De las múltiples posibilidades de la historia desplegadas al futuro, la de la impostura, el enmascaramiento, es la más difícil con Cristina Kirchner. El tiempo dirá. Hoy. Así las cosas.
La gran impostura de nuestra historia, Frondizi, tipo intragable entre amantes de las claves que quedaron perdidas en la historia, tipo que sintetiza el consenso: desde todos los sectores lo consideran patéticamente una basura. Excepto, qué cosa, buena parte de la élite política rezagada. Aunque, con culposa nostalgia, Clarín les abra las páginas para evocar a quien terminara gagá participando en las marchas contra el divorcio, la transversalidad derechista que soñó Duhalde y Alfonsín años atrás naufragó en la misma insustancialidad de sus planteos corporativos. La elección de su prócer, Frondizi, no era menor. Fue el sueño incumplido de corporaciones varias, antagónicamente odiadas. Gobierno ilegal e ilegítimo que supo a la par que masacrar trabajadores postularse víctima, y ser respetado un tiempo por marginales sectas académicas que elogiaban la ineficiencia y la traición como modalidad de la “ética principista”. Sólo los cagaba el propio Frondizi, porque su final, y su finalidad, resultaron tan patéticas que hablar de principismo, aún cuando el Programa de Avellaneda fue borrado de sus Obras Completas con más agilidad que la del prólogo de Borges al Paso de los Libres de Jauretche; resultaba francamente conmovedor. Como la primer mentirita de un primogénito.
Pero es que la impostura de Frondizi se quiso postular como contratara de la impostura setentista, montonera, vieja reminiscencia de la impostura que fue 1 Perón en el 45 y Otro (el 2, pero que habilitaba al yotedije) Perón en los setenta; la misma desgracia, un revival, una porquería. Pero no cuajó.
Cuajó, sí, la noción de impostura a través del denuncialismo rimbobante, descorazonado, ambiguo y psicologista. La noción, menos densa y forjada, más vulgar y primitiva, de la Vulgata mediática. Esa cuajó. La más débil, la menos certera, la más precaria.
La historia suele desmontar esas tonteras, con una terquedad envidiable.
Y hoy, yo, ahora, presiento que otra vez así será. Se perderán elecciones, y qué. La historia no se da el lujo de contemplar Fe de Erratas, pero es más exquisita, ambiciosa, seductora.
Porque a la izquierda tenemos a quienes sueñan con el consenso, y la historia suele desmontar también a los predicadores del desconflicto. Y más grande es el arco, insaciable y sacado, del sensatalismo, del eficientismo, de la semiótica vacua. Y la historia, bueno,dale con la historia, pero es que suele pasarles por el costado sin que nunca noten cuánta responsabilidad tienen en el desenvolvimiento -tentado a decir:concreto- de los procesos.O en el desenvolverse, nomás, de la historia, a secas. Creen que viven para contarla pero siempre se la cuentan, se la dictan, y le ponen un diez por buen comportamiento. Con ellos es difícil debatir. Porque, está mal que lo diga, pero a mí me resultan un poco tontos. La verdad. Más que un poco, la verdad.
Lucas mi madre dice siempre que soy rebelde, porque me engendraron en pleno plan conintes, mi viejo, ferroviario, de huelga, lo venia a buscar la policia para obligarlo a trabajar. Mis viejos y los otros huelguistas se escondian en un club, para hacerle un corte de manga a los milicos y a Frondizi. Fue el primero que empezo el desguace en el ferrocarril, que culminó la rata riojana.
ResponderBorraruna maravilla!!, nene.
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