La carne se pudre. Como un alimento fuera de la heladera. El
tiempo la corroe, y últimamente –ponele en unos 4.000 años de historia-
muchos se han desvelado buscando el secreto, la fórmula, para perdurar.
Para disminuir el dolor de los huesos, de los músculos, de las
enfermedades. Algo se ha logrado. No digas que no. Los seres humanos, en
promedio, viven más. Cada vez más. Y, ciertamente, una gran parte en
relación a cualquier antes, vive, además, mejor. Sienten menos dolor.
Tanto para paliar un cáncer como para operarse las tetas, el dolor, a
veces, disminuye. Y nos vamos acostumbrando a eso. Entonces es natural
temer más al dolor que a la muerte. Así de simple. Total, que la muerte
no existe, en tanto no sabemos que és, la muerte no tiene existencia material más que lo de material que tiene el lenguaje. Que no hay nada allá atrás. Entonces, el problema es, claro,
el dolor. No la muerte en sí. Aunque nos provoque. Negar la muerte es
una cosa. Negar el dolor muy otra. Y el dolor, sin embargo, existe. Se
apodera de la gente, de gente cercana, de gente lejana, engalana las
tragedias, se pasea amargo por cualquier hospital. Como en todo, una
sociedad dividida en clases, esa categoría tan vieja ahora que estamos
en armonía nuevamente (dada la muerte, que no existe, de las ideologías), en el dolor también hay gente que es más igual
que otra. En el reino de la igualdad hay siempre uno que es el rey, a eso se le llama liberalismo. Hay gente con más posibilidades de
conservar esa efímera juventud eterna. Hay gente que no. Como en todo.
Claro que es importante mantener la distancia, que la vulgaridad no
pierda su estatuto de vulgaridad, como consuelo para pobres. Y yo creo
que no. No me gustaría que así fuese. Aunque así es, claro. Y es muy poco lo que puede hacerse para transformarlo y mucho para evitarlo. Basta no ver, no mirar, hacerse el boludo.
Cualquier
dislocación puede resultarnos perjudicial para nuestra propia salud.
Que siga, entonces, todo igual. Que un ladrón de bancos sea menos
prestigioso que un médico millonario, que una publicidad de una prepaga
sea menos dañina que una publicidad de cigarrillos, que los medicamentos
tengan patentes, que hay que pagar el conocimiento. En este mundo tan
competitivo.
Si fuera guionista de cine, me gustaría narrar una película donde se les dé un golpe mortal al más grande
laboratorio de medicamentos. Un grupo de ladrones, entrenados, que sin
tirar un tiro, logren el botín de toda la producción de medicamentos de,
ponele, un mes. Y luego los vendan en el mercado. Más baratos, que
total es un fangote de guita. Y los farmacéuticos, que no son muy
diferentes que los carniceros, van a comprar sin chistar mucho, en
negro. En cuanto el mismo laboratorio, para recuperar las pérdidas,
produzca más y lance al mercado los medicamentos, ya está. Iguales, a los
otros, los robados. Sería linda la campaña, de periodistas muy pero muy
serios, alertando a la población con la veintinueveava campaña de
concientización del año, para que no compre el medicamento robado. Qué
lindo que sería. Hasta podría tener un papel Ricardo Darín, que
ahora-después de Nueve Reinas y Luna de Avellaneda- me cae bien. Total,
¿qué es robar un laboratorio comparado con fundarlo?
Me interesa esa idea... terminás siendo un conspirador peligroso... ojo con Leuco! creo que si lle este post, puede volver a la denuncia!...
ResponderBorrarSi querés chiflá y te doy una mano con el guión de la peli... jeje!
Lucas: quizá el conocimiento haya que pagarlo para incentivar la producción de más conocimiento. Ahora justamente sería interesante introducir el capitalismo a la propiedad intelectual. Hoy en día la propiedad intelectual se rige en base a un mecanismo conocido como "de patentes". Las patentes son una herramienta medieval y pre-capitalista para darle a alguien un monopolio sobre algo. Quizá en el futuro podamos plantear mecanismos para socializar el fruto del conocimiento, pero hoy por hoy si la propiedad intelectual ingresara al capitalismo ya sería un gran avance.... quizá se pudieran pagar precios justos por el conocimiento, y no los precios que establecen los monopolios.
ResponderBorrarOff-topic, pero: Lucas, te escuché un rato en el programa de Gerardo, y la verdad es que a veces escucharte a vos es como darse un baño de realidad y sirve para relativizar un poco las cosas por las que uno se preocupa de manera cotidiana. Y perdón por lo solemne del comentario.
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