La derecha siempre tuvo dos vertientes: una conservadora, expresada en la trilogía del "gaucho, el milico y el cura" que habla de un mundo quieto, aplastado, de derechos y valores naturales corrompido por ideas ajenas al ser (a veces, nacional, depende del período histórico) como la igualdad, la solidaridad, la libertad. Esta derecha es clerical, culta, es cierto sentido, depositaria también de la tradición humanista. Esa derecha se expresa, por poner un ejemplo, en las editoriales cavernícolas del diario La Nación. Es una derecha resentida con la revolución francesa.
Hay otra derecha. Sugiero, para que se comprenda, la lectura de este boludo peligroso, Miguel Del Sel. Dados los papelones que está haciendo el encargado de negocios con el PRO en la familia Pinedo, Federico, su discurso de derecha conservadora -predicando homilías para no tener que reconocer los hijos que desparrama por ahí, ay, la ternura de los conservadores- no cala. Mauricio Macri es demasiado inculto, incapacitado de articular dos conceptos como para analizar su discurso. Distinto es el caso del ventrílocuo, Durán Barba, pero Miguel Del Sel, seguramente sin asesores, sino expresando su visión primitiva y sin estudios sobre el mundo, releva las claves de la derecha posmoderna.
La derecha posmoderna es, básicamente, conservadora en todos sus asuntos primarios, pero, según ellos se entienden "realista". La derecha posmoderna ve el mundo como algo absolutamente simple de comprender pero no en un orden natural sino a la simple vista. Y a diferencia de la derecha conservadora, no reniega de la ciencia, siempre y cuando no se meta con sus valores. Por ejemplo, para un imbécil como Miguel Del Sel, la realidad se explica desde el momento en que el observador (él y sólo él) "llega" a un punto de mira. Eso explica desde Recoleta -un barrio porteño- a Jujuy -una provincia- que vienen a ser, según su visión, los dos antagonismos de la argentina (no es racista Del Sel, simplemente es estúpido; violentamente estúpido) que por cierto no se propone superar en tanto en su mundito son antagonismos, sino, "mejorarle la vida a la gente". Esta derecha posmoderna sobrevuela las instituciones, no cree en la política, porque, a diferencia de los conservadores, los posmodernos no creen, digamos, en el hombre. Sí en sus estereotipos -los pobres son buenos y boludos, los ricos deberían ser solidarios, tonteras así- pero también en una especia de tábula rasa, distorsionada por la sociedad, corrompida, digamos.
La derecha posmoderna propone, como las viejas utopías que desconoce y que surgieron al calor de la revolución industrial, la abolición de los conflictos, esto es, de la política. Pero ya no por la superación social sino por la superación moral. Un credo que supieron cultivar cuanta dictadura católica -o sea, civil- hubo en la argentina. La derecha posmoderna es la oposición del futuro, pero entra en conflicto con la realidad, constantemente. Es el caso, claro, del radicalismo. Un partido sin brújula, sin identidad, sumergido, autoderrotado. Que ve cómo los "referentes" de la derecha posmoderna, Binner por un lado, para clases medias altas y Macri, por el otro, que agrega sectores populares, se llevan su identidad a ningún lado.
El kirchnerismo tiene también una dosis, eficaz, de derecha posmoderna. Es Haddad, o el vicepresidente. O los "gestores" de la Anses, o de la Afip. Son los dueños del sentido común. Mayormente incapaces de articular un discurso político, dicen giladas que escuchan en la televisión y hablan de la "gestión" en los mismos términos que alguien del PRO como Schiavi, ja. Hablando en serio. Hay un problema cultural a abordar.
La economía -aún todo lo que el kirchnerismo ha hecho en esta área, que, además de las medidas concretas, en el plano de lo simbólico es mucho (la primer mujer ministra de economía, los modales y ravioles de Axel Kicillof, el lugar NO CENTRAL para un ministro de economía, la separación de este cargo en temas financieros -el ministro propiamente- y obras públicas, inversiones y demás en el ministro de economía Julio De Vido, un presidente, como Néstor Kirchner, que inaugura la etapa que Cristina profundiza, donde los presidentes mandan, libreta en mano, gobiernan la economía; aún así: falta, corazones, sigamos) falta- sigue siendo un asunto de la derecha, culturalmente. ¿Puede, acaso, la Argentina, revertir la potencia cultural de la derecha posmoderna? No sé, pero lo intenta. Y sino, volvamos todos a nuestras casas, bah, yo ya estoy en casa, haciendo un puchero. La clave: licuar un repollo y comenzar la preparación con este licuado, lo hace más digestivo y le da mayor densidad. Y, además, hay que preparar mayonesa casera y mezclarla con un poco de mostaza (o separadas, pero eso si son varios los que comen).
La derecha posmoderna es la oposición transversal, es el único movimiento político, articulado con su ala conservadora, que puede bien venir de los dos grandes partidos nacionales, capacitada para ofrecer una alternancia "sin conflictos". Cuidado, corazones. Los quiero a todos. Sigo cocinando. Putitos.
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Hay otra derecha. Sugiero, para que se comprenda, la lectura de este boludo peligroso, Miguel Del Sel. Dados los papelones que está haciendo el encargado de negocios con el PRO en la familia Pinedo, Federico, su discurso de derecha conservadora -predicando homilías para no tener que reconocer los hijos que desparrama por ahí, ay, la ternura de los conservadores- no cala. Mauricio Macri es demasiado inculto, incapacitado de articular dos conceptos como para analizar su discurso. Distinto es el caso del ventrílocuo, Durán Barba, pero Miguel Del Sel, seguramente sin asesores, sino expresando su visión primitiva y sin estudios sobre el mundo, releva las claves de la derecha posmoderna.
La derecha posmoderna es, básicamente, conservadora en todos sus asuntos primarios, pero, según ellos se entienden "realista". La derecha posmoderna ve el mundo como algo absolutamente simple de comprender pero no en un orden natural sino a la simple vista. Y a diferencia de la derecha conservadora, no reniega de la ciencia, siempre y cuando no se meta con sus valores. Por ejemplo, para un imbécil como Miguel Del Sel, la realidad se explica desde el momento en que el observador (él y sólo él) "llega" a un punto de mira. Eso explica desde Recoleta -un barrio porteño- a Jujuy -una provincia- que vienen a ser, según su visión, los dos antagonismos de la argentina (no es racista Del Sel, simplemente es estúpido; violentamente estúpido) que por cierto no se propone superar en tanto en su mundito son antagonismos, sino, "mejorarle la vida a la gente". Esta derecha posmoderna sobrevuela las instituciones, no cree en la política, porque, a diferencia de los conservadores, los posmodernos no creen, digamos, en el hombre. Sí en sus estereotipos -los pobres son buenos y boludos, los ricos deberían ser solidarios, tonteras así- pero también en una especia de tábula rasa, distorsionada por la sociedad, corrompida, digamos.
La derecha posmoderna propone, como las viejas utopías que desconoce y que surgieron al calor de la revolución industrial, la abolición de los conflictos, esto es, de la política. Pero ya no por la superación social sino por la superación moral. Un credo que supieron cultivar cuanta dictadura católica -o sea, civil- hubo en la argentina. La derecha posmoderna es la oposición del futuro, pero entra en conflicto con la realidad, constantemente. Es el caso, claro, del radicalismo. Un partido sin brújula, sin identidad, sumergido, autoderrotado. Que ve cómo los "referentes" de la derecha posmoderna, Binner por un lado, para clases medias altas y Macri, por el otro, que agrega sectores populares, se llevan su identidad a ningún lado.
El kirchnerismo tiene también una dosis, eficaz, de derecha posmoderna. Es Haddad, o el vicepresidente. O los "gestores" de la Anses, o de la Afip. Son los dueños del sentido común. Mayormente incapaces de articular un discurso político, dicen giladas que escuchan en la televisión y hablan de la "gestión" en los mismos términos que alguien del PRO como Schiavi, ja. Hablando en serio. Hay un problema cultural a abordar.
La economía -aún todo lo que el kirchnerismo ha hecho en esta área, que, además de las medidas concretas, en el plano de lo simbólico es mucho (la primer mujer ministra de economía, los modales y ravioles de Axel Kicillof, el lugar NO CENTRAL para un ministro de economía, la separación de este cargo en temas financieros -el ministro propiamente- y obras públicas, inversiones y demás en el ministro de economía Julio De Vido, un presidente, como Néstor Kirchner, que inaugura la etapa que Cristina profundiza, donde los presidentes mandan, libreta en mano, gobiernan la economía; aún así: falta, corazones, sigamos) falta- sigue siendo un asunto de la derecha, culturalmente. ¿Puede, acaso, la Argentina, revertir la potencia cultural de la derecha posmoderna? No sé, pero lo intenta. Y sino, volvamos todos a nuestras casas, bah, yo ya estoy en casa, haciendo un puchero. La clave: licuar un repollo y comenzar la preparación con este licuado, lo hace más digestivo y le da mayor densidad. Y, además, hay que preparar mayonesa casera y mezclarla con un poco de mostaza (o separadas, pero eso si son varios los que comen).
La derecha posmoderna es la oposición transversal, es el único movimiento político, articulado con su ala conservadora, que puede bien venir de los dos grandes partidos nacionales, capacitada para ofrecer una alternancia "sin conflictos". Cuidado, corazones. Los quiero a todos. Sigo cocinando. Putitos.
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