a las 700 familias que habían colocado chapas y maderas a la espera de una solución. Si villa miseria no fuera también América desde hace seis décadas –jugando con el título del libro de Bernardo Verbitsky– sería creíble que la decisión de la jueza fue tomada por el asesinato de Melina López cuando caminaba al lado del asentamiento. O tal vez sería creíble lo que asegura el ministro de Seguridad Sergio Berni: que el desalojo debía haberse realizado meses atrás y que los jueces sólo miran el impacto mediático. También sería interesante escuchar a Mauricio Macri, quien insiste una vez más que por la llamada ley Cafiero, la seguridad de la Ciudad es responsabilidad de la Federal. Corta perspectiva la de quienes se olvidan de Mugica.
Mientras todo parece dirimirse con la vara de la inseguridad, el gobierno de la Ciudad les dio alojamiento, sólo por unos días, a algunos de los echados mientras que otros volvieron sobre sus pasos, a la Villa 20, a pagar unos alquileres altísimos para quienes viven en la absoluta vulnerabilidad social. Según le contó el sacerdote Franco Punturo a este cronista, los que dan una mano y comida a los que quedaron desamparados fueron los mismos vecinos de Lugano, el centro de día Puentes (del Movimiento Popular La Dignidad y la Corriente Villera Independiente) y Caritas (de la Pastoral Social de la Iglesia Católica), dos espacios que tienen orígenes distintos pero ambos le ponen un oído al pueblo. Mugica decía que la misión del católico era tener un oído en el pueblo y otro en el evangelio.

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