Tras las elecciones que plesbicitaron a Cristina se llegó al fin de una etapa que, por diversas razones, difícilmente vuelva a atrás: la majulización. Es decir, un par de boludos (el grotesco de la figura, ridícula y pueril, de Majul, ayuda mucho a la comprensión del término) poniéndose como principales adversarios del gobierno en el marco de la disputa con el monopolio Clarín, con denuncias ridículas, poco sentido de la proporción, menos sofisticados que una pared y en permanente estado de histeria.
Esa etapa, cuyo punto cúlmine -y efectivo- fue a mediados del 2008 ha concluido. No quiero esto decir que esos mismos bufones no continúen un buen tiepo, o toda su vida, con sus mismas tácticas. Va más allá. El asunto es que, un conjunto de circunstancias maduraron para dejar atrás esa etapa.
Cuando una etapa está por cerrarse, generalmente grita de manera más estridente: acá una muestra gratis de majulismo llevado al paroxismo (Luisito, ¿te acordás cuando hace meses me di vuelta- no te había visto- porque alguien a mis espaldas me insultada y eras vos? ¿Te acordás que terminaste discutiendo con mi chica, porque yo no te iba a dar el gusto de que después te victimices? Bueno, no hagas, ahora, el ridículo. Bah, mentira, seguilo haciendo que yo me divierto muchísimo).
Hay un conjunto de factores que tienen que ver con el andar de la ley de medios, y con algo exógeno: la revolución tecnológica. Y su impacto epistemológico. Muy pocas veces se presta atención a este fenómeno, o en el caso de la corriente majulista, se lo reduce a operaciones del gobierno. Hay boludos en todos los países que no entienden este fenómeno. Pero en Argentina el cúmulo de malentendendidos se agranda porque esto, que llegó para quedarse (pongamos el caso de un muy buen escritor que denostaba los blogs; bueno, ahora hace uno para un diario de España. Sin mucha suerte, por ahora) se entronca, con el debate sobre la ley de medios y cierto proceso económico, aún no revertido pero en discusión, que comenzó con la dictadura militar y se profundizó en el menemismo y el duhaldismo, de diversificación de la oligarquía.
A su vez, el mamarracho electoral del discurso majulista -menos de 2% con Carrió- entre otras razones más poderosas, lleva a los más inteligentes a modificar el registro de oposición al gobierno. No así a partidarios del gobierno, por la razón de que, tras un triunfo rotundo, es muy difícil modificar tácticas.
El modelo económico implementado por el kirchnerismo entra ahora, y no es novedad decirlo, en una necesaria etapa de "sintonía fina"; que requiere, necesariamente, mayor sofisticación en el análisis. Los intentos de golpes de mercado, incluso, como el reciente, tienen un nivel de complejidad mayor a la joda que fácilmente podían armarle a Chacho Alvarez y De La Rúa para correrlos más aún a la derecha y ponerle y sacarle ministros.
Una cosa más.
La discusión comunicacional en todo el mundo ronda, ya dichas en mi nunca modesto parecer las circunstancias típicamente aborígenes, estos tópicos y quedó vieja o perimida la clásica dicotomía entre apocalípticos e integrados. Eso. Traducido: cierra la etapa del majulismo, quedan los mismos protagonistas; vendrán otros nuevos, seguirá siempre caliente la discusión política, etcétera y etcétera; pero, me parece, cerró una etapa.
Y comenzará otra, que nadie puede saber cómo será. Yo tengo mis sospechas. Pero siempre le erro en todos los pronósticos. De todos modos, como todo cierre, siempre es provisorio, contiene elementos residuales de la etapa anterior, y sólo se torna legible en trazos gruesos cuando uno puede mirar para atrás.
Buenas noches.
(Las viejas canciones de Gaby, Fofó y Miliki se pueden digitalizar, recrear con dibujos animados de última generación....pero ya fueron, corazones)
Muy bueno, saludos
ResponderBorrarCambiaran los métodos, las tácticas, los vehículos, etc., lo que no parará es la angurria de majuluis por la pauta de Telam.
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