jueves, febrero 24, 2011

Adiós a las armas



Cada cosa material o simbólica lleva la marca del trabajo al producirla. Desde una cátedra de filosofía hasta una tuerca, una operación de apéndices y la escultura de un torturado hace dos mil años.
Por supuesto, la marca del trabajo en el proceso de producción no se debe a una sola persona, sino a una compleja trama de acumulación histórica, marchas y contra marchas, engarces de otros saberes y aplicaciones, materias primas -incluso en el plano simbólico del lenguaje- etc; de modo que las cosas cargan con la huella fonética de la producción social y su significante es un modo de intercambio en tanto su significación la resultante de una cirugía de acuerdos, azares, luchas, deseos contrapuestos e intereses concretos.
La moneda, el billete con la cara de Roca, el cheque, el CBU, la tarjeta de crédito, el cajero automático, las reservas del Banco Central, los commodities, el patrón oro, tienen que tener un fundamento último, y no es, filosóficamente, dios, precisamente.
La maquinaria de las cosas se mueve a partir de materias primas, contenidas dentro de nociones jurídicas entendidas hoy como "estados soberanos". Dio la casualidad que justito donde se delimitaron los estados nacionales estaban contenidas esas materias primas que mueven las maquinarias del mundo, la cantidad inapreciable de cosas que en derredor sobrevuelan nuestra humilde cotidianeidad. Es demasiada casualidad que justo el estado se delimitó conteniendo esas materias primas. Las que, por entonces, de cada creación estatal, eran funcionales a la maquinaria de las cosas existentes en ese momento. Puede que a partir de entonces y para que nadie sospeche de esta casualidad, se hayan creado las naciones, las banderas, los himnos. Pero resulta demasiado simplista pensarlo así, de acuerdo.
De todos modos, cariño, los estados van cambiando y se descubren nuevas materias primas o nuevas reservas de viejas materias primas, y los estados cambian fundamentalmente a partir de la guerra, pero con la nación como estandarte. O bien se disputan internamente la noción de Patria a partir de las riquezas acumuladas deshistorizando las materias primas de ese proceso de acumulación de capital, como bien saben De Genaro y Biolcatti, SA.
El fundamento de la producción de la moneda de intercambio entre cosas no puede ser, entonces, el estado, pero tampoco en sí mismas las materias primas que hicieron, hacen y harán mover los primeros peldaños de la maquinaria de las cosas. El fundamento de la producción de la moneda es, y sí, la guerra.
El fundamento de la moneda, el verdadero respaldo, son las armas. El mundo real es así.
Sería hermoso que fuera de otra manera, de hecho, con gusto me enrolo en los que bregan por un mundo donde las armas no sean el fundamento de los billetes que tengo en el bolsillo de mi jeans, el vuelto del taxi que me acabo de tomar.
Pero, mientras tanto, así son las cosas.
El olvido de que es la guerra el fundamento de la moneda, y por tanto de la economía, y por tanto de la construcción de un estado que subordina (y construye) una nacionalidad (siempre en disputa) lleva a equívocos bonitos en el análisis de las causas en torno a los grandes acontecimientos mundializados. Ya el propio recorte de mundialización implica la subordinación del ojo al fundamento último de las cosas, las armas.
No todo es tan así a secas, obvio, pero se pasa tan livianamente esto por alto que da algo de pavor.
Los cuatro gordos de la familia tipo yanqui que cargan nafta o los viejitos ingleses que hacen un trío con una joven prostituta nigeriana no viven el infierno de Irak ni Afganistán pero lo aprovechan, y no tienen ni la más reputísima idea de que sus vidas psicoanalizadas dependen de un hilo: la soga que ahorcó a Sadam Husein, las matanzas, violaciones, carnicerías, bombardeos, humillaciones, que en nombre de su nación se están, en este momento, cometiendo. Verán el informativo nocturno y creerán que hay dos clases de seres humanos: ellos y los inferiores que en el tercer mundo se masacran. No entienden nada.
Un negro levantando con alita en Brooklyn puede provocar una tempestad en Colombia.
Bill Clinton le dijo a un estúpido "es la economía, estúpido", pero sabía que le hablaba al pueblo estadounidense: no podía contarles la verdad. "Es la guerra, estúpidos"
Cuando se abandonó el patrón oro se desenmascaró la farsa y nació la guerra fría. ¿Cómo es que ahora se disfraza el fundamento nuclear de la moneda con índices de vulnerabilidad crediticia, porcentajes de acciones e indicadores de desarrollo humano? No sé, pero pasa.
Y hay un montón de gente que cree verdaderamente que el fundamento de las cosas, lo que mueve la maquinaria, es la seguridad jurídica, las inversiones, la paridad cambiaria, las tasas bancarias, el nivel de empleo, el nivel de reservas, la libertad del mercado, la productividad laboral.
Todo eso es muy importante, señor país, pero si quiere tener su estado ordenado, previsible, con una economía nacional saludable y próspera, con un nivel de vida por encima de la media, fabríquese una bomba nuclear y consiga un asiento en el Consejo de Seguridad de la ONU. No se moleste en firmar pactos sobre buenas intenciones en derechos humanos, ecología, caridad, amor, felicidad, bondad, libertad: después de tener su bomba nuclear, usted redactará, señor país, esos pactos, con prosaaún más bonita, y se los hará firmar al resto de los señores países, convivados de piedra en esa asamblea estudiantil que es la ONU, donde hay un montón de corbatas sofisticadas negociando grandes asuntos mundiales en un auditorio con miles de canales de noticias. Bueno, no, ahí, ahí no pasa nada. El cierre de listas está en la otra habitación, y está custodiada la entrada por una cortina de hierro. La contraseña es Bomba Nuclear. Bienvenido, pase, tome asiento.
El mundo no es un lugar encantandor ni resultado de las buenas intenciones, lamentablemente.
Los niveles de hipocresía diplomática son inversamente proporcionales al poderío militar de un estado, el resto, sí, todo bien, pero primero, lo primero.

5 comentarios:

  1. genial carrasco.

    mil millones de dolares vale una bomba nuclear y una bomba nuclear vale mil millones de dolares.

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  2. Lo que se dice durisimo pero real...
    Muy jodido, pero lamentablemente el que tiene las armas tiene tambien la palabra, incluso en un organismo que se las da de equitativo, igualitario, democratico, como la ONU.
    Ojala alguna vez eso cambie...y la frase que mas valga sea una que alguna vez dijo John Lennon: "hagamos el amor, no la guerra" (la cual, dicho sea de paso, no sirve para el levante la estuve tirando bastante en twitter estos ultimos dias, pero todavia ni una pico jajaja)...

    Pero hablando en serio, ojala alguna vez cambie la mente de la sociedad y del mundo...creo que se puede, no creo que sea imposible, pero vamos a tener que transpirar un poco mas aun para llegar a eso...

    Abrazo!

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  3. Su pluma es desvastadora. Creo que no leí una nota como esta,con este estilo arrogante y desprovisto al mismo tiempo, en mucho tiempo.
    Vaya a darle clase a Leuco, que debe estar preparando el speech de apertura dirigido a doña doña.

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  4. No sé si lo escuchaste a Néstor Kirchner contar que Bush se lo dijo directamente: lo que mueve la economía es la guerra.

    Excelente post Lucas. Y falta decir que las armas, la guerra, sirven para robar a los países que se gana la guerra. Todo es para robar. El robo es la institución humana por excelencia.

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  5. El discurso socialdemócrata ha calado tan hondo que hay que explicar esto. Lamentable.

    Es la misma lógica de los que critican la Campaña al Desierto de Roca.

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