Ahí va, chicos, mi texto, para la edición del 24 de marzo.
Perdón por la tristeza.
Cuando tenía 4 años miraba tras las rejas de un edificio altísimo, pero altísimo, cómo pasaba una marcha hacia allá lejos, al monumento de la bandera, cantando consignas duras, furiosas cubiertas de banderas argentinas.
Los recuerdos de los 4 años no son fiables, aunque tengan la
misma parsimonia que los testigos en una sala de juzgado.
Los peritos del alma y la propia experiencia procesal
aconsejan a priori desconfiar.
Creo que he contado ese recuerdo como marchas a la esquina
de mi casa, donde estaba el monumento a la bandera de rosario, y yo desde el
balcón, de mi habitación, de mi casa; ningún edificio, aunque todo me parecía –como
ahora que sigo siendo petiso, pero más- tan lejos, tan alto. Creo que la he
contado como marchas contra la dictadura, después de Malvinas, o marchas a
favor de Malvinas. Malvinas la escribo con mayúscula, como me enseñaron en la
escuela. Pero seguro hubo marchas a favor de la dictadura y marchas en contra,
con la misma gente, en los mismos años.
La condición de posibilidad política está dada: hay
justicia, hay memoria, hay una búsqueda jurídica de la verdad. Y un relato
hegemónico, en buena hora, más allá de matices.
El correr del tiempo quizás despabile a los herederos de la
nostalgia de lo que no fue hacia caminos combativos. Lo que acabo de decir es
una herejía. Bien recubierta de adjetivos. Suficientemente floreada para que
pase de largo. Sin embargo, aviso. Qué caradura, qué despropósito. Aburrirse, con
sobria elegancia, ante la avalancha de caritas compungidas. Esa auténtica
decadencia que se ritualiza, festeja, y qué verdadero ejemplo de altruismo
mundial, hacia un mundo que está aislado de historicidad, de perspectiva crítica,
de horizonte ético; esa decantación
simple y auténtica ya no tiene más que ritualidad como devenir, aislada
convenientemente de discusiones ríspidas como las que, en su contexto, involucraron
cadáveres y donde nuestros próceres jugaron papeles, no de chiquilines en un guión
de mala leche escrito, sino con más arrogancia que los refutadotes de mi indiferencia:
con sangre, puños y lágrimas.
Estoy viendo la propaganda del programa de Viviana Canosa, qué
linda se la ve. Vista de verdad, es un espanto de huesos e imbecilidad, pero es
nuestra. Volviendo al punto. 2 x 4 es 8, dividido 2 es igual a 4. Perdón por la
creatividad matemática. Yo también los quiero.
Muy bueno Lucas, los recuerdos a cualquier edad son de desconfiar, ya que dicen que son modificados por nosotros todo el tiempo, yo creo porque son el recuerdo de otro nosotros que vive aún acá y nos florea los recuerdos para no olvidarnos, sino perderían la gracia.
ResponderBorrarLas condiciones están dadas para que las cosas sean diferentes. Y que esa historia de próceres de sangre, puños y lágrimas valgan la pena (si se puede decir así) los guiones mediocres que los compren los que gustan de comprar pescado podrido.
Abrazos totales y cada vez me gusta más leer tus letras, te invito a leer algunos de mis textos cuando quieras: http://www.guantes-de-lana.com.ar
Seguro hubo marchas a favor y en contra. Seguro, en 35 años, muchísimos se despabilaron, al menos en relación a lo que fue semejante tragedia (aunque queden resabios de todo aquello entremesclados con el resto de la gente). Y seguro, en estos últimos tiempos se potenció bastante el rumbo mayoritario de los bombos, las marchas, los votos y los adjetivos hacia caminos que resulten inclusivos e igualitarios, contrahegemónicos y combativos (“más allá de matices”) frente a algunos de los poderes históricamente dominantes e intocables. Quién te dice, se empiece todos los días, y se desconfíe de las corporaciones info-político-gorilo-económico-merco-exportadoras con la fuerza popular más bruta del mundo. Un abrazo.
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