jueves, octubre 21, 2010

Hay un muerto que vive.

Ayer, Marisol, dijo algo tremendo. Escribió, mejor dicho. Escribe muy bien y piensa mejor. Pero, una frase: "Mariano Ferreyra tiene 23 años, mi edad".
Ponerse en ese lugar, el de una víctima de un asesinato político. De un crimen.
Cuando yo tenía 23 años -en el año 2001- en Paraná la policía, en el marco de la represión radical, asesinó a dos nenas de trece y quince años, y a un militante del PCR de 25. El estado nacional y algunos estados provinciales -Reutemann en Santa Fe, Ruckauf en Buenos Aires, Montiel en Entre Ríos, De La Rúa en el país- habían ordenado matar.
La jornada terminó con decenas de muertos.
Por mi trabajo, después visité a los familiares de los muertos. El dolor, el absurdo, lo indecible.
Desde el 2003 el gobierno nacional -en una de sus más nobles e históricas decisiones- resolvió no matar. No asesinar. No reprimir.
El estado, por supuesto, sigue cometiendo crímenes. Ahí están los tribunales avalando las torturas y tratos inhumanos en las cárceles, fomentándolos, festejándolos, ocultándolos.
El pibe tenía 23 años.
Militaba en el Partido Obrero. Como mi hermano, hasta que llegó Kirchner.
Las teorías conspirativas abundan. En torno a una nota del Cronista Comercial se armó un mundo. Una página institucional del gobierno de Scioli tiene en su archivo del resumen de prensa la nota en cuestión. Fechada en setiembre del año pasado.
Los sectores comunicaciones y empresarios que ven en los que ejercen la defensa de los derechos laborales a poco menos que el monstruo, buscan su tajada. El Grupo Clarín, de manera asquerosa, junto a la comparsa política que le hace coro (justito hoy, Pino Solanas le dice con cariño al diario La Nación que opina como la derecha en el caso de Papel Prensa) salen como cuervos a picotear cadáveres. Pero hay cadáveres. No hay que olvidarse.
Y, qué tanto: me parece, entre lo que puede esperarse, hasta te digo, saludable, que todos los sectores en pugna, ahora que se ha visibilizado, durante estos años, los conflictos más profundos de la sociedad, me parece bien que todos busquen su tajada. No sólo porque tienen derecho a decir lo que quieran, y a pujar hasta sin límites éticos. No sólo por eso. Sino porque entre el cinismo de la dirigencia troskista, la miseria del Grupo Clarín, la hipocresía del peronismo disidente y del radicalismo todo, las mañas de algunos sectores oficialistas, las palabras más serias de los organismos de DDHH, entre todos esos, y muchos más, se está creando la presión política imprescindible  para la pronta resolución del caso, el castigo penal a los autores materiales e intelectuales y los cambios necesarios en un mapa complejo de sindicalismo empresario, empresarios subsidiados, transporte de mierda (aunque, ciertamente, privilegiado si se compara con el resto del país) y la emergencia de cuadros sindicales jóvenes, que se expresan en la izquierda y en la Juventud Sindical. Puede gustar más menos cada posición política, pero en mi caso, me alegra y celebro esta emergencia de cuadros sindicales jóvenes. Aún tímida como tendencia social. Pero, me parece, positiva. Ahí llegó el tiro, al corazón ése.
Y a un cuerpo, una cabeza, de sueños locos, de 23 años.
Toda muerte es en vano. Pero, ante la fatalidad (triple fatalidad: es un crimen, un crimen político, un crimen que el estado debió prevenir) el dolor social se mitiga con los cambios políticos necesarios, además de el juicio con todas las garantías de la ley a los hijos de puta que mataron, instigaron, planificaron y encubrieron.  Cuando de una patota salen tiros y nadie declara quién fue el autor, pasa a ser cómplice.
Y, además, siembra la presunción de que se trata de hechos planificados.
Contra esa tendencia -bah, tendencia como palabra es demasiado sutil, contra este ventarrón- de ya tener todas las respuestas, como en una novela del Séptimo Círculo, de los años 40, me da una cosa tan inusual, tan fuera de lo común en este cuerpito: me pongo modesto, humilde, espero. Me quedo callado. Y sin embargo, la disputa por la significación de este crimen, con la carga de crueldad que implica disputar la significación, me parece algo hasta positivo: porque hay que resolver la crueldad mayor de un asesinato, y es la que carga, para siempre, en su ausencia, el asesinado. Para que el muerto viva, para que se genere presión,  para que nos sintamos incómodos, para que los culpables sean llevados a tribunales, para que recuperemos la alegría, que dimensiones la perdida, para que digamos Nunca Más. Para eso es necesario romper los huevos.

El atajo de las conspiraciones


Ante el asesinato del militanteMariano Ferreyra, creemos la situación más dificil que elGobierno ha tenido que enfrentar nos sorprende que parte de la militancia y algunos dirigentes oficialistas se prendan en una operación burda acerca de una conspiración duhaldista-gordos de la CGT que se basa en una nota que el diario de De Narváez publicó acerca de una reunión entre José Pedraza y Duhalde (ayer o el año pasado, no importa tanto cuando) como toda prueba de verosimilitud. 
La situación es muchísimo más compleja que esto.

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Qué asco


Se muere un muchacho, asesinado por balas que alguien disparó.

Y entonces leo, veo y escucho que:
- Los antisindicalistas parecen contentos porque le echan la culpa a la burocracia sindical.
- Los antiduhaldistas parecen contentos porque hoy Pedrazza se reunió con Duhalde.
- Los antikirchneristas parecen contentos porque "este gobierno ya tiene un muerto"
- Los antitroskistas parecen contentos porque "ahí tienen el mártir que tanto buscaron".
- Los analistas parecen contentos, porque ahora desarrollarán las más variadas hipótesis conspirativas.  
- Los trosquistas parecen contentos porque "acá reprimen y matan a los verdaderos revolucionarios".
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Sin peros


La muerte de un joven, un militante, debería concitar el repudio unánime e inmediato.
Desde estas líneas, por lo menos, así se dice: No hay modelo de inclusión de mayorías que soporte el asesinato como método.
Y no me vengan con la "interna". Los rompehuelgas, los Pinkerton sólo defienden una cosa: al capital.
Nada más, hoy es un día de luto para cualquiera que se reivindique como parte de lo nacional y popular.
Si el asesino es un policía bonaerense, neuquino o un patotero de un sindicato, su objetivo es el mismo: defender al capital.
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Mariano Ferreira


Pero la muerte de un trabajador excede todas las miradas que se puedan construír desde los medios masivos o diversos canales de comunicación. Que en el acto en River estaba el asesino, no sé. Que Duhalde planificó esto con Pedraza para deslegitimar al sindicalismo, tampoco. Son todas suposiciones que se hacen al calor de los hechos, especulaciones que tiran para un lado o para el otro según el lugar político en que cada uno de nosotros esté. En primer lugar me alejo de eso, porque no me interesa ponerme del lado de nadie, políticamente hablando, cuando desde esta tarde hay una muerte de un trabajador. 
Muchos de nosotros somos kirchneristas en parte porque durante estos años no se reprimió y porque la política ha sido de elevar el nivel de vida económico y moral de los trabajadores, y mis convicciones respecto de el valor de lo humano no lo cambio por nada: si el kirchnerismo el día de mañana cambia su política es muy probable que yo esté en contra, porque quienes nos identificamos con este proyecto no nos construímos a partir del kirchnerismo, sino que encontramos en este movimiento un lugar en donde expresarnos.

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miércoles, octubre 20, 2010

El que escribe en Ni a Palos




Continuando con esa simpática zaga del suplemento Ni a Palos y su sección "Estereotipos", me tomo el atrevimiento de sugerir para este domingo un Estereotipo:

El que escribe en Ni a Palos:


-Vive en Palermo.

-Los viernes va al Gardel de Medellín.

-Se ríe como el Emo y Papá Noel con un  Jo, Jo, JOOO.

-Escribe bien, pero nomás que para burlarse de los otros.

-Le encanta burlarse de los otros.

-Se junta con Facundo Moyano.

-Si tenés algún problema, te da una mano.

-Nunca te lo va a decir, pero muere por estar en 678.

-Le aburren los que estudiaron en Filo.

-No usa anteojos de sol.

-Fuma marihuana una vez a la semana.

-Nunca militó en DDHH.

-Es amigo de Lucas Carrasco.

-Tiene una blackberry.

-Va de traje a la Puerta Roja.

-Nunca ganó un centro de estudiantes.

-Toma fernet con coca.

-No se aguanta que lo curtan.

-Curte a todos.

-Tiene una novia que está buena. Y es más militante.

-Mira Los Simpson y admira a Beto Casella.

-Prefiere no hablar de Szpolski

- Si se ve obligado asegura que "lo usa"

-Siempre está de viaje.

-Es el que cuenta chistes en los asados.

-Trata a Tomás, Paladino y Marisol como Borromeo quedate quieto. 

-Nunca tomó cocaína.

-Se levanta al mediodía y lo disimula.

-Prefiere no hablar de Anguita.

-Tiene un blog.

-Cuatro corbatas.

-Sabe que sabe.

- Es amigo del Ingeniero.

-Grita con Martín y el Fede en los bares: "8 mil compañeros desaparecidos, PRESENTES!"

-Nunca lee Miradas al Sur.

-Está esperando la Gran Oportunidad.

-Está dejando y haciendo jirones de historia.