POLITICA |
Un parate
08.01.2012
La licencia de Cristina
La jefa de Estado tendrá tiempo para una pausa (EFE).
Edición impresa. El beneplácito de la Presidenta de la Nación se da en las mejores condiciones posibles del recorrido del kirchnerismo. Basta una mirada rápida de 2003 a la fecha, donde los estragos de la crisis nacional no dejaban resquicio para una pausa, indicaDiario Crónica.
Por Lucas Carrasco
Ya en plena campaña electoral, donde el kirchnerismo, ahora con Cristina Fernández de Kirchner, ganaría su primer elección presidencial en 2007, la resolución de los efectos más perniciosos de esa crisis se topaba con el comienzo de otra: la crisis financiera internacional. Que además coincide, a los pocos meses, con la lucha de los empresarios rurales contra la movilidad de las retenciones a la exportación de soja.
Esa misma crisis internacional se fue profundizando, arrastrando gobiernos de los países industrializados y provocando recesión, desempleo y quiebras. Pero la Argentina viene de un proceso electoral contundente que blanqueó las relaciones de fuerza que, a juzgar por el relato hegemónico del Grupo Clarín, eran muy otras, y se vienen retoques -de “sintonía fina”, los apodó Cristina- que prevengan eventuales costos por la crisis internacional.
La economía luce sólida, los indicadores sociales mejoran, los salarios en blanco crecen por encima de la inflación (que, hay que decirlo, también se siente fuerte) y existe la mayor cobertura de décadas para la población vulnerable. Esta situación objetiva es imprescindible para acercar la lupa a otro fenómeno político, construido con paciencia por la Presidenta, pero poco evaluado en los comentaristas y que, ahora, cobra especial relevancia. De los prontos 9 años (inéditos) de kirchnerismo, en este momento el gobierno cuenta con una organización política más cohesionada y organizada que antaño.
Hace tan solo algunos meses, el “cordobesismo” que había fundado De la Sota, los pataleos del senador Carlos Verna y los amigos de Moyano que quedaron fuera de las listas significaban, para el relato hegemónico del Grupo Clarín, el comienzo del fin del kirchnerismo. Un 54% de respaldo a Cristina dejó en el olvido esas teorías, o deseos.
La puesta en marcha del gabinete, el ascenso de cuadros jóvenes nucleados en La Cámpora, las mayorías legislativas, la bancarrota de la oposición, la ruptura del bloque corporativo (tanto las peleas de Vila y Manzano con Clarín como el alineamiento de la UIA y en especial de Techint) muestran un cuadro de centralidad y liderazgo de Cristina más organizado y profundo que antaño. Por eso, también, la conmoción y sorpresa inicial ante el anuncio de la operación a la que la Presidenta debería someterse y los días de recuperación obligada. Pero es también el momento en que la propia Cristina eligió, sin condicionamientos o necesidades políticas de ampliarse, su vicepresidente, que quedará a cargo durante su ausencia.
En 2003, Néstor Kirchner era presionado por el entorno de Duhalde para ponerle un vicepresidente. No hizo caso a esas presiones, pero estuvo atento a que debía conquistar la estratégica provincia de Buenos Aires y la Capital Federal, que en conjunto aglutinan a la mitad del padrón electoral. El poco conocido gobernador de Santa Cruz, seguramente atento a que su rival estratégico era Carlos Menem, designó como candidato a vicepresidente al actual gobernadorDaniel Scioli.
Cuatro años después, Cristina plasmó la alianza con varios gobernadores radicales llevando al único que no tenía reelección, impedido por la constitución de Mendoza. El estrellato y ocaso del otro ídolo de la derecha es conocido.
La situación, como se reseñó, fue diametralmente distinta en 2011. Junto al actual vicepresidenteAmado Boudou, Cristina viene trabajando codo a codo en los últimos años, y -no es un dato menor para quienes fantasean con que la Presidenta traicione su programa electoral-, en el mismo momento del anuncio de que lo acompañaría en la fórmula, destacó la importancia que éste tuvo en la recuperación de los fondos de la Anses, clave para sortear la crisis internacional, afianzar la política industrial y, por si fuera poco, universalizar jubilaciones y asignaciones familiares.
Este recorrido ayuda a entender también la preocupación que genera la salud de la Presidenta, que equilibró la responsabilidad con la entrega, sometiéndose de inmediato a la operación y acotando los días necesarios de recuperación. Pero por primera vez en décadas, el cuadro general es positivo, sin por esto negar las insuficiencias, lo que resta.
Esa misma crisis internacional se fue profundizando, arrastrando gobiernos de los países industrializados y provocando recesión, desempleo y quiebras. Pero la Argentina viene de un proceso electoral contundente que blanqueó las relaciones de fuerza que, a juzgar por el relato hegemónico del Grupo Clarín, eran muy otras, y se vienen retoques -de “sintonía fina”, los apodó Cristina- que prevengan eventuales costos por la crisis internacional.
La economía luce sólida, los indicadores sociales mejoran, los salarios en blanco crecen por encima de la inflación (que, hay que decirlo, también se siente fuerte) y existe la mayor cobertura de décadas para la población vulnerable. Esta situación objetiva es imprescindible para acercar la lupa a otro fenómeno político, construido con paciencia por la Presidenta, pero poco evaluado en los comentaristas y que, ahora, cobra especial relevancia. De los prontos 9 años (inéditos) de kirchnerismo, en este momento el gobierno cuenta con una organización política más cohesionada y organizada que antaño.
Hace tan solo algunos meses, el “cordobesismo” que había fundado De la Sota, los pataleos del senador Carlos Verna y los amigos de Moyano que quedaron fuera de las listas significaban, para el relato hegemónico del Grupo Clarín, el comienzo del fin del kirchnerismo. Un 54% de respaldo a Cristina dejó en el olvido esas teorías, o deseos.
La puesta en marcha del gabinete, el ascenso de cuadros jóvenes nucleados en La Cámpora, las mayorías legislativas, la bancarrota de la oposición, la ruptura del bloque corporativo (tanto las peleas de Vila y Manzano con Clarín como el alineamiento de la UIA y en especial de Techint) muestran un cuadro de centralidad y liderazgo de Cristina más organizado y profundo que antaño. Por eso, también, la conmoción y sorpresa inicial ante el anuncio de la operación a la que la Presidenta debería someterse y los días de recuperación obligada. Pero es también el momento en que la propia Cristina eligió, sin condicionamientos o necesidades políticas de ampliarse, su vicepresidente, que quedará a cargo durante su ausencia.
En 2003, Néstor Kirchner era presionado por el entorno de Duhalde para ponerle un vicepresidente. No hizo caso a esas presiones, pero estuvo atento a que debía conquistar la estratégica provincia de Buenos Aires y la Capital Federal, que en conjunto aglutinan a la mitad del padrón electoral. El poco conocido gobernador de Santa Cruz, seguramente atento a que su rival estratégico era Carlos Menem, designó como candidato a vicepresidente al actual gobernadorDaniel Scioli.
Cuatro años después, Cristina plasmó la alianza con varios gobernadores radicales llevando al único que no tenía reelección, impedido por la constitución de Mendoza. El estrellato y ocaso del otro ídolo de la derecha es conocido.
La situación, como se reseñó, fue diametralmente distinta en 2011. Junto al actual vicepresidenteAmado Boudou, Cristina viene trabajando codo a codo en los últimos años, y -no es un dato menor para quienes fantasean con que la Presidenta traicione su programa electoral-, en el mismo momento del anuncio de que lo acompañaría en la fórmula, destacó la importancia que éste tuvo en la recuperación de los fondos de la Anses, clave para sortear la crisis internacional, afianzar la política industrial y, por si fuera poco, universalizar jubilaciones y asignaciones familiares.
Este recorrido ayuda a entender también la preocupación que genera la salud de la Presidenta, que equilibró la responsabilidad con la entrega, sometiéndose de inmediato a la operación y acotando los días necesarios de recuperación. Pero por primera vez en décadas, el cuadro general es positivo, sin por esto negar las insuficiencias, lo que resta.
Sos
ResponderBorrar