Envalentonada con su
almuerzo en Santa Marta con el Papa y con el tiempo que le dispensó el magnate
húngaro George Soros en Nueva York, Cristina se animó a despedir a su
presidente del Banco Central. Fábrega fue acusado en público de ser un agente
del sistema financiero, un reproche absurdo, pues fue justamente por ese motivo
que la presidenta lo había elegido para ese cargo. Pensaba que siendo un
compinche de los secretos "no santos" de su ex marido, Fábrega reportaría a
ella de manera incondicional. Pero el "banquero central" parece haber filtrado
información privilegiada para que los bancos se desprendieran de los dólares
antes que entrara en vigencia una resolución que obligada entregarle al Banco Central
el 33% de sus tenencias de divisas al valor oficial.
Resulta llamativo, sin
embargo, que para el sillón principal del Banco Central haya sido nominado
Alejandro Vanoli, quien siendo titular del Mercado de Valores es tan
responsable como Fábrega de las medidas especulativas armadas mediante el
“contado con liquidación” y el “dólar bolsa”. Vanoli, que igual que Kirchner
supo ser menemista, duhaldista y hasta aliancista (como medio gabinete K), se
ha pronunciado en más de una ocasión por un arreglo en enero próximo con los
fondos buitre, una vez que la cláusula RUFO pierda vigencia.
El sillón ganado por
Vanoli es un hierro caliente, por el simple motivo que el Banco Central que
deberá comandar está quebrado. Por orden y cuenta de la propia Cristina y del soviético
Kicillof, el Banco Central ha asumido deuda con los bancos privados por un
monto superior a los 230 mil millones de pesos a una tasa de interés del 30%.
Como contraparte continúa la caída de las reservas, que ya no alcanzan a cubrir
los servicios de deuda pública que existen hasta finales del 2015. La quiebra
del Banco Central explica en última instancia la destrucción de la moneda
nacional.
Ya a esta altura son
mayoría los que piensan que el gobierno deberá necesariamente refinanciar los
vencimientos de deuda para el año 2015, empezando por el "mítico" BODEN.
Mientras Cristina se autoproclamaba como la “última valla para evitar el
re-endeudamiento del país” y recibía una ovación en el Patio de Las Palmeras, Kicillof
emitía deuda por 10.000 millones de pesos a una tasa superior al 24%.
Qué el gobierno está
en la búsqueda de un nuevo re-endeudamiento no es novedad. En pos de lograrlo
acordó primero con Repsol y luego con el Club de París, y pagó finalmente los
fallos del CIADI a las privatizadas que hicieron juicio contra Argentina. Obama
le vendió el cuento que este camino aseguraba el acuerdo con los fondos buitre,
y de ahí el pasaje al paraíso de nuevos créditos internacionales. Los reproches
de Cristina contra Obama se deben a que piensa que el presidente yanqui no hizo
lo que debía hacer para ponerlo en caja a Griesa.
Del mismo modo que
antes confió en Obama, ahora el kircherismo apuesta a que su sostén sean los
fondos que quieren invertir en YPF y en especial en Vaca Muerta. Como Cristina
tiene el problema que debe ´pagar primero´, ya armó un proyecto de ley
petrolera a ´gusto y piacere´ de Chevrón y Soros. Pero puede sufrir un nuevo
desplante. No hay ley que haga que los grandes monopolios petroleros traigan
sus dólares para cambiarlos a $ 8.44, y mucho menos si no tienen garantía de
que pueden retirarlos del país cuando quieran.
Toda la política del
gobierno conduce a la devaluación y al levantamiento del cepo cambiario (para lo
cual la primera es requisito). Las fuerzas sobre las que se apoya el
kirchnerismo para llegar penosamente a su fin de mandato reclaman una
devaluación en regla, que desvalorice los activos del país ante el gran capital
financiero internacional. Por eso los gritos de Cristina contra la devaluación
no deben tomarse en serio. En diciembre y enero pasado luego de jurar que no
iba a devaluar lo terminó haciendo.
La devaluación, sin
embargo, no está dictada por necesidades que hacen al desarrollo del país, sino
que persigue el objetivo de pagar la deuda y consumar la entrega petrolera. De
fondo es un mecanismo financiero para transferir la crisis a los trabajadores,
que sufrirán una reducción de su salario y un parate económico con más despidos
y suspensiones.
Por más choques que
tenga el gobierno con la ´opo´ tradicional lo cierto es que en lo esencial
comparte el mismo programa. Por eso es falso que tengan en la agenda la salida
anticipada del gobierno. Al revés esperan que sea el kirchnerismo el que haga
el trabajo sucio.
La función de la
izquierda en estas circunstancias es denunciar los planes oficiales, la
similitud de objetivos con la llamada oposición de los Massa, Macri y UNEN, y
apoyando las luchas populares estructurar una alternativa política de la
izquierda y los trabajadores.
En función de este
objetivo es que estamos convocando el Congreso del movimiento obrero y la
izquierda el próximo 8 de noviembre en el Luna Park.
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