Miguel Bonasso publica un libro con el nombre "El Mal. El día que los Kirchner entregaron la soberanía". Es un título un poco raro. Bonasso es diputado del Frente para la Victoria, se fue del bloque a aliarse con sus anteriores adversarios de la Sociedad Rural, pero sin pasar por elección alguna. Todo bien, en la argentina, eso es legal. Sorprende la demasia. Igual, también, ponele. Qué se yo. Está hablando de la principal empresa de la provincia de San Juan -donde su gobernador gana toda elección por porcentajes plesbicitarios- insignificante para el PBI nacional y para la producción nacional. Exagera datos que no son datos y recela de datos concretos, fiables y reales. Cuenta una conspiración mundial que da un cacho de risa. Y los fundamentos de esa conspiración son....nada. Está bien. No importa (es un libro para la República de Palermo, gente que cree que Biolcatti es progresista, Buzzi representa los pequeños y medianos recolectores de nísperos y Binner es bueno) el caso es que cuando Bonasso fue diputado, gracias a Néstor Kirchner, en su campaña electoral, no figuraban estas "denuncias" ni toda la agenda que ahora lo compone.
No por ninguna cosa extraña. Sino porque, la agenda del 2003, y la del 2007, para el grueso de las fuerzas opositoras, está caduca. También para el kirchnerismo. Por mérito delkirchnerismo.
Hay una oposición residual, marginal, que es la que interesa a todos los sectores concentrados (y por ende la más amplificada) con una agenda de vuelta atrás, a sus días de gloria, años 2001-2002; que representan Duhalde, Alfonsín, Carrió.
Los ex kirchneristas (por eso el caso de Bonasso, pero se aplica a Luis Juez, Hermes Binner, Tumini, Lozano, Solanas, que huyeron cuando el modelo se profundizó y los corrió por izquierda, a su vez están a siglos de distancia del kirchnerismo: la mayor
diferencia histórica los atraviesa. 37 puntos. Buen punto de partida para una fuerza que tiene mucho por delante: tiene casi dos semanas antes de disgregarse. No, más. ¿Cuando asumen los monobloques del monotributo? Principios de diciembre, bueno, por ahi.
Son víctimas de un cierre de debate, en lo inmediato, en torno al "progresismo". Palabra de mierda que no quiere decir nada. Pero, bue, sus significaciones ya quedaron contenidas en un significado. El kirchnerismo no deja espacio competitivo para el progresismo.
El sinceramiento de las últimas elecciones dejó afuera otra discusión, de la que es víctima Alberto Saá, junto con Felipe Solá, Das Neves, Busti, y quien la entendió primero fue Francisco De Narváez: se acabó la discusión sobre el verdadero peronismo.
Esto, es hoy.
El peronismo -si es que eso existe, no sé, yo sé que existe el antiperonismo- y la izquierda juntas, como otras veces en la historia, es un cóctel difícil para cualquier oposición.
Esto, sin embargo, y como todo, puede cambiar. No es una profecía. Es un momento, un estado de ánimo, una circunstancia. Sirve, en todo caso, para comprender que la oposición sólo tiene chances de debilitar al kirchnerismo desuniendo esos dos grandes trozos que operan en la realidad, como categorias. Pero que no agotan los ladrillos que componen el kirchnerismo ni es el único cruce posible. Pero, en la relación de fuerzas existentes, moldeadas, principalmente, con el liderazgo de Cristina (esto incluye a buena parte de la oposición) las cosas son así.
Una tercera alternativa, la que sería la más lógica, por ahora es muy difícil: construir un partido de derecha. El naufragio de la UCR, la intendencia de Macri y la de su primo (el que lee de corrido) las elecciones de los terratenientes Olmedo y Del Sel, todas juntas, dan un piso para construir algo.
El problema es que las corporaciones no están acostumbradas a construir instituciones republicanas para el estado de derecho. Siempre intenta incidir en lo existente. A través de golpes de estado, sobornos, imposiciones en la cúpula.
Una vez, cuando la dictadura radical -la del fraude patriótico- quiso imponer a Robustiano Patrón Costas, le erraron, y desde adentro, le salió...un Perón.
En vez de aprender, de ahí en más los golpes de estado fueron cada vez más cruentos.
¿Qué harán ahora?
Nótese que nunca pienso en la alternativa de que Techint, el multimedios Episcopado, la Mesa de Enlace, los sectores opacos de tribunales, Arcor, Clarín, la patria banquera (acá incluyo al Credicoop y el Banco Nación), la cámara de la alimentación, se resignen, por ejemplo, a cumplir la ley. Trabajar con esa hipótesis, según marca la historia, es un suicidio político.
¿Cuál es con el Credicoop?
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