La verdad que estar todo el tiempo
rebatiendo zonceras cansa un poco, pero no queda más remedio considerando la
velocidad con que se propagan, y con que aparece una nueva todos los días.
La que estamos
estrenando ahora es la “vetocracia”, expresión acuñada por algunos opositores
(y por los medios que les hacen coro, o les dan letra según los casos) para
referirse a la posibilidad de que, cuando cambie el 10 de diciembre la
composición de las Cámaras del Congreso, la oposición logre sancionar leyes que
sean sistemáticamente vetadas por la Presidenta; obligando así a los que las impulsen,
a conseguir los dos tercios de los votos de los miembros de cada Cámara para
insistir en la sanción.
Puestas así las
cosas, parece un disparate mayúsculo que se cuestione in tótum que el Poder
Ejecutivo utilice una facultad que la Constitución le reconoce, y que la crítica
provenga de quienes dicen defender las instituciones de la República.
Más ridículo aun es
plantear que el Ejecutivo (en un régimen presidencialista como el argentino)
abdique de antemano de su iniciativa política a manos del Congreso, y acepte
resignadamente toda ley que emane de éste, para más impulsada por una mayoría
opositora, que dicho sea de paso habrá que ver como se construye, y si lo hace.
El caso es que la
facultad de veto presidencial no es sino la consecuencia del régimen político
que la Constitución
establece para el Estado argentino, y de ahí que sea replicada en el derecho
público provincial.
Las 24
constituciones provinciales (incluyendo la de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires) le reconocen ese atributo al órgano Ejecutivo (sea Gobernador o
Jefe de Gobierno), y salvo la de Misiones que exige al Legislativo mayoría
absoluta (más de la mitad) del total de sus miembros para insistir en una ley
vetada, las 23 restantes establecen una mayoría de dos tercios de los miembros
presentes (en por lo menos 17 casos, como la Constitución
nacional) o del total de los miembros de cada Cámara (claramente en dos casos,
con dudas interpretativas en los restantes), para garantizar la preeminencia
del Ejecutivo.
Algunas
constituciones provinciales (sólo 7 sobre el total) establecen restricciones al
ejercicio de la facultad de veto por parte del Ejecutivo, a partir de las
cuales si el Poder Legislativo en uno o dos períodos legislativos subsiguientes
al veto (según los casos) vuelve a sancionar la misma ley ya rechazada, el
gobernador de la provincia no puede volver a vetarla.
Si se combinan
ambos aspectos (mayoría exigida para vetar y posibilidad o no de volver a
hacerlo cuando se vuelve a sancionar la misma ley ya rechazada), cabría pensar
que los sistemas más involucionados desde la perspectiva de la zoncera
“vetocracia”, serían aquellos en los que, producido el veto, se exige una
mayoría más agravada aun a la
Legislatura para insistir (por ejemplo los dos tercios del
total de los miembros, y no sólo de los presentes), mientras no se le ponen
límites al Ejecutivo para que vete una misma ley (o sobre el mismo tema)cuantas
veces se le ocurra, si el Legislativo insiste en sancionarla durante varios
períodos legislativos.
Bueno, esa
combinación se da en solo dos jurisdicciones argentinas: Jujuy y la modernísima
y republicana Ciudad Autónoma de Buenos Aires, que sería entonces no solo la Reina del Plata, sino la Capital Nacional
de la Vetocracia;
por suerte para Macri que se va a encontrar a partir de diciembre con mayoría
opositora en la
Legislatura.
Pero como los
límites que la oposición critica surgen de la Constitución Nacional,
y como además todo el tiempo nos están aconsejando que imitemos a otros países
que son más serios que nosotros, podríamos ponernos a buscar ejemplos del
derecho comparado, para imitar.
El tema es que ahí
la cosa se complica porque por ejemplo en los Estados Unidos, vetada por el
Presidente una ley, el Congreso necesita conseguir los dos tercios de los
votos, pero del total de los miembros y no de los presentes, para rechazar el
veto (menos mal que el montonero Alberdi no copió esa parte de la Constitución de
Filadelfia de 1787).
Para superar
entonces la vetocracia estaría bueno entonces que reformáramos la Constitución, de modo
que por ejemplo frente a un veto el Congreso pudiese insistir en la ley
sancionada con mayoría absoluta y no con dos tercios, o que existiesen leyes
referidas a ciertos temas (no surgidas de la consulta popular como acá, sino
sancionadas con el trámite ordinario) que el Ejecutivo tuviere prohibido vetar.
“Buenísimo”
pensaría algún legislador del PRO, la
UCR o la
Coalición Cívica, “eso es lo que tenemos que adoptar acá”.
El tema es que para
lograr lo primero, tendríamos que copiar la Constitución de la República Bolivariana
de Venezuela, y para conseguir lo segundo nos tendríamos que remitir a la de
Honduras, que como sabemos viene siendo un edén de respeto de las instituciones
de la República;
aunque si lo hiciéramos, al menos un párrafo de la carta de Lilita Carrió a las
embajadas, sería realidad.
“Dejémonos de
imitar países bananeros, hagamos como Brasil, Uruguay o Chile”, no dudaría en
repetir el coro de repetidores de zonceras, desde Grondona a De Narváez.
Pasa que en lo dos
casos se exige que el Poder Legislativo para rechazar un veto del presidente se
reúna en sesión conjunta de ambas Cámaras (Brasil) o en Asamblea Legislativa
(Uruguay), y discuta el tema en sesión secreta (Brasil) o sea sin las cámaras
de la tele, o consiga las 3/5 partes de los miembros presentes (Uruguay), o sea
un puñadito menos de votos que los que hacen falta acá para rechazar el veto de
“la yegua esa” (o sea la
Presidenta).
Pero, “siempre
tendremos a Chile”, podría decir Joaquín Morales Solá.
El montonero
Alberdi (factótum ideológico de nuestra Constitución) dice en sus “Bases y
puntos de partida para la organización política de la República Argentina
bajo los principios del socialismo nacional”, concretamente en el Capítulo XXV
(cuya lectura íntegra se recomienda a los republicanos amantes de lo que no
conocen, como la
Constitución) que “...En cuanto a su energía y vigor, el
poder ejecutivo debe tener todas las facultades que hacen necesarios los
antecedentes y las condiciones del país y la grandeza del fin para que es
instituido. De otro modo, habrá gobierno en el nombre, pero no en la realidad;
y no existiendo gobierno, no podrá existir la constitución, es decir, no podrá
haber ni orden, ni libertad, ni Confederación Argentina.”.
Es interesante ver
como este ideólogo de la subversión apátrida internacional y precursor de
nuestra chavización, comete la herejía de llamar “gobierno” sólo al Poder
Ejecutivo, y es de éste del único de los Poderes de la Constitución, del
cual se ocupa en detalle en sus “Bases...”.
¿Y de dónde habrá
sacado este proto-kirchnerista crispado tan alocadas ideas?
El mismo lo dice en
el mismo capítulo del libro: “El tiempo ha demostrado que la solución de
Chile es la única racional en repúblicas que poco antes fueron monarquías.
Chile ha hecho ver que entre la falta absoluta de gobierno y el gobierno
dictatorial hay un gobierno regular posible; y es el de un presidente
constitucional que pueda asumir las facultades de un rey en el instante que la
anarquía le desobedece como presidente republicano.”.
¡Dios mío, ahora
caigo en la cuenta, la oposición tiene razón!
¡El problema no es
la vetocracia, ése es solo el comienzo, los disparates de Alberdi nos colocan a
las puertas de la monarquía, la dinastía Louis Vuitton piensa eternizarse en el
poder!
Menos mal que para
impedirlo trabajan los herederos de la Revolución Francesa,
con la Mesa de
Enlace y la
Asociación Empresaria Argentina a la cabeza, y que el 10 de
diciembre será nuestra toma de la
Bastilla.
Los mismos que hasta hoy mismo proclaman "dialogo y concenso" y se quejan de la "escribania", son los que pretenden que mañana la oposicion cuente con "escribania automática" que rechace sistematicamente todo lo que proponga el gobierno sin siquiera leerlo, y que encioma se "ofenden" de que la presidenta pueda usar instrumentos democrtaticos como el veto para defender su gestion de tales ataques disfrazados de leyes! Una verguenza!
Logia: de acuerdo con el espíritu de lo que decís, pero en desacuerdo con que está mal o bien vetar iniciativas no oficialistas. El oficialismo es el que gobierna, eso es así. Puede impulsar iniciativas políticamente, institucionalmente, de los opositores a ese gobierno, pero no hacerlo no equivale a no respetar las instituciones, al contrario. La institución del veto, además, me pàrece que responde más al espíritu presidencialista que tiene nuestro sistema político. Hasta tanto sea así...
Otra cuestión sería debatir una reforma de la constitución, pero en ese caso, y pensando un esquema parlamentario, tenés dos cuestiones a abordar: 1) la clásica ingobernabilidad que soportamos. Producto, a mi entender, de que los Grupo Económicos resuelven sus tensiones llevándose puesta la institucionalidad. Otros entienden que son los sindicatos los que hacen esto.
2) un sistema parlamentario, tomando las elecciones de 2007, implicaría la más absoluta hegemonía del peronismo. Y seguramente, la alternancia y alternativa estaría siemrpe dentro del peronismo. Ese es el problema que tiene nuestra derecha política, que se hace llamar republicana pero se caga en la república y adora el parlamentarismo aunque ni ahí que le convenga
Partiendo del supuesto que la Oposición se ponga de acuerdo y consiga actuar como quieren los analistas estrellas de los diarios estrellas: ¿qué iniciativa pueden presentar? Lo único que se me ocurre, lo único, es una baja de retenciones. A cero, obvio. Y después a comerla, se les acabaron las ideas. ¿O van a apoyar a Pino y sus iniciativas ecológicas?
Excelente post!
ResponderBorrarTanta gilada hay dando vuelta!
Los mismos que hasta hoy mismo proclaman "dialogo y concenso" y se quejan de la "escribania", son los que pretenden que mañana la oposicion cuente con "escribania automática" que rechace sistematicamente todo lo que proponga el gobierno sin siquiera leerlo, y que encioma se "ofenden" de que la presidenta pueda usar instrumentos democrtaticos como el veto para defender su gestion de tales ataques disfrazados de leyes! Una verguenza!
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderBorrarLogia: de acuerdo con el espíritu de lo que decís, pero en desacuerdo con que está mal o bien vetar iniciativas no oficialistas. El oficialismo es el que gobierna, eso es así. Puede impulsar iniciativas políticamente, institucionalmente, de los opositores a ese gobierno, pero no hacerlo no equivale a no respetar las instituciones, al contrario.
ResponderBorrarLa institución del veto, además, me pàrece que responde más al espíritu presidencialista que tiene nuestro sistema político.
Hasta tanto sea así...
Otra cuestión sería debatir una reforma de la constitución, pero en ese caso, y pensando un esquema parlamentario, tenés dos cuestiones a abordar:
1) la clásica ingobernabilidad que soportamos. Producto, a mi entender, de que los Grupo Económicos resuelven sus tensiones llevándose puesta la institucionalidad. Otros entienden que son los sindicatos los que hacen esto.
2) un sistema parlamentario, tomando las elecciones de 2007, implicaría la más absoluta hegemonía del peronismo. Y seguramente, la alternancia y alternativa estaría siemrpe dentro del peronismo. Ese es el problema que tiene nuestra derecha política, que se hace llamar republicana pero se caga en la república y adora el parlamentarismo aunque ni ahí que le convenga
Muy bueno el post.
ResponderBorrarPartiendo del supuesto que la Oposición se ponga de acuerdo y consiga actuar como quieren los analistas estrellas de los diarios estrellas: ¿qué iniciativa pueden presentar?
Lo único que se me ocurre, lo único, es una baja de retenciones. A cero, obvio.
Y después a comerla, se les acabaron las ideas.
¿O van a apoyar a Pino y sus iniciativas ecológicas?
Saludos.