viernes, julio 17, 2009

Grandes reflexiones matinales


Estoy leyendo una apasionante novela de Nelson Demille, llamada La Estrategia del león. Aunque leo la traducción, es evidente que está muy bien escrita. Es del año 2000 y, como está escrita y publicada antes del atentado a las torres gemelas, por la trama en que se desenvuelve, tiene, leída ahora, en el 2009, un encanto sutil, un bonus extra además de la novela en sí.
A mi hermano le di un libro de Juan José Sebreli, que él detesta y yo no, aunque no acuerde. Y él me dio ese libro, con la aclaración: es muy bueno. ¿Porqué la aclaración?.
Por algo simple: creo que ni le hubiese leído la contratapa. Me explico: la editorial atlántida lo editó con ese formato de Manual Kapeluz, con una tapa de color lila (sí, color lila chillón) letras doradas que dicen el título del libro, y una espantosa selección de letras (podría preguntarle a mi pequeña qué letra es; pero me hace acordar a las imprentas que todavía, en el año 2000, funcionaba como editoras de diarios en el interior) para poner, inmenso, el nombre del escritor, y abajo, por el Autor de La Isla de las Plagas. Novelas escritas para cine, pero hasta la portada de Los Puentes de Madisón (por poner una novela, digamos, “romántica”) era más sutil. Esta, parece, de Daniele Stell (¿se escribe así?) o uno de esos, y entonces, uno mira la portada, y dice: no, querido, no. Yo prefiero las novelas donde hay cínicos y alcohólicos, que sepan rehuir con inteligencia la primera persona (si es que no hablamos de Chandler, claro) con protagonistas que sean, preferentemente, periodistas o, en su otra variante de ese personaje, detectives, que sepan odiar con fina caligrafía a la policía.
A esta altura no debería sorprenderme que sea un manojo de prejuicios pero, de verdad, en este caso, la verdad que el envoltorio está tan desacoplado de la mercancía (perdón a los –tan queridos en los ámbitos culturales escolásticos- que hacen de los libros un santuario, por hablar de envoltorio y mercancía) que desorienta profundamente.
Pero, todo esto tiene algo bueno: debería dejar de guiarme por esas reacciones automáticas, propias de las reglas del mercado a las cuales, uno, o cualquiera, se adapta con reflejos condicionados.
Sí, es evidente que levantarme en pleno amanecer del mediodía, me pone un poco idiota para reflexionar sobre cosas nimias. Es la falta de sueño, lo juro.

1 comentario:

  1. Uhhhhhhhh muy buena novela. La leí hace como cuatro años. No soy experto porque no leo -lamentablemnete- muchas novelas hace tiempo, pero de esta me acuerdo.

    Abrazo.

    ResponderBorrar