miércoles, septiembre 14, 2011

Así es la vida, pelotudos. (Se ve que cambié la palabra "corazones" por "pelotudos", suena más lindo, no sé, da igual)

Para una edición especial de una revista por el aniversario de La Noche de los Lápices (no vamos a andar diciendo el nombre de la revista, yo no soy víctima en el periodismo, el casting ya está lleno -en el rubro "víctimas"-) me pidieron una nota sobre la quema de libros en la Universidad Nacional de Entre Ríos, durante la dictadura, en el patio, por parte de su interventor, Carlos Uzín. Mandé este texto y se sorprendieron tanto que, con amor, me avisaron que no lo publicarían. Los entiendo. 

Al lado de la biblioteca popular, en calle Buenos Aires, hay un edificio. Al lado de ese edificio, una puerta, con un pasillo largo y abierto, con plantas a los costados. Al final del pasillo, en el corazón de la manzana, hay dos casas, pegadas. En una vive Carlos Uzín, en la otra, vivió la hermana. Si sos de Paraná sabés que Uzín fue interventor de la Universidad del Litoral, en Santa Fe, y de la Universidad Nacional de Entre Ríos, durante la dictadura de Onganía -la de La Noche de los bastones largos- y la de Videla. Todos los años, a media cuadra de la plaza donde desemboca la marcha que conmemora la dictadura, hay ahí un escrache. También hay un escrache los 16 de setiembre de cada año, día de La Noche de los lápices.
Ayer, Marcelo vino a Paraná. Estábamos en un bar, sobre la peatonal.
 -¿Ese no es Uzín?- me señaló a un pelado y una espalda.
 -Sí -le digo.
 -¿No te saluda?
 -Sí, no me habrá visto.
Ahora pienso, también, que me pudo haber visto, pero con un tipo de remera roja comprada en Venezuela -como la que tiene Marcelo- y que anda en cosas raras no es como para sentarse a tomar un café.
Nunca pude preguntarle a Leonor qué opinaba de eso, del escrache en la puerta de su casa. Quién sabe. Hay historias, de Leonor, la hermana de Uzín, historias familiares que la cruzan con creencias paganas lejanas al Opus Dei del hermano, hablan de gualichos, de viajes a Corrientes. Cuando yo era chico, Leonor, me daba los libros de Asimov que ella había leído. Esos libros, como las novelas policiales que todavía están por mi casa, bah, hace muchos años que le sigo diciendo "mi casa" al lugar donde vive mi abuela y mi vieja, tienen muchos párrafos subrayados con birome roja.
Nunca, sin embargo, llegué a entender porqué los subrayaba. Me acuerdo que fumaba mucho. Y que leía mucho. Y que era gorda, inmensa, vieja, fea. De más grande escuché muchas historias de ella en círculos literarios. De payasadas que hicieron con poetas de vanguardia. De inmensas borracheras, de locas viejas y conocidas, de amigas "montoneras" o cercanas. (Acabo de ver, al buscar el enlace de la escritora Marta Zamarripa, que yo también figuro entre los escritores entrerrianos, ja) Cosas raras. La hermana del Opus Dei. La hermana de quien, se dice, quemó delante de los alumnos buena parte de la biblioteca de la facultad de ciencias de la educación. Una pira purificadora, durante la dictadura. Quemó la biblioteca. El, una vez le pregunté, dice que eso no fue así. Eso me contó Carlos Uzín, mi padrino, durante una navidad. Que los libros que faltaban se los habían robado, que los robó una empleada. Historias viejas, de libros viejos, subrayados sin razón, leídos muchas veces, con lecturas distintas. Es raro. Nunca llegué a saber qué opinaba Leonor cada vez que llegaba un grupo de estudiantes con trapos rojos y le pintaban todo el frente de la casa.
Antes de morirse se lo quise contar, no lo hice, no valía la pena, y yo tenía 15 años, quizás no haya sabido que entre esos estudiantes que escrachaban su casa, estaba yo.
Pero siempre sospeché que lo sabía.
Porque me trataba con mucho cariño.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario