miércoles, octubre 08, 2014

está como para robarse la torre Eiffel, chicas




...el amor vence al odio pero se ve que es poco eficaz contra las corridas cambiarias. No se si notaron, chicas, el detalle. Ahora los encargados de hacer concha la economía pasan más tiempo haciendo raros acuerdos con los empresarios a los que los acusan de todo si los tejes y manejes fracasan, que con sindicatos, asociaciones, vecinales. Es decir, el nuevo sujeto social, ya de lleno nomás, no son los empresarios, sino los tejes y manejes. Oda al neoliberalismo pobre.
Y el objetivo estratégico es llegar con el herido así sea en muletas y mutilado, chocando en todas las esquinas, parar en el hospital del 2015 y tirarle el convaleciente en la vereda. Capaz que en un rato de republicanismo autoelogioso, tocan bocina, disparan tres veces y rajan. A pasear por Tribunales.
Me gustan estas coyunturas. Tienen su qué se yo. Los mercenarios pierden la verguenza. Los ladrones se desesperan. Los frepasistas se aferran al presupuesto público con devoción servicial. Los beliebers hacen loas a extraterrestres y cualquier idea cuanto más estúpida mejor se le puede vender a la doña si tiene la suficiente dosis de complot y promesas de redención electoral.
La onda es ir chamuyándote a la vieja mientras vas retrocediendo hacia la puerta. Le contás el fantástico plan para que los buitres dejen de perder plata con tal de voltearla, planeás marchas para que los sojeros ganen más como en 2008, le explicás tres palabras fáciles en inglés, le hablás de algún puterío de la farándula y cuando ya estás sobre la puerta, te vas, cerrándola. Ahí escuchás la estampida. Todos los ministros tirándose como si fuera un barco que se hunda. Bah, bue. Y sacás un balde con mezcla y te ponés a sellar la puerta. Además les clavás unas maderas. Agarrás los escritorios de los despachos vacíos, total nadie va a laburar, los acumulás contra la puerta. Después te robás la fuente del patiecito, la vendés en una subasta montonera -los viejos esos tienen todos guita, choreada, pero les encantan las fábulas de haberse creído héroes, son capaces de pagar por cualquier cosa- y te vas al bar de enfrente a tomar jarra loca y mirar cómo se van tirando por el balcón.
Soy un genio. Ya lo sé, chicas.

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