miércoles, enero 26, 2011
La siesta era ese desperdicio que fascinaba a las viejas.
Las cosas que pasan en un callejón oscuro, con tarros de basura sin tapa, linyeras durmiendo, afroamericanos vendiendo crack, policías corruptos, travestis yirando, un policía blanco y alcohólico, una navaja, un gato que trepa por los tubos, ratas en la alcantarilla, el semáforo que se pone en verde, dos taxis, matones, la puerta trasera de un bar, sirenas, un sombrero tapando un ojo, una mujer fatal pone un pie sobre la acera bajando de una limosina y un hombre asqueado que en la barra del bar se toma a fondo blanco su margarita y le guiña un ojo al mozo calvo con un parche y aros de oro que limpia desde hace más de 7 minutos la misma copa mientras observa a la mujer del vestido largo que está entrando por la puerta principal y camina hasta la barra, cosas así, que el debate político, está, en estos días, muy aburrido. Buenas canciones. Un día lloviendo en la ventana. La imaginación traviesa, inventando juegos que pasan entre las nubes, fingiendo dormir la siesta.
Uno de mis impetuosos -y más oscuros- secretos de la infancia; mi abuelo falleció sin enterarse: me hacía el que dormía la siesta, pero me quedaba despierto, mirando entre las persianas, cómo las nubes hacían de un elefante parecido a Dumbo mientras contaba casi todos los números que hasta entonces había aprendido en la escuela como para esperar la hora de salir a la vereda y jugar de nueve, como Alzamendi.
Después, lo que vino después, ahora, es casi como esperaba que sean las cosas. Por ahí no preví algunas miserias, o los niveles e intensidades de cada pavada, de cada molestia, también la flaqueza de algunas alegrías. Pero, yo sabía. Ya de chiquito, sabía algunas cosas. No las contaba, por las dudas. Pero estaba lleno de secretos que a lo largo de la vida se fueron desplegando, tibios, como una caricia, y así las cosas.
Antes los días eran largos y ahora las noches son largas. Antes había más vitalidad entre las persianas y ahora hay algo de movimiento en los balcones. Supongo que son procesos naturales, pero todo sigue siendo, a grandes rasgos, más o menos igual. Y está bien así.
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Alzamendi era 7, chabón.
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