lunes, febrero 01, 2010
El Bicentenario del primer Cacerolazo
Es muy común escuchar en reuniones de militantes -fundamentalmente en el peronismo- que el líder de ocasión -un concejal, un dirigente barrial, el senador departamental- se ha equivocado por culpa de quienes lo rodean. De sus alcahuetes. Su entorno. Y así.
Una versión más sofisticada adjudica los desatinos a que "está mal asesorado".
Es obvio que este recurso retórico privilegia y jerarquiza la continuidad del accionar del líder en un sistema de convivencias políticas, legitima eventualmente una ruptura del enunciador de ese recurso retórico pero sin romper lazos comunicaciones y simbólicos con el líder, y apela a una memoria desvirtuada, a un rumbo que al andar y por culpa de algunos se ha ido perdiendo. Es decir, este recurso retórico es altamente eficaz, tanto para la ruptura con un ámbito de pertenencia como para la continuidad (y cohesión) al interior de ese ámbito.
¿Pero no hay una conexión más permeable en la historia?
El grito semi anticolonialista -del cual ahora aburridamente se festeja su bicentenario (un chiste negro podría, a la luz de la comedia del Fondo del Bicentenario, entender que el 25 de mayo de 1810 fue el comienzo más que de la independencia, de la deuda externa)- bue, volvamos: el grito semi anti colonialista de "viva el Rey, muera el virrey" es un puente conector interesante.
La necesidad de dotar de épica a este planteo devino en el asesinato de los funcionarios delegados por la corona española en el río de la plata. Por los cuales, en estas letras, ni una lágrima derramamos. Pero tampoco leemos Los Condenados de la Tierra para comprenderlo.
Antes de matarnos entre nos en el "período de anarquía" era necesario escribir la gesta del primer cacerolazo "nacional" el 25 de mayo del año 1810. Así que, como toda revolución que se precie, a alguien había que fusilar. O cortarle la cabeza.
Los intentos de invasiones toscas en Inglaterra antes del primer cacerolazo -si podían, de frack y con banqueros, dominar de mejor modo, como luego lo hicieron, ¿para qué mandarnos cosacos?- habían encendido los ánimos. ¿Pero cómo, o mejor porqué resistir una invasión inglesa en nombre de una lejana y atrasada colonia cuyo rey, el hijo bobo, estaba preso?
Alguno se avivó y llevó un par de matones de la CGT de ese momento- los tiernos French y Berutti, que además de escarapelas repartían palazos- y luego no faltó quien se creyera, desde su escritorio, el ala jacobina de la revolución. Ciertamente, dado que eran todos peronistas reciclados -ex funcionarios del gobierno anterior, que se dieron vuelta con la fe de los conversos- nadie tomaba muy en serio a las alas jacobinas. No porque los neojacobinos no fueran convincentes -el día del periodista es en su honor- sino porque no había revolución. Suele ser muy complicado ser el ala jacobina -o girondina o lozanista- de una revolución si no hay primero una revolución.
Sucedía como con la izquierda ridícula: tanto escribir violentamente panfletos incendiarios sin que tu enemigo sienta ni cosquillas, que terminás moliendo a piñas a otros izquierdistas que dicen las mismas cosas que vos en una asamblea universitaria.
Así que en nombre del rey terminamos con la monarquía. Y antes de amasijar a los paraguayos y dejar en banda a Artigas y cortar un par de cabezas de caudillos federales, fue necesario derramar sangre de inofensivos y, a menudo, incapaces burócratas delegados del rey en estas pampas fértiles.
En contra de los alcahuetes, de los malos asesores, y reafirmando el liderazgo del rey -preso- se hizo el primer cacerolazo. Pero eran seguidores del rey, eh. Pasa que al rey en España le llevaban puteríos, lo informaban mal o en realidad, estaba convencido que la humanidad avanzaba hacia el socialismo pero tácticamente convenía una amplia alianza de clases en pos de la liberación (por eso estaban los del Comandos de Organización en el movimiento). Y así.
Hay también la cuestión inversamente proporcional del "aislamiento" y de que toman las decisiones "solos". No abren el juego, y así.
El Peludo Irigoyen tomaba las decisiones tan solo que jamás habló en el congreso, muy pocas veces habló en público, sólo recibía a sus panigeristas -aunque todo bien con Don Manuel, eh- y tuvo el récord de intervención en provincias.
Tomás Eloy Martínez escuchó a Perón decirle -está en su libro "La novela de Perón", cito de memoria- que "a mí me vienen (a Puerta de Hierro) unos y me dicen algo y vienen otros y me dicen lo contrario. Y yo qué quiere que les diga: les doy la razón a todos".
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Recuerdo una novela vomitiva de Hugo Wast,revisionista historico por cierto,una especie de nacionalista catolico y peronista luego por cierto,plagada de alusiones a la chusma populachera irigoyenista,que me decia que desde esa mierda antipopular al odio desatado en el 55 y a el panorama opositor desatado en el 2008 hasta hoy no hay nada nuevo bajo el sol
ResponderBorrarasco dan
Hugo Wast!
ResponderBorrarPeeerooo...Es Yrigoyen o no?. Irigoyen es Bernardo..
ResponderBorrarBah, me distraje. Acogedor lo que decis ¿?
Sí, Hipólito es Y.
ResponderBorrarLo peligroso no era la "razón", sino el "okey" que daba Perón, ya viejo y a punto de cometer ese error histórico, que fue la tercera. Ese "okey" para los unos y los otros, aquellos que no tenían acuerdo, que desencadenó lo que ni Perón en presencia pudo mitigar.
Es que pedirle la Revolución Socialista!...
Lucas, ¿en serio esa es tu visión de Moreno y la "Revolución" o es sólo ironía?
ResponderBorrarNo hay otra cosa en este comentario que intriga, eh...
Mi visión contada con ironía.
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