sábado, febrero 19, 2011

El angostamiento




Del Grupo A que prometía gobernar desde el congreso un país presidencialista -claro que todo muy republicano y consensual e institucionalista, no por nada Victoria Donda preside la Comisión de Derechos Humanos que tiene, casi incluso, hasta un 10% de contratos para la pyme, claro que a cambio de votar a quien posee el 110% delos contratos en la Comisión (que importa) de asuntos constitucionales a Graciela Barrionuevo, cara visible (y horrible, convengamos) de la impotencia y la frustración de esta derecha cool- hasta el peronismo federal, al servicio de la comunidad, para luego, implorando desde las tribunas corporativas del periodismo militante, que traicionen su mandato electoral más caciques sin indios -el caso de Victoria Donda es símil al de Graciela Barrionuevo- para luego inventar que El Hijo De alfonsín entusiasmaba a las masas, acompañadas de un tecito de buenos modales, para luego, etcéteracompulsivo, hacer de Sanz un estadista, hasta que Sanz, el estadista, abrió la boca y dijo una serie inigualable y escueta de muy republicanas boludeces, el angostamiento lleva a que, anoréxicas, las corporaciones que comandan la Unión Democrática en estado de Guerra de Guerrillas escriba, impotente, la sátira de que la contracara del peronismo kirchnerista está en el propio peronismo kirchnerista. Una sutileza dialéctica marxiana que, convengamos, está muy lejos de la capacidad de abstracción de De Narvaez o Macri, ambos semianalfabetos funcionales que perdieron, nostalgias de tener tu risa loca, hasta el semblante proactivo del eficientismo publicitario, a los que, entusiasta, Luis Majul les come la billetera, con una novela por entregas que, tras rebotar en editorial Planeta, compró a precio de saldo el perverso de Fontevechia.
El problema de hacer una operación de prensa del tipo cayó un rayo en el cielo sereno, pero ojito, ahí reside la antítesis que derivará -tranquilitos, chicos revoltosos- en síntesis superadora cuando en realidad se desea con fe religiosa que la antítesis -hoy Scioli, mañana Moyano, Sabatella, Lino Barañao, Hugo Curto o Washington Cucurto- sea la negación de la negación así en seco, planchado, perfumado y olvidado; el problema es que se muestra, demasiado, el rostro de la impotencia. Como en Asesinos sin Rostro, la novela de Henning Mankell, la crueldad hacia el kirchenrismo es dirigida con la saña de una gran operación, de trama compleja y aceitada, que trastocará el orden y fatigará hasta lograr quebrar los cimientos burgueses de estos montoneros falsos progresistas tan chavistas y stalinistas lindando con el fascismo, cuando en realidad, debajo, y sin rascar mucho la superficie -basta con rascar la espalda contracturada de la mediocridad- hay dos boludos sin ton ni son, dos familias (emparentadas) como en Asesinos sin Rostro. Una inversión antropológica y narrativa de A Sangre Fría, para defender, no ya dos boludos extranjeros y extraños, sino dos familias emparentadas. Salvarles (perdón porla ironía) la ropa.
Amenazando con tanques para luego hacer cosquillitas. Montar la escena del asesino a sueldo, preparado y con la mira fija, sin que le tiemben las manos, para lanzar, ponzoñoso, una cebita en manos de Pablo Sirven, experto en encontrar sutilezas en los almuerzos aburridos de la grosera Mirtha Legrand.
La experiencia del angostamiento toma carnadura cuando hay que retar, por papanatas a un Mauricio Macri, por no ser la proyección del deseo del deseo del otro en Reutemann, por la imposibilidad de lograr entusiasmar a largos empleados de carrera en el PAMI con El Hijo De alfonsín. Todo así, muy berreta. Confiando en que el kirchnerismo se depure de kirchnerismo desde el propio kirchnerismo, haciendo entrismo con la tosquedad de un trostkista en la asamblea de Parque Centenario, confiando en que los personajes imaginarios de esta revista con mucho cartel -tanto de fachada como en la palícula colombiana La Estrategia del Caracol- cobren vida y tiernos como Peter Pan pero vampiros como un comic del año 50, se coman rabiosos y pronto desde adentro al mounstruo que, para desgracia de la racionalidad, marcha primero y si tiene que saltar vallas, son las que el propio kirchnerismo se pone, ante la ausencia de una alternativa y de puro aburrimiento nomás.

Para hacernos comer elarroz con bife, mi mamá nos compró unos cuentos dónde, desde los envases con forma de dedo del azafrán salían duendes, que eran buenos y grandotes y tiernitos y ocurrentes; entonces, nosotros, con tres o cuatro años, comíamos gustosos toda la comida. Tretas de mi pobre madre.
Los duendes de sombreros anchos y colores vistosos -libros caros para la época- volaban y bailaban en el aire. Yo tenía 3 años, estaba convencido de la existencia de los duendes voladores que salían del dedito de azafrán, pero como los grandes empresarios de este país que tampoco son boludos, jamás me arrojé por el balcón para ver si, de verdad, los duendes que fantaseaba que volaban demostraban que cualquiera, con buena voluntad y convencido, podía volar.
Considerando que mi casa en Rosario era la de arriba y que esas casas de techos altos y escaleras de mármol y vidriales de colores con balcones amplios e iluminados, podía, de haberme arrojado con mi imaginación infantil y fervorosa, al asfalto caliente de calle Rioja y 1 de Mayo, haberme muerto lo más campante y alegre, considerando eso me parece que, también a los 3 años y como todo niño mal educado, no me gustaba comer verduras, es probable que las verduras que se venden como complejas operaciones quirúrjicas en los boletines internos de la clase dominante, no sean más que un juego resignado que sirva de pasatiempo hasta que los niños crezcan, tabulando los deseos con la realidad, volviendo a leer el mismo libro y descubriendo sutilezas en la tosquedad de los libros infantiles, sabiendo en el fondo que las sutilezas no son más que nuestros deseos proyectados. Porque volaran o no volaran, los duendes, corazón, lamentablemente no existen.

6 comentarios:

  1. Turrisimo, con este texto van a entrar en el bucle siniestro, tratando de explicar a quienes les pagan, que solo son eunucos en el serrallo de las ninfomanas.
    Abrazo y beso.

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  2. "El kirchnerismo es la máxima izquierda que este país se permite a sí mismo", dijo un turro a la violeta, y esto sería verdad si la izquierda tuviera en sí misma virtudes que no posee. El kirchnerismo es peronismo en estado puro, pre cáncer de la EVA, pre partida a la inmortalidad de la mujer que le ponía los límites a las tendencias involucionarias del General. Hoy, si algo saben los testaferros del poder y los patrones de esos turrones, es el alcance de ese empecinamiento liminar del peronismo de poner coto a la impudicia de los que no quieren dejar escapar ni las migas. Y lo que más temen es que a ese empecinamiento lo conduzca una mujer. Y te sigo esperando en mi parrilla, cachorro caravanero.

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  3. Lucas... sos muy turro! muy hijo de puta! les sacás los calzones y los dejás en bolas. Metele pata, no reculés ni para tomar envión.
    Omar (Canadá)

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  4. Lucas, me parece buenisimo lo que escribís y el punto de vista que tenés de las cosas.
    Te quiero comentar que soy escritor y que acaba de salir mi libro en Cúspide sobre relatos en favor de la ley de medios y en contra del monopolio intocable. Te quiero invitar al blog donde lo promociono. (Dentro de Clarín.Blogs ya que considero que la mejor forma de ganarles es estando dentro de ellos)
    Te mando un abrazo

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  5. Coincido con Horacio, el kirchnerismo no es ni más ni menos que auténtico peronismo. Mucho gorilaje arrepentido intenta diferenciarlo, quizás para no hacerse cargo de que en su momento no lo entendieron, y después de que el poder establecido les rompiera el totó durante 6 décadas se dieron cuenta lo que es tener un gobierno nac&pop. Anyway, bienvenidos, más vale tarde que nunca.

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