Tantas reuniones y cosas y proyectos y promesas y cuentas y adversarios y datos y revuelos y nervios y gente estúpida y gente brillante y gente con cara de nada que es nada y capaz que está bien que así sea, quién sabe. Una vorágine camino a nada.
Me acabo de sentar en la plaza, a comer un pancho.
Cuando cruzo las piernas, muerdo el pancho y me acuerdo del cumpleaños 88 de mi abuela, que fue ayer. Me acordé tarde, pero la llamé. Me cuenta de los bocaditos, 17 variedades, que hizo mi hermano menor. Y la voz, por teléfono, de mi vieja, que cada vez se parece más a la voz de mi abuela. Aunque desde chiquito, cuando mi vieja habrá tenido 25 años (uf, 8 años menos que yo!) ya me parecía una señora grande y adulta y segura. Después, bueno, después, todo lo que pasó después.Fue tanto. Fue tan rápido.
Y ahora, de pronto, las insinuaciones de la vejez desde el teléfono, mi vieja, jubilada de la docencia. En un matíz, se percibe, un giro de la voz. En algo que está secreto, en el fondo, ella lo sabe, yo también: hay algo horrible que se acerca. Algo innombrable que acecha. Siempre fue una posibilidad, después de todo. Pero, ahora, como un gato que viene lentamente, resignado, que trepa la alcantarilla, entra por la ventana, camina atravesando el living. Pronto, dice el gato, negro y de ojos brillantes, pronto.
Una señora se sienta al lado del mismo banco que yo. Una costumbre muy porteña. No pasa en otras plazas del país, eso de sentarse en un banco -diseñado para que entren dos personas, parejas, en general- eso de sentarse al lado de un desconocido en su banco y ni siquiera hablarle o mirarle la cara. La señora se saca los anteojos de sol.
Me suena el celular, lo apago. Ya voy, a esa reunión. Basta de joder tanto. Dije que iba a ir. Descruzo las piernas para darle más lugar a la señora.
Prendo, muy lentamente (es importate esto: muy lentamente) un cigarrillo. Hay algo que ahora sí se nota. Solamente ahora.
No toda la gente está apurada, loca, desquiciada, sobrepasada, nerviosa. Están los que duermen entre harapos. Están los que comen ensaladas. Están los que, como yo, se sientan un rato. Un rato largo, de cinco minutos hermosos y plenos. Y se sientan por el sólo placer de la duda.
¿Vale la pena todo esto?
Probablemente, sí.
Probablemente, no.
La señora hace un gesto de asco cuando le llega el humo del cigarrillo. Me levanto, camino un poco. Quizás nunca vuelva a cruzarme con esa señora. Saludo al del kiosco de diarios, a la boliviana que vende los panchos, al cadete del banco, al mozo que anda a las corridas llevando una bandeja por la calle, al agente de seguridad de mi edificio. Vuelvo a casa. Tengo media hora. Antes de rajar.
Me cortaron el gas.
Hay un ciego en el subte D que se llama Javier.
Una vez, medio en joda, escribí una biografía social de Los Iracundos. Ya cansado de escuchar, con la guitarra, a los borrachos de ese bar en calle 3 de febrero y Don Bosco, en Paraná. Me terminaron gustando, Los Iracundos. Me entusiasmé con eso, ya era casi un libro de unas 300 páginas. Estaba, en esa casa, solo. No tenía trabajo. Así que escribía, algunos bolazos miserables que mejor ni recordar, puchereando, nunca fui bueno para ganar unos mangos, y entonces para descargarme, unos bolazos entretenidos escribía, para mí, para joder. Los años 70 y Los Iracundos. Los revolucionarios años 70, je.
Comer un pancho, que vale 5 pesos, sentado en una plaza. Tomarme un rato. Tomarme un mate, con la pava eléctrica. Me cortaron el gas. También el teléfono. Compré, en una librería de saldos, una gran novela policial. Inconseguible desde hace unos años. El Séptimo Círculo, coleccion fundada por. En fin. Hay un montón de mundos apacibles entre las páginas y en los teclados. Hay un montón de cosas.
Anoche, cuando volvía a casa. Se me ocurrió una gran idea. Que a nadie le debe importar, por supuesto. Tengo un montón de ideas que a nadie le importan y un montón de anécdotas donde no pasa nada.
Creo que el pancho me cayó mal.
O que estoy triste.
En todo caso, tampoco es tan importante.
Pero tengo esa compulsión por tomarme el pelo, así, sin ningún sentido. Sólo porque me aburro o porque, en el fondo, como un grito desesperado, tengo esta necesidad serena de decir ese algo que es tan simple: yo sé que no hay nada verdaderamente importante por decir. Yo, lo sé. Nunca se me nota. Lo disimulo. Sospecho que a otra gente le pasa.
Se me enfrió el agua.
Tengo que comprarme, por fin, un termo.
¿Vos cómo carajo sabes que a mí no me importan tus ideas? Haceme un favor: conectate en positivo de una. Te aprecio hermano, y me encanta leer lo que escribis. Hasta las cosas más simples. No te subestimes.
ResponderBorrarUn abrazo
@enridesalta
PD: ah, cuida la guita, que cuando falta los "amigos" se borran. Lo sé por experiencia :((
Loco, buena entrada, me gustó y me gustó más que muchas otras por ahí mas complejas. La verdad es que en algunas he pensado este pibe no escribe bien, pero en un par pelaste la pasta de tipo que escribe, tal vez muchas de las que no me gustaron sean escritas a las apuradas como me sucede a mi.
ResponderBorrarabrazos totales.
PD: el pancho es un enemigo silencioso, se lo digo por experiencia, más los de la capital.
mire, pibito creìdo.Ayer fui abuela. Y se que se acerca esa que no quiere ud. nombrar. Abuela por vez primera. Un dia jodiendo, le decia a un bloguero que me queria cojer al mundo (no a todo el mundo, sino propiamente al mundo) y que estaba por ser abuela. Despues de todo es una buena manera de cojerse al mundo. Siempre me gustan sus textos, ud. es un gran escritor. Ah, mi nieta se llama Emma y le juro por la luz que me alumbra que cuando uno envejece en algun lugar sigue siendo el mismo (el mismo pajero, el mismo desubicado, el mismo perdedor: se lo digo porque como soy una abuela, hablo desde la experiencia)
ResponderBorrarBuenos dias, señor.
Muy bueno lo que escribis, y de la manera que lo expresas.
ResponderBorrarme gusta!
Para hacer un texto así con "la persecuta del estafador" hay que confiar también un poco. Muy bueno. No creas que sos el único del pabellón.M.E
ResponderBorrarLucas, hiciste "la confesión": "yo sé que no hay nada verdaderamente importante que decir".
ResponderBorrarSiempre quise explicar en palabras cuál es el atractivo que tenés. Al leer tu "confesión", me dí cuenta que es eso. Gracias a que pensás así de verdad, a través de tu expresión escrita, oral, tus gestos, la entonación de tu voz, sucede una mágica química en el que te escucha o lee: siente que nada es tan grave como parece. Y eso se siente como un inmenso consuelo.
Vos tenes el mal de Rayuela, loco. Sabes como se cura? Escribiendo. No te queda otra cosa que ser escribidor. Pero tenes que correr el riesgo ya no de escribir en primera persona sino de darle rienda suelta a todo ese mundo interno que tenes y que dudas en sacar a la luz.
ResponderBorrarConsejo: podes ser malo o bueno. Pero no se trata de eso. Se trata de que no podes ser lo que no sos.
Y el barullo, negro, viene de ahí. No dudes. Sos esto.
yo soy la rompebolas que siempre que puedo le digo que tiene que escribir una novela. Hoy recordaba el dia que derrapo en el programa de tognetti y me acorde de este post. Lo guglie (carrasco/los iracundos). Lo volvi a leer. Me lo llevo al blog. quiero que se quede alli, por si ud. se va en promesas, todo pasa, la republica unida de la soja pasa a ser un recuerdo . Yo me quiero quedar con esto.
ResponderBorrarun cariño. nilda
(claro, de nosoyloquedeberia, de sirenasahogadasenvodka)