La continuidad del golpe en Honduras; las débiles condiciones para las fuerzas democráticas en las que se negocia; pero sobretodo la vigencia de la dictadura plantea un nuevo escenario para Latinoamérica, y en especial, para Sudamérica.
La derecha regional –que es quien encarna el golpe de estado en Honduras- está perdiendo sus novedosas credenciales democráticas en post de valores que considera superiores. Uribe, en Colombia, es la etapa superior de la hipocresía institucionalista.
Las alarmas en este sentido, con la desaparición de personas durante la reactivación de los juicios por delitos de lesa humanidad en nuestro país, los actos criminales contra indígenas que apoyan a Evo Morales en Bolivia, el golpe del 2002 en Venezuela y los salvajes boicot por parte de las patronales en todos estos países, son signos que no supieron leerse con la densidad del caso. Seguramente por falta de experiencia y no por triunfalismo.
Lo mismo sucede con la concentración de medios de comunicación, enclaves de empresas diversificadas que coordinan la conformación de elites altamente concentradas de poder económico en cada país; y conectadas, a su vez, a los centros internacionales de importancia.
Un caso diferente es el de Correa en Ecuador, por su sagacidad política y por su condición de gobierno recién llegado en la ola progresista latinoamericana– condición compartida con Lugo en Paraguay, pero es evidente que éste último no tiene el talento político de Correa.
Otro caso aparte, pero que también comparte las características citadas, es el de Lula en Brasil, Tabaré en Uruguay y Bachelett en Chile.
Es evidente que, al día de hoy y con todas las salvedades del caso, el fuyimorazo de Uribe en Colombia es absolutamente posible y probable, sin riesgo de que los Micheletti, De Narvaez, el Grupo Prisa y el Diario La Nación se alarmen por las reelecciones indefinidas estipuladas por la Corte Suprema. A esta posibilidad se le adjunta la continuidad sorprendente del golpe en Honduras, y la posibilidad cierta de un revés electoral de Chávez en Venezuela; de Kirchner en Argentina y del Partido de los Trabajadores en Brasil. Si además sumamos la posibilidad de que la derecha desplace a la centroderecha en Chile, el panorama asemeja a una caída vertiginosa de un juego de naipes. La zona de influencia de Venezuela en Latinoamérica es proporcional al retiro del gobierno carnicero de Bush, preocupado por otras zonas petroleras. La política de pedir permiso y perdón después ante cada azote del látigo que está llevando adelante Obama, junto a un repliegue de su posición de administrador de la muerte en Irak y Afganistán, tornan probable un repliegue al patio trasero de los Estados Unidos; para lo cual soplarían con ganas y espíritu militante el castillo de naipes de absoluta debilidad de los gobiernos (otrora hegemónicos para la tilinguería) de Sudamérica. Principalmente, los gobiernos de Kirchner, Lula y Chávez. Con esas tres fuerzas políticas y liderazgos desplazados del escenario político de cada país, la debilidad popular sería correlativa a la fortaleza estadounidense en la zona. Este escenario complejo es altamente probable en pocos años.
La hora de agotar responsabilidades o autocríticas ya llegará. Habrá quienes apunten a la debilidad para modificar las inequitativas estructuras sociales por parte del nacionalismo popular neodesarrollista, habrá quienes, adjudiquen tibieza al progresismo (en este sentido, el rol del Frente Amplio en la isla de Formosa Oriental, es asqueroso) y habrá quiénes, por el contrario, achaquen culpas a los excesos de populismo y a la demasía radical. Todas estas razones serán puestas en juego y determinarán el porvenir de los sueños latinoamericanistas; pero en estos momentos es de suma urgencia tener en cuenta la gravedad de los hechos: es posibles un repliegue estratégico forzado; o una derrota de inmensas proporciones y el cierre de un ciclo político. En toda Sudamérica.
Quienes huelen guillermorenismo patológico en la caída de la popularidad del kirchnerismo; quienes incluso ven más allá y connotan un cierre de ciclo, sin restar importancia a esas razones, quizás deberían también percatarse de que este clima se vive en todos los gobiernos regionales. Y revela un dato más profundo, complejo y preocupante.
Pero, ¿vos decís que Chile y Brasil no son la panacea? ¿estás acaso sugiriendo que no son países serios?
ResponderBorrarSe lo voy a contar a Iglesias.
La verdad es preocupante.
Me dejaste pensando.
ResponderBorrarNos alegramos, Carrasco, de su regreso a las saludables fuentes del pensamiento nacional y popular, del cual había emigrado, imprimiendo un giro de 360° a sus posturas previas.
ResponderBorrarCC de la C-O-N-C-H-A, en operaciones.
No, muchachos, no entendieron nada.
ResponderBorrarBrasil con Lula no se cae ni en pedo, al contrario, cada día se fortalece mas su vocación imperial, alentada por los yanquis y secundada sutilmente por Colombia.
Lula no ve el momento de sacarse de encima a los loquitos, tipo Correa, Chavez y kk, y apoyarse en Chile, Perú, Uruguay y Argentina con un gobierno en serio.
Realidad, chicos, no filtro ideológico.
Alguna vez van a terminar el kinder.
Raf, si querés hacemos una vaquita y te vas a Brasil que es un país serio (y armado). Somos gente copada los blogueros nac&pop.
ResponderBorrarChe, nosotros ibamos a comprar armas también, el tema es que cuándo trascendio que Bergoglio puso el grito en el cielo y dijo "¿y los niños y lapobrezalapobreza? ¿van a gastar chiquillones para engrosar el ejército chavista para invadir Colombia?" entonces retrocedimos... es que con ustedes hay que estar atentos pa.