martes, mayo 15, 2012

Poemas de oficina




Es necesario volver a la crítica de lo estatal. A una teoría del estado. Ha retornado. O amaga retornar. Pero como con sospechas. Como cualquier expresidiario. Viene de cometer el crimen de existir. Pero ya pagó ante la sociedad. Oh, los noventa! Y no es un fenómeno argentino. Aunque la modalidad argentina -el kircherismo, no única pero sí y de lejos, principalmente- tenga entre sus particularidades una intensidad que opera como dificultad para mirar los fenómenos comunes en la región y, prestando más atención, en el mundo. La política no es solamente lo estatal. Pero no hay política sin estado, aunque sí puede haber estado sin política. Y, el estado, probablemente sea un estadio en el derrotero de la especie humana, no lo sabremos nunca, pero cualquier forma de organización social debería contar con la posibilidad de la política, o sea, de su autoconciencia. Mierda. Últimamente estoy escribiendo demasiado rebuscado. Quizás, porque tengo menos tiempo, estoy escribiendo otras cosas. Y además tengo que trabajar. Y así, sucesivamente. Explicar las cosas que uno piensa de una manera, no sé si más fácil, pero por lo menos no tan acotada a los convencionalistos académicos lleva, a veces, más tiempo. Lentifica el proceso de escribir mientras se piensa.
El formato del retorno de la política, básicamente, una coartada para esquivarnos culpas, dificulta, en sus magnicidios inaugurales, la comprensión de las rupturas y continuidades. Pero también dota de entusiasmo a la tarea de la hora, ja, la tarea de la hora, frase izquierdista, setentista, cuando el estado, de tanto que nadie lo discutía en su misma razón de ser, estaba construyendo los cimientos de su propia autodestrucción. El estado es, en el fondo, un tigre de papel. También.

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