viernes, diciembre 23, 2011

Vocación por la arrogancia (1)



El rol de los intelectuales es un debate que se ha masificado, como nunca sucedió en la historia de la humanidad. Y lo digo, con vocación por la arrogancia, pero en serio. Un intelectual comprometido con su causa, como Carlitos Balá, hoy puede ser abordado desde una perspectiva más precisa de sus alcances y efectos. Y, en serio, hablo en serio. Con vocación por la arrogancia, pero en serio.
Los intelectuales son quienes no trabajan con las manos. Es así de sencillo. Bah, es más complejo. Pero los conceptos complejos deben partir de premisas simples, palpables o, para burlarse del marxismo, cosas concretas. No existen las cosas concretas, por la misma razón que todos son intelectuales.  Porque "no se puede separar al homo faber del homo sapiens”como decía el General Perón.  Recordemos a Perón: “de la técnica-trabajo a la técnica-ciencia y a la concepción humano-histórica, sin la cual permanece especialista y no se vuelve dirigente”. En esa fórmula, se encuentra la concepción, que Perón estudió y dio a conocer al mundo, del intelectual orgánico.
Ya en la antigua Grecia, es conocida la anécdota de Sócrates (es conocida la anécdota porque Menem la citó mal y todos nos reímos) en su última etapa, sobre Angueto, su discípulo. Angueto era mercenario, pero al servicio de los persas. Y Angueto nunca se quedaba quieto. Para Sócrates, Angueto era la antítesis de un intelectual, por esa manía de no poder quedarse quieto, especialmente, en tiempos de paz. Pedirle a Angueto, decirle, quedate quieto, era inútil. Era como hablar a la nada. Como si no existiera, Angueto.
Una concepción de inteelctual, como quien no hace un trabajo manual, quien trabaja con conceptos, no necesriamente remite a laboratorios y bibliotecas, sino a su faz creativa, su lugar en la producción de sentidos. Carlitos Balá, en este criterio abarcativo e instrumental, es un intelectual. Condicionante de la formación de muchos de nosotros. Correa de transmisión de valores, para usar una metáfora de la época. De la de Carlitos Balá.
La secularización de las costumbres es un "hecho concreto" poco transitado en las valoraciones de coyuntura. Tiene enormes implicancias, señora. Porque amplía el radio de acción, de por sí fabulósico, de la producción de sentidos. Que requiere, previamente al análisis, una premisa de dudosa empiria. Del campo, por ejemplo, del psicoanálisis (por su imposibilidad de cumplir la condena en probation): la condición del ser humano sigue reclamando y distinguiéndose por su capacidad de crear cultura, esto es, de crear sentido. Si esa producción de sentido, que en alguna etapa de la historia implicó la dedicación full time de imágenes religiosas para la clase dominante, modifica su patrón de acumulación de sentidos, virando hacia una inmanencia de carácter individualizante y si este carácter se funde en los valores sociales predominantes, por caso, la "democratización", de avanzar los medios de producción de mercancías manuales hasta un punto de no requerir la totalidad del trabajo humano disponible, tenemos entonces que por primera vez en la historia de la humanidad existen multitudes humanas dedicadas al "trabajo" intelectual. Como sucede, señora, hoy.


La producción social de sentidos-que no es estrictamente la "reproducción"- puede considerarse trabajo, en el sentido manual e industrial del término. Pensemos, por ejemplo, en los docentes.
¿Quién consideraría injusto un aumento salarial docente? O que, directamente, no cobraran, porque "eso no es trabajo".
Ahora, la escuela donde está dando clases el docente, fue construida con las manos obreras de personas. Que trabajan para una empresa que tiene un ingeniero y un arquitecto, que nunca mueven, obviamente, un dedo. Y ganaron una licitación que amañaron burócratas de algún ministerio. Mientras obreras bolivianas en un taller ilegal hacían guardapolvos, que la señorita docente considera parte sustancial del saber que en suerte le toca transmitir. Y así. El trabajo manual y el trabajo intelectual se funden en la producción de sentidos sociales en torno a significaciones duras como "escuela", "maestro", "construcción", "pared", "guardapolvo", "alumno" de fácil asociación en un momento dado en un lugar puntual. Porque, el tiempo y el espacio, señora, también "constituyen" los significados. Sí, es engorroso esto, lo sé.
Tenemos entonces que la producción social de sentidos no puede ser lo estrictamente no manual del trabajo humano involucrado, ni el resultado final, ni la pura mezcla. Sino la imbricación, el tipo ideal, la suspensión -instructiva y pedagógica, más imposible en lo real- del tiempo y el espacio para definir una síntesis de elementos: tiempo, lugar, fuerzas sociales, luchas políticas, trabajo manual, trabajo intelectual, fuerzas productivas, medios de producción.
¿Y qué utilidad tienen estos conceptos, si se puede saber?
Mmmm, qué pregunta, difícil.
El señor Carrasco está acostado, terminando de poner dos renglones a esta entrada, con la espalda dormida a jeringazos, haciendo obligatorio reposo, tras una jornada insoportablemente dolorosa. Ya encontrará algún bolazo por el cual justificar estas entradas guardadas, seriadas, que derivan en la provocación de indagar en el fin del periodismo y la política tal y como la conocimos.


2 comentarios:

  1. Leí dos veces tu "arrogante" post tratando de desempolvar ciertos párrafos que me sonaron a transcripciones textuales con el vicio de inmovilizar, al que son tan proclives algunos intelectuales. Coincido en general, el problema también es cómo ciertos pensadores se niegan a bajar al llano y prefieren escribir para los otros pensadores mordiéndose la cola en una circularidad aristocrática. La señora Mónica

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  2. Seguro que no lo dijo nadia: que boludos estos pibes de la campora que ni saben hacerse una paja!
    De chorear ni hablar, aprendieron de Nestitor!!. Tienen buena escuela, vivir del estado y de la guita de otros. Cuanto se llevan choreados de Aerolineas?, y de canal 7, y del Incaa?, y de Telam? y de radio nacional?
    Y vos, luquitas, de donde mordes??

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