Lo que más me sorprende es que estos grandes actores se hayan prestado para esta farsa. ¿Creerán que están interpretando la realidad? Porque lo único que están interpretando son los estereotipos, los prejuicios que tiene cierto sector social frente a los sectores humildes o populares. Y le sirven, además, de plataforma para que las Susana Viau citen al personaje como si fuera real, en una espiral tautológica y ficticia de legitimación del discurso.
Olvidemos, por un momento, la obvia superposición del Oso Rojo en el personaje del Gitano y las limitaciones del guión. Lo que dice este programa, básicamente, es que la Argentina es una mierda, que ser argentino es ser un bruto, que tenemos encriptada la barbarie en lo más profundo de nuestra cultura, de nuestra identidad.
Este programa pretende mostrar, bajo una aparente ambigüedad "no-juzgativa", cuál es "nuestra cultura política", nuestra esencia inmutable: la corrupción, la brutalidad, la informalidad, nuestra forma de hacer las cosas.
Este subtexto profundamente despolitizador y auto-humillante invita a la gente a alejarse de la política y volver a la praxis liberal, individualista, apolítica que tanto bien nos hizo en su momento. ¿No?
Tarde, pero seguro, llegaron las corporaciones a la contienda cultural. Sería un error de parte del campo nacional y popular subestimar esta jugada. Por el contrario, debería redoblar la apuesta y encontrar formas, canales y géneros adecuados para transmitir cuán necesario (y efectivo) es acercarse a la política, involucrarse, comprometerse, si el fin es transformar la realidad.
La política es un mundo de muchas dimensiones, en constante movimiento, cuasi imposible de capturar o retratar. La política no es solamente esto o aquello. Y la política, sí, tiene esa exquisita cualidad de caer, casi siempre, por debajo de nuestras expectativas. Pero nunca, nunca, deberíamos permitirnos, en tanto argentinos, auto-retratarnos de manera tan simplona y degradante.





