Por Federico Soñéz.
Las imágenes de un trabajador asesinado por un menor que pretendía robarle casi nada resultan insoportables desde una sensación compartida: solo un sociedad profundamente banalizada produce muertes banales o, si se quiere, solo los monstruos engendran monstruos.
El primer mecanismo defensivo es desconocer como hijos propios a esos adolescentes, victimas de frustraciones insondables y victimarios de cualquiera. Rápidamente se los ubica como ajenos, como hijos de otros, de una sociedad que no es la nuestra, de extraños mundos que apenas se rozan con el nuestro para someternos a una furia delictiva que viene de otra parte.
Entonces se pide cárcel, represión, disminución de la edad de imputabilidad. Se sabe, ninguna comunidad demanda con gritos y movilizaciones que sus propios hijos sean detenidos. Por eso lo esencial es desconocerlos, negarlos, considerarlos como errores genéticos o culturales, como fantasmas diabólicos que atravesaron un muro detrás del cual deben volver para no salir por otra puerta, para no salir más.
El segundo mecanismo muestra la pretensión de superar el tribalismo refugiándose en el discurso jurídico. La demanda de cárcel se mantiene, pero ahora se dice que los jóvenes deben ser sometidos a un juicio con todas las garantías, que no pueden quedar sometidos a los paternalismos de un juez.
Los más lúcidos aclaran de inmediato: la disminución de la edad de imputabilidad para que los jóvenes gocen de sus garantías constitucionales, no tiene relación con las causas del delito . Se explica lo obvio, la ley penal es escasamente pedagógica . La Razón Jurídica resulta operativa si se apoya en un consenso moral establecido, en un principio de autoridad reconocido, en la fuerza de la Ley, no la pequeña ley penal, sino la gran Ley de la cultura.
No importa que existan concepciones morales o penales en pugna. Muchas veces han actuado códigos opuestos, el oficial y el popular; de no ser así Robin Hood no había llegado a ser un héroe. Pero la ley popular jamás permitió robar a ancianos indefensos, violar mujeres o apropiarse de bienes comunitarios.
El discurso político vulgar pretende explicar el desfondamiento y la desaparición de las normas básicas, recurriendo al tema de la droga, la extrema pobreza o la existencia de jóvenes que no estudian ni trabajan.
Si bien estas son situación que merecen atención, los estudios empíricos demuestran que la mayoría de los jóvenes que delinquen no provienen de los sectores indigentes. También señalan que la gran mayoría no lo hace para consumir drogas.
La Universidad de Córdoba estudió todos los casos de jóvenes que pasaran por los tribunales cordobeses durante 2006 y 2007. Siete de cada diez robó para comprarse bienes que otorgarían prestigio, como celulares o ropa. El estudio comprueba que la mayoría provine de la “clase media baja”, es decir de hogares con ingresos de dos mil pesos. El 70% de los hechos no fueron violentos. De los que actuaron bajo efectos de estimulantes, la mayoría estaba alcoholizada y solo un 7% había consumido cocaína.
Pensar políticamente el problema supone reconocer su complejidad, exige recurrir a los conocimientos que nos aportan varias disciplinas y nos obliga a ser atentos escuchas de diversas visiones sobre el problema.
El último trabajo publicado por Julia Kristeva *, por ejemplo, nos recuerda la importancia de tener siempre en cuenta las viejas pistas halladas por Freud.
Kristeva vuelve a decir que el adolescente es alguien con una profunda necesidad de creer. Realmente cree en la existencia del objeto del deseo, está convencido de que debe existir el Objeto Ideal. La unión entre el yo y el objeto, acompañado de la certeza de que se deben superar los entornos insatisfactorios, lanza al adolescente a la construcción de una variante idealizada, paradisíaca, donde es posible la satisfacción absoluta.
La adolescencia escapa de la infancia en el momento en que el sujeto se convence de que hay otro ideal para él, ya se trate de la pareja, del ideal profesional, religioso, político o ideológico.
Allí la sociedad, no existiendo ningún rito de iniciación, debería poner a disposición del joven los modelos, los relatos fundamentales, los sistemas ideológicos, los dispositivos de pensamiento o las religiones. El joven debe construir un programa narrativo donde su existencia imaginada le posibilite un recorrido sintáctico transitable para que pueda pasar de ser un sujeto virtualizado a uno actualizado.
Esto nos permite interrogarnos acerca de lo que sucede si el discurso dominante, semánticamente enflaquecido, establece como prohibición excluyente la de fracasar en las tres relaciones virtuosas: relación con el dinero, relación con el sexo y relación con el éxito económico y social .
¿Qué sucede si el paraíso buscado se seculariza en un espectáculo comercial que ,como señal de felicidad y salvación ,apenas ofrece objetos de consumo ? ¿Qué sucede cuándo se oculta que la felicidad no existe sino al precio de una revuelta estética, política, científica o amorosa?
El 1° de Mayo un festival de rock punk, organizado por jóvenes anarquistas, fue duramente reprimido en la ciudad de Buenos Aires. Naturalmente se produjeron daños en comercios de la zonas. Entrevistados por canales de “noticias”, muchos de los vecinos sólo emitían descalificaciones y agravios hacia los jóvenes.
El mundo de esos adultos, incapaz de alentar la imaginación de otros mundos posibles, convocando al desprecio y a la represión a los que intentan cambiar el que tenemos, temeroso hasta el pánico de cualquier síntoma de revuelta, ese mundo fabrica desesperación, frustración, anorexia y delito.
* “Esa Increíble Necesidad de Creer”, Roma, 2006; Buenos Aires, 2009, Ed. Paidós.
Federico
La vida de un trabajador vale más que la libertad de 10 forajidos.
ResponderBorrarEn realidad es muy probable que el entorno adultos sea responsable de la maldad (porque no hay otro nombre cuando se daña un ser humano por un bien material)de estos pibes. Pero no podemos meter presos a los padres, ni como método punitivo ni como preventivo.
Si asesinaron, almacenarlos hasta que con 35 o 40 años cumplidos, y más madurez tengan otra (única)oportunidad de relacionarse con el mundo de otra manera
Manuel, no entendiste nada del texto.
ResponderBorrarLa nota es espectacular.
ResponderBorrarChe pero no era que la pobreza llevaba a la delincuencia? Ahi dice que los que roban son gente de clase media. La misma que odian Lucas y sus amigos. Perdón, la misma que odian los millonarios amigos de Lucas.
ResponderBorrar