jueves, octubre 30, 2014

El crimen que complica a Urribarri


La casa de Facundo Bressan en San Benito


Por Lucas Carrasco

"Mi prima salió con él, es un buen chico", dice una de las chicas más lindas de San Benito, que hoy tiene varios hijos y siempre está atenta a los chismes del pueblo.
"Si me preguntás hasta antes de que lo detengan, Facundo, no mata ni una mosca", otro, también, parece muy seguro de lo que dice. Tres testimonios iguales. El crimen de Priscila Hartman conmueve a San Benito, varios años después de la desaparición de Fernanda Aguirre.

-Yo sé quién fue- le aseguro, por teléfono, a Mariano Toffolini, camarógrafo de policiales en Canal 9 Litoral y residente en San Benito, donde además nació.
Se queda callado, del otro lado.
-¿Quién? ¡Decime, boludo!-
-Para mí, le contesto, fue el monje que se aparecía sin piernas en el Cementerio-
Se ríe. Porque el monje sin piernas que aparecía en el cementerio era él, disfrazado, de noche. Y yo el guía, que llevaba a los compañeros del colegio y los iba asustando de camino contándoles la leyenda del Monje sin Piernas que deambulaba con su espíritu maldiciendo las tumbas.
Lo confieso: el chamuyo de corrido siempre fue mi fuerte. Incluso cuando tenía 14 años y cursaba en la escuela de San Benito. Un lugar bucólico, de paisaje triste como las novelas suecas de Henning Mankell, donde resulta difícil encontrar de trasfondo la crueldad que Truman Capote araba en los poblados rurales estadounidenses pero sí podría cerrar la trama nauseabunda de policías y alcaldes corruptos que inmortalizó Raymond Chandler.
Facundo Bressan trabajaba en el campo, con su familia. La vida de los peones es, sí, sudamericana al palo, tercermundista a rabiar. Los rudos detectives que los grandes novelistas del policial negro han sabido trazar no tienen cabida en las aldeas sojeras rodeadas de explotación, miseria y violencia laboral, con tasas extraordinarias de ganancias. La República de la Soja.

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