Hay una trilogía, comienza con Los Burgueses y sigue con Los Salvadores de la Patria. Sin mayúsculas, del original. Notable, para la época, detalle. Silvina Bulrrich. Si no me equivoco -o sea, seguro que sí- la trilogía, no se completó. Mediados de los años 60. Esa edición vieja -qué caros son los libros viejos!- es la que yo tengo. Uh, bueno, me puse a buscar, sí,estaba equivocado, la trilogía se completó. No, no sé, sigo sin estar seguro tras leer la entrada, en fin.
Pesan, sobre esta gran escritora, las reminiscencias de su apellido, las imbecilidades gorilas que dijo, la sombra del olvido en el arte, nada espontáneo, de organizar la historia de las celebridades. En el libro en cuestión, las tramas duras con que se talla la historia está vista desde una mundanidad hilarante, tierna, patética. Cristina Mucci -¿se acuerdan, la de Los 7 locos, por canal A?- escribió una gran biografía sobre ella, se llama La Gran Buguesa.
Claro que la biografía está llena de esos lugares comunes del microclima literario que, a mí por lo menos, me aburren. Quizás porque no los entiendo. Me refiero a la idea de que "podría haber sido una gran escritora pero eligió, en vida, que muchos la lean". No está dicho así, pero es la tesis, que subyace, junto con una compartida y tierna admiración. Un gran libro, el de Cristina Mucci.
Yo leí ese libro, Los Salvadores de la Patria, que estaba en la biblioteca de mi vieja, siendo muy pendejo. Me fascinó que los hombres del poder, las gentes de grandilocuencias, fueran, terrenalmente, de carne y hueso. Lo suficientemente estúpidos como para desangelarme la imagen del poder y, peor todavía, de los adultos, de los mayores, de los viejos.
Larga introducción para los vericuetos más complejos (perdón, acaso, por el recuerdo personal, y las pocas ganas de hilvanarlo: son las 4 de la mañana!) de lo que Sergio Di Piero platea acá:
Como gustan las batallas culturales
La "denuncia" sobre la imposición de relatos históricos, ya lo discutimos en el post anterior, encierran e incluso ocultan, otra verdad: que hay un relato histórico vigente, que es justamente sobre el que se quiere operar. Lo ha intentado cualquiera que busque imponerse como orientación central de la sociead y en particular de la política (dirección intelectual y moral ¿te suena?). Puede o no ser, necesariamete, un partido político, ni siquiera un grupo que intente tomar el gobierno aunque cualquiera de ellos lo incluye.La religiones, la elite e incluso las minorías se envuelven en esta historia.
En La Nación de ayer, Jorge Fernández Diaz sostenía el temor a la hegemonía cultural y política del kirchnerismo, a partir de la imagen en hierro que hoy está sobre las fachadas del Ministerio de Desarrollo Social, en un juego literario donde ponía al tanto del avance populista en Argentina a un extranjero, aterrado proque un símbolo partidario se instale en un edificio público. Concede que Evita ha superado al peronismo, pero la lectura de fondo es que la imagen forma parte de ese peronismo arcaico (que afirma) y bárbaro (que sugiere) del cual Cristina debe despegarse. La preocupación de Díaz se cruzó inmediatamente con un recuerdo mio: una calle principal de un pueblo de Entre Ríos, llamada Bartolomé Mitre. Porque, que todos los pueblos y ciudades de la provincia de Buenos Aires (todos, no muchos) lleve una sus calles principales el nombre del ex presidente fundador del diario donde escribe Diaz, es un dato. (En Avellaneda, por caso, la que fue originalmente su esquina principal era el cruce de las avenidas Mitre con Pavón). Incluso que en la Ciudad de Buenos Aires Mitre salga casi desde la casa Rosada y Urquiza sea una perdida calle de mi barrio tampoco me generó un gran impacto. Pero que la propia Entre Rios resignara calles al hombre con quien tanto se enfrentó en varias décadas del siglo XIX, refiere a que el avance del relato cultural mitrista y su lectura de la historia, arrasó con cualquier resistencia y logró imponerse en todo el país, recortando la historia, como lo hace cualquier relato. Y no sólo en Entre Rios.
Para tranquilidad de todos, propios y ajenos, las batallas culturales no terminan nunca: cambian, parecen imponer un claro triunfador, vuelven a plantearse. Para todos los que temen el efecto "Cuba" como advierte sin demasiadas metáforas el periodista, les queremos enviar un mensaje de serenidad, y que la sociedad Argentina sigue siendo esa trama compleja, rica, variada y contradictoria (que Cuba también lo es), que procesa muchos relatos. Eso si, deberían aceptar que la barbarie tiene su lugar ganado.
El escrito original, en este blog.
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