Pasó el último colectivo. Lo perdí. No importaba mucho, porque estaba en la parada errada. Me lo dijo una señora, que me hablaba de las palomas. Que alimenta las palomas en la plaza. Me pareció una pelotudez. Pero como la señora tenía un salamín y pan, que cortaba sentada en un banco de la plaza, bajo la sombra de un ombú que nada tenía que ver con la plaza, la fuente, el barrendero, los adolescentes que tranzan, primeros besos, las cosas que tienen -además de fumar- las plazas, cuando no están enrejadas. La señora, mayor, comía ese salamín mientras alimentaba, con semillas, las palomas. La gente, bah, hay gente, que vive así. Me explicó que no era ese colectivo el que tenía que tomar, sino otra línea. Yo me había acercado a pedirle que me convide, me dio, era demasiado salado, y blando, el salamín, me parece que le faltaba estacionarse, un cacho. Buena señora, amable, con ganas de hablar de cosas intrascendentes, como el clima, qué tema el clima. A mí, la verdad, el clima me chupa un huevo, casi siempre. Pero, hablo del clima. Con el portero. Con el chino del supermercado. Con mi abuela. Sé mucho sobre el clima. Porque es bastante previsible: por ejemplo -tiro un dato- en invierno, hace frío. Uno debe decir: "qué frío"; en cambio, en verano, hace calor, casi siempre, entonces ¿qué se dice? Muy bien, sí: "qué calor" El mundo es bastante agradable si uno habla del clima, del fútbol, de las cosas patéticamente mundanas, como decir "hola, ¿andás bien?" agobiado, uno, por los propios quilombos, sin sutilidad, más bien tosco y torpe, egoísta, te resbala si el otro anda bien. Pero además, ¿esperás que el guardia de seguridad se detenga a contarte que no anda bien y te narre con lujo de detalles sus problemas existenciales, emotivos, de pareja, con los hijos, laborales, y así? NO. No te importa, sos mala persona, como yo. Te importan tus cosas, sólo tus cosas. El resto es convención. El resto es, a lo sumo, alto macanudismo, alta hipocresía, tráfico de buena onda, siempre especulando, mirando donde no hay que mirar, posando la vista en un hipotético futuro donde vas a pedirle algo. Al gil del guardia de seguridad. Al papanata del portero. Que le falta un cucurucho en la frente para completar su papanatería, casi ontológica, no jodamos. ¿Que no? Ja. Vos porque no lo conocés a mi portero. Buen pibe. Timidón. Pero buena gente, parece. No creo que lea ésto, pobre. Me cae bien. Entonces tomé el colectivo que la jubilada del salamín me había indicado. Tenía razón. Llegué a destino. Abrí la puerta. De mi casa. Abrí la ventana. Abrí una botella. Abrí las sábanas de la cama. Abrí una lata de una comida extraña. Abrí los ojos. Abrí el corazón. Y no abrí nada más, porque me dormí.
Ya sé que no te importa.
Pero te lo queríacontar igual, pelotudo.
Me encanta cuando escribís estas cosas...
ResponderBorrarYa sos demasiado groso, impresiona como escribis, enserio!
ResponderBorrarla jineteada,ja... pobre bicho, el gaucho conductor, digo
ResponderBorrarTa güeno.
ResponderBorrarCon las gordas llenas de hijos había quedado resentido, pero este me gustó mucho, tontito. (Va con onda). Me gustó de verdad :)
Soy entusiasta de la prosa de Lucas Carrasco, una joya. ¿Para cuándo un libro Lucas con todas esas perlas? Quiero tener ese libro. Sería un éxito editorial.
ResponderBorrarGroso, mono.
ResponderBorrarCoincido con Luz. Tus mejores cosas son las que no tienen ni un chiquito de política. Y eso que en política coincido con vos.
ResponderBorrara mí también!
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