miércoles, julio 20, 2011

El agua murmuraba bajo el puentecito.



Miguel Zurdo Martínez -recientemente fallecido, gran músico entrerriano- cantando Canción de Cuna Costera, del también entrerriano Linares Cardozo.
De las canciones, que se replican, de Linares, se sabe, se escucha. Todavía, además, si uno pone en Youtube "Chamarrita" aparece una de Linares.   Apenas después de Zitarrosa, con la Chamarrita de los Milicos:



Anoche, que no podía dormir, y no podía hablar con Electra porque, para dormirse, se había fumado medio porro, había tomado dos copas de vino (un tocazo, para ella) un alplax y tres notas de Horacio González, mi hermanita que ya se había ido a Paraná, Lorena García que dejó de ser mi amiga desde que nos traicionó a todos y se puso a trabajar -eso no se hace!- y Eduardo Toniolli que anda organizando en Rosario el recital de la Bersuit como cierre de campaña de Rossi, no sé, todo mal; entonces me puse a escribir una nota sobre la cuestión de la Confederación -anterior a la constitución de 1853- y el federalismo, con lo que tenía que hurgar en el sistema de representación y dominación de la corona española, en las filosofías de época inglesa y francesa y en la revolución independentista yanqui y sus antecedentes. Obvio, al rato me aburrí. Abrí la ventana. Grité: no puedo ser tan patético. Seguro que Hank anda de joda por el mundo y yo acá, con un poco todavía de fiebre, y así. El asunto es que iba a contar el aporte de Linares para salvar la chamarrita de su declive. Pero me fui al carajo. Es divertido
 decir que en la República de Palermo se consigue el mejor folklore y puede que, encima, sea así de verdad. Viene, ojo, en picada. Por el puentecito de La Picada.


Porque las radios insisten, cuando se ponen melancólicas, en pasar tango. Música, porteña. Ya no argentina. Hay entre la ideología autonómica -ayer se lo decía, justamente, porque es parte de mis súper interesantes conversaciones- un nuevo parentezco entre la ideología autonómica porteña con Cataluña, del mismo modo que las "provincias" fue el lenguaje heredado para el traspaso de lo confederal a lo federal, dado el fracaso de organizar una confederación del Río de la Plata, y el empate estratégico que resuelve, traidor, Urquiza. para la mierda, pero bue, es lo que hay. Entonces, de tanto pasar tango, a los jóvenes, cool, terminó por gustarles. Y salteando la histórica disputa matrimonial con Montevideo, y a tono con la consagración compleja y revisada de una especie de historia oficial de una nación de los últimos años, ahora, también, la murga. Oh, la murga. Ya profesionalizada y con menos de plebeyo que un cóctel cultural en la embajada de Francia. Pero bue, es lo que hay. Así que por El Puentecito de La Picada, quedó esto otro, que no se consigue, aunque se crea que sí, en el campo. Cultura residual (más bien en plural, pero bue) -a la espera, agazapada, de ser resignificada por los contextos políticos- que, de todos modos, es feliz con poco, digamos que es mejor, con mucho, pero hagamos de cuenta que no, corazón. Y qué sola que está. Cómo no pensar en la muerte.



Sino fuera por la República de Palermo, que tiene más olor a bosta que las extensiones plenas de mismidad del yuyo financiero.
En las milongas melancólicas, de las veredas oscuras, un poco alejadas, de la plaza de los deseos. Donde la música electrónica y la sofisticada peluquería, manda y reina. Al ritmo del crecimiento a tasas chinas. A las patadas que pega, el caballo -especie en extinción- del crecimiento estadístico. La "música de provincias" que, en las provincias, no se consigue, tiene la desmesura de conservarse, en formol, al igual que el tango. Con nuevas versiones de jóvenes que se visten como suponen se vestían en los tiempos de esplendor y arrabales y caseríos. La murga cambia sus letras. En cambio. Básicamente, porque son todas malas, y están destinadas, al reciclaje.
La murga, el tango, y en menor medida, el folclore, es la modalidad de acceso a los tiempos que nunca existieron. La nostalgia de lo que no fue. Una huida, nocturna; un renunciamiento -en forma de escape- a pensar el país.

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